46: TERCER AÑO

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Sorpresa, él cruzo por esa puerta.

¡Oficialmente estoy soltero! Y no estoy exclamando con felicidad.

Más bien, estoy llorando en mi cama mientras abrazo mi almohada porque hace dos horas, el chico a quien consideraba el amor de mi vida, ha roto mi corazón de la peor manera posible.

Esto es un gran dolor. Mi pecho duele y mi garganta está rasposa y quema, probablemente por gritar tan molesto. Mis mejillas arden, quizás ya se pasparon por tantas lágrimas derramadas. ¡Pero simplemente no puedo parar!

Este chico era mi todo. Me despertaba y pensaba en él, iba a dormir y pensaba en él. Lo veía todos los días, hablamos todos los días. Kageyama se había vuelto una parte de mí, alguien en quien me preocuparía y daría mi vida si fuera necesario, mi mejor amigo y ahora... mi ex novio.

Esto es peor que la muerte de alguien, porque perdí a alguien en vida por una razón tan tonta. Tres años, llenos de buenos momentos, peleas tontas, risas y cariños, se fueron a la mierda por lo que pasa por su cabeza. He perdido a la persona que más amo en este mundo por una tontería y creo no poder superarlo.

Tengo diecisiete años y mi primera relación acaba de terminar. Me siento dramático, quizás dentro de dos años me acuerde de lo que pasó y me ría en los brazos de otra persona, pero simplemente, en este instante, no puedo pensar ni imaginarme a nadie más que él. Solo es él y siento que siempre va a ser él.

La manera en la que sonreía cuando me miraba, recuerdo sus ojos brillando al verme después de mucho tiempo, sus manos y labios en mi cuerpo... Todo duele ahora, todo se siente en blanco y negro. Recuerdos que comienzan a mancharse por culpa de la tristeza que me invade al saber que solo hay versiones únicas de ellos porque no podremos repetir nada.

Kageyama y yo hemos terminado y el aire parece faltarme. Es como si ya no tuviera mi otra parte. ¿Ahora me la pasaré llorando? ¿Estos son los momentos más tristes de la vida de un adolescente? Siento que nunca saldré de esto, me niego a pensar que el futuro que creamos juntos ya no existirá.

La nostalgia me invade y recuerdo todo nuestro proceso. Enemigos, amigos, tontos enamorados, novios y ahora... ¿ahora qué somos? ¿Nada? ¿Extraños? ¿Cómo nos veremos en la escuela? ¿Qué hay de los entrenamientos? No podré estar lejos de él hasta que todo termine. Y quedan meses para eso.

Meses para dejar de ver a Kageyama.

Jamás pensé que diría eso. No después de tres años juntos.

Mi corazón duele, realmente duele. Y me cuesta sentir lo que pasa por mi cabeza ahora mismo, porque mi mente está en blanco mientras sollozo y tiemblo en mi lugar, abrazando mi almohada y con muchos pañuelos a mi alrededor.

Es tan difícil explicar esto.

Así que cuando mamá llega y abre la puerta de mi cuarto, no se tarda en abrazarme al notar lo mal que me encuentro. Sigo en la misma posición: apoyado contra la pared temblando, mi almohada pegada a mi pecho y piernas, mientras aprieto un pañuelo en mis manos, sollozando con fuerza. No sé cuánto tiempo he estado así, pero el suficiente como para que mis labios estén secos.

Entre balbuceos le digo que rompí con Kageyama y ella no pide más, solo me abraza y acaricia mi cabello, diciendo que todo pasará. Está claro que pasará, el tiempo es el tiempo, pero parece que no hay una salida de esto.

El viernes llega y yo estoy hecho un desastre. Mi cara está hinchada y mis ojeras están por el suelo porque no he podido dormir tranquilo, mi vista está irritada, aunque no sé si es por llorar o porque me la pasé toda la noche viendo la pantalla de mi teléfono, esperando un mensaje de disculpas.

Parece una pesadilla de la cual no podré despertar.

Así que mamá decide no dejarme ir y me quita el teléfono a las ocho de la mañana, diciéndome que duerma un poco porque si no va a ir y le cortará el cuello a Kageyama por dejarme tan arruinado.

Al instante que cierro mis ojos, caigo dormido y no vuelvo a despertarme hasta muchas horas después. Hay una carta de mamá pidiéndome que me bañe y que no volverá hasta la noche junto a papá por los turnos en el hospital, también dice que Natsu está con la abuela para no molestarme. En conclusión, tengo la casa sola.

También, a su lado, hay un plato con mi comida favorita y golosinas. Sin embargo, no lo toco. No tengo hambre. De todos modos, arrastrando mis pies sin llorar, me dirijo al baño y me desvisto, luego me siento en la ducha mientras dejo que el agua caiga sobre mi espalda.

Y ahí es donde vuelvo a recordar todo y sollozo aún con más fuerza. No importa que mi garganta duela ni que sienta que el aire me falta, lloro y lloro sin parar mientras me abrazo a mis piernas.

Crónicas de una Pareja Primeriza | KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora