Capítulo 2.

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2. El Enfrentamiento

Aún yo seguía así: sentada sobre mi cama, mordiendo mis uñas por la preocupación de lo que pudiera pasar. 

Jaison Williams era un maldito enfermo, cruel y despidiado, un hombre que me hizo sufrir demasiado, uno que odiaba con todo mi corazón, uno que desataba mis miedos, mis terrores, él era mi mayor terror, la fuente de mis pesadillas.

Todo lo que me estaba ocurriendo solo conseguía alimentar más y más mi condición de misantropía. Hacía que quisiera tener una sed de sangre, yo necesitaba hacer algo malo, necesitaba ver sangre humana porque quizás, en eso yo y Jaison éramos idénticos.

Mi padre, Max, siempre me enseñó muchas cosas mientras fui creciendo. Y ahora no tener su presencia fue un golpe demasiado duro para mi, pues lo extrañaba mucho y odiaba a mi madre, porque yo sabía que ella fue quién lo dejó. Por su culpa seguramente no lo volvería a ver, a escuchar sus chistes, por más malos que fueran. Que triste pensar que mi padre ya nunca volvería a lo que alguna vez fue su hogar, su casa, su familia, sus hijas, su mujer, él lo perdió todo y yo lo lamentaba.

Mi celular vibró al rato y un gran escalofrío recorrió mi columna vertebral; se sintió tan frío. Sabía perfectamente de quién era el mensaje por lo cual no tenía ni por qué revisar.

Alcé la mirada hacia la pared donde se encontraba el reloj. Observé la hora cuidadosamente.

Eran las 8:10 p. m., el tiempo corria en mi contra, pues solo quedaban unos 45 minutos y yo me entregaría como una tonta a Jaison. No quería ir, pero sabía que las consecuencias de ese “no puedo” me saldrían caras, muy caras, porque esto no era un simple y sencillo juego si no todo lo contrario; esto era Jaison, el mismísimo hijo del diablo.

Recordar su nombre hizo que otro escalofrío indagase dentro de todo mi cuerpo y volví ha sentir mucho frío. Mi celular volvió a vibrar y ahora fue donde sí dejé que el terror me invadiese por completo.

Sujeté mi móvil con las manos temblorosas, además de sudadas. Pasé mis ojos por el mensaje, leyendo;

Te estoy esperando, preciosa, no querrás enfadarme, ¿Cierto? :)

¿Qué se suponía que debía hacer ahora? La opción de no ir estaba muy lejos. Tragué grueso y dejé caer el celular dramáticamente.

Volví ha alzar la mirada en dirección del reloj: 8:32 p.m. y él me pidió verlo a las 9:00 p.m., tenía que apresurarme porque el tiempo se estaba volviendo muy justo y limitado.

Me levanté de un salto de la cama, aún con el miedo recorriendo todo mi cuerpo. Sabía que mi madre jamás me permitiría salir a estas horas, así que tendría que ser muy silenciosa y discreta.

Opté por usar unos jeans azules oscuro y una camiseta negra junto con mi pequeño bolso negro. Era un outfit demasiado casual y eso por alguna extraña razón me estaba haciendo sentir segura.

Me recogí el cabello en una coleta alta, y me apliqué un poco se cacao en los labios.

Ya lista para salir, abrí cuidadosamente la puerta de mi habitación y, sin hacer mucho ruido, 
comencé a bajar las escaleras, mirando desde la parte de arriba por si mi madre seguía en la sala de estar. Y suspiré en alivio al ver que ella no se encontraba allí. Una de las costumbres favoritas de mis padres era ver una serie llamada The walking dead por la noche, y parecía ser que mi madre ya no lo hacía.

Cuando estuve fuera de mi casa, una brisa serena y helada golpeó mi rostro, tranmitiendome una sensación de paz.

Suspiré y todas mis acciones volvieron a mi mente. El miedo se volvía a hacer presente y, sinceramente, sabía que estaba cometiendo un grave error al aceptar la petición de una encarnación.

Abrí mi pequeño bolso para sacar mi celular, aunque fue en vano; ¡había dejado mi móvil en casa! Esto podría terminal muy mal.

Pero no me arriesgaría a volver a entrar a mi casa, la probabilidad de que mi madre estuviera despierta era muy alta.

La ubicación donde Jaison me pidió de forma arrogante quedar, era el parque central de la cuidad. Y, a estás horas de la noche, no había nadie allí.

Me encontraba caminando por las oscuras calles de Australia. La noche estaba envuelta en un manto de oscuridad. No había ni rastro de alguna estrella, ni de una nube. El viento era tan frío que me daban escalofríos cada dos segundos, hasta llegué a arrepentirme por no haber optado por usar una chaqueta.

—¡Detente guapa! —una voz poco familiar me sacó de mis pensamientos. Me volteé sobre mis pies para encontrarme con un hombre que aparentaba unos 50 años de edad, con un aspecto sucio y que tenía sobrepeso. Me asusté de inmediato al percatarme de que se acercaba a mi sin un límite o distancia; todo gritaba peligro.

Eché a correr a todo pulmón, mi respiración se aceleró como un motor puesto en marcha, mi corazón empezó a latir más rápido. Sentía frío, además del terror por que algo malo me pasase. Sentí los pasos del hombre detrás de mi, dando a entender que me estaba siguiendo... ¡DIOS MÍO!

No me detuve ni un segundo y el hombre tampoco lo hizo. Corrí mucho, con el corazón en la garganta, hasta que tropecé con algo que se encontraba sésil en el suelo. Y ahí fue cuando aquel despreciable hombre se abalanzó sobre mi como una bestia sin ningún tipo de humanidad. Él era gigante comparado con mi pequeño cuerpo.

Estando encima de mi, me agarró fuertemente de la cintura, intentando subirme la camisa que llevaba puesta. Lágrimas comenzaron a rodar por mis mejillas, y aún más cuando sentí que tocaba una parte muy privada. En un movimiento brusco, también me acabó soltando el cabello. El hombre gruñía, desesperado, por bajarme los jeans y cuando lo logró también bajó sus sucios pantalones. Yo me movía como una loca para no ser abusada, gritaba con todas mis fuerzas, lloraba, le intentaba golpear, aunque él era demasiado fuerte y todos mis intentos fueron inútiles. Hasta que en un momento dado, pensé que este sería mi final; yo sería abusada sexualmente.

—¡Desgraciado! —gritó una voz de forma desgarradora e intimidante.

Lo siguiente que escuché fue un disparo y luego sangre brotando de la cabeza del hombre, manchando mi sujetador. Él no llegó a violarme pero sí ha dejarme semidesnuda. Fue un disparo limpio en su cabeza. Cuando el hombre calló inconsciente, prácticamente muerto, me sentí muy, pero que muy bien, está escoria ya estaba muerta.

Subí mi mirada y me fijé en la silueta masculina que le había disparado; Se veía enojado, muy enojado, las venas marcaban sus brazos y sus manos, su mandíbula muy tensa por la presión. La impotencia del momento era increíble. Ninguno de los dos se atrevió a decir algo. Jaison se quedó ahí, con la mandíbula tensa al igual que todo su cuerpo, pareciendo una máquina que iba ha reventar en cualquier instante. Yo, en cambio, estaba peor que él. Estaba traumada, en shock. Y ahora lo único en lo que podía pensar era en el hombre muerto a mi costado, y en su atroz asesino.

Este asesino que mataba a sangre fría era Jaison.

Y él mataba justamente.

Manos Ensangrentadas © (COMPLETA✔️)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora