63: ADULTEZ

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—Hace calor —me quejé.

—Sí... ¿Quieres que compartamos helado?

—Claro que sí.

Tomados de la mano y con lentes de sol porque el maldito sol está fuerte, caminamos a una heladería. Como todavía estamos estabilizándonos, no tenemos mucho dinero.

—¡De naranja! —exclamé y él solo me dedicó una mirada de cansancio.

Solo había un parque cerca de nuestro departamento, tenía juegos y bancos para sentarse. Antes, cuando éramos más jóvenes, probablemente hubiéramos pensado en ir a subirnos y jugar pero ahora, que somos viejos, universitarios y una pareja de aburridos, pensamos que sería poco maduro para nuestra edad.

¿A quién engaño?

Jugamos en la noche cuando nadie nos ve.

—Oh, mira, hay una banca libre.

—Pero está lleno de niños... —se quejó mientras yo tiraba de él—, nos pedirán que le pasemos la pelota cada dos segundos...

—Ay, deja de quejarte —rodé los ojos llegando a la banca. Me senté y tomé el paquete del helado.

—Sabes, podríamos estar tirados en casa viendo una película.

—Pero es mejor estar al aire libre —dejé el paquete a un lado y le di el primer lengüetazo, luego se lo pasé a Kageyama y él hizo lo mismo—, a parte... ¡Es divertido!

—No tiene nada de divertido, estoy muriéndome de calor.

—Pero estás conmigo.

—Eso no ayuda en nada.

—¡Ey!

Él rio.

—Es broma, me gusta estar así... contigo, pero si hiciese frío todo sería mejor.

Nos quedamos en silencio mientras nos pasábamos el helado. Yo observaba a los niños correr de un lado para el otro, gritaban y chillaban mientras ignoraban el calor que hacía.

—No trajimos la pelota —Kageyama dijo con una mueca y asentí—, podríamos ir a buscarla.

—Si volvemos a casa, estoy seguro que no querrás volver aquí.

—Me pillaste —dijo y solté una risa. Me acomodé mejor en mi lugar, cruzando mis piernas estilo indio—. Oh, mira, tienes una marca mía ahí mismo —bajé mi vista rápidamente, encontrándome con su dedo señalando que, abajo del final de mi pantalón, en mi muslo interior, había una mancha violácea.

—Ay, no, no —murmuré avergonzándome e intentando cubrirla pero era imposible. Era un pantalón corto.

Kageyama rio.

—¿Por qué la tapas? No es como si alguien además de nosotros fuera a verla.

—¡Aun así! —chillé pasándole el helado. Kageyama lo tomó mientras veía cómo me sentaba con las piernas juntas—, qué vergüenza. ¿Qué tal si mi madre lo ve?

Miró a todos lados y después a mí.

—Ella no está aquí.

—¡Mañana viene!

—Es algo normal —se encogió de hombros.

Bufé.

—¡Disculpen! —Una voz chillona llamó nuestra atención. —¿Podrían pasarme la pelota...?

Kageyama me miró con una ceja alzada y yo rodé los ojos.

Mi novio se levantó y tomó la pelota de fútbol con solo una mano y se la lanzó.

—¡Muchas gracias!

Yo me concentré en el niño yéndose. Tenía cabellera castaña y un uniforme de fútbol, probablemente era porque practicaba ese deporte.

Luego miré a Kageyama.

¿Cómo se vería un pequeño Kageyama corriendo por un parque?

—Oye —llamé y él me miró pasándome el helado.

—¿Qué?

—Si tuviésemos hijos... —dirigí mis ojos a los de él. —¿Cómo crees que se parecerían?

—Pues... tendrían mi cabello y tus ojos... o mis ojos y tu cabello.

—Espero que no tengan tu carácter.

—¿Perdón? —sonó ofendido y yo reí—. Mi carácter es único, con él podrán defenderse tranquilamente.

—Nos llamarán de la escuela cada dos segundos porque los mini Kageyama se pelearon con alguien.

—Con los hijos de Tsukishima —bromeó y yo reí.

—¿Te imaginas que nuestros hijos van con los de él? Tsukishima lloraría.

—Yo igual.

Volvimos a quedarnos en silencio observando a los niños correr de un lado al otro.

—¿Practicarían voley? —Él volvió a hablar.

—Obvio que sí —puse los ojos en blanco—, hasta que se cansen y quieran un deporte nuevo.

—¿Qué nombre le pondríamos?

—¿Una combinación entre el nuestro?

—Ni lo pienses.

Bufé.

—Toshio...

—No me gusta.

—Tobyo.

—Es literalmente mi nombre.

—Shoyo.

—¿En serio? —yo reí.

—Ese problema lo tendrán el Tobio y el Shoyo del futuro.

—¿Y cuántos hijos tendremos?

—No lo sé —Le pasé el helado. —¿Cuántos hijos quieres?

—¿Tres?

—Suena bien...

—Dos niños y una niña —dijimos a la vez y nos miramos con sorpresa.

—Aun así... —el acotó después—, falta mucho para eso.

Supongo que sí.

No debería pensar en eso tan temprano, ¿verdad?

Crónicas de una Pareja Primeriza | KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora