04: PRIMER AÑO

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Hayami (La madre de Kageyama) cocinó realmente bien para ser una simple pizza. La cena fue divertida ya que en ella conocí a Miwa; igual de atractiva que Kageyama y su madre, solo con un gran sentido del humor que se basaba en avergonzar a su hermano.

Ahora entiendo por qué no quería que fuera a su casa.

Se la pasaron riéndose de él, Hayami me dijo que era normal eso y que pasaba todas las noches. Kageyama estaba hecho un tomate mientras Miwa contaba las millones de veces que, de pequeño, pasaba vergüenza. Yo me reía junto a ellas y para consolarlo, chocaba nuestras piernas y de vez en cuando las entrelazaba, luego, por debajo de la mesa, lo tomaba de la mano y le daba un pequeño apretón.

Y él solo se sonrojaba aún más.

En la hora de dormir fue cuando pasó todo.

Yo... estaba asustado.

Sí, asustado.

¿Por qué?

Tuvimos un beso del otro tipo en la calle. Él me tomó de la cintura y me acarició, yo jugué con su cabello y el beso fue realmente diferente. Se sintió rápido y me generó calor en todo el cuerpo. Luego él me dijo que me quedaría a dormir sin preguntarme.

¿Será que hoy es el día?

Estoy asustado, lo juro por mi vida. ¡Pero no me malinterpreten! No es que le tenga miedo a él, si no es que... todo se siente extraño. ¿Realmente será hoy? ¿Con su madre y su hermana en las habitaciones de al lado? Soy un adolescente y tengo las hormonas por el cielo, así que he pensado en esto miles de veces y en ninguna de ellas me imaginé que todo iba a terminar así.

La habitación de Kageyama era pequeña pero cómoda. Paredes grises, un escritorio perfectamente ordenado y una cama en la que entraríamos sin problema alguno.

—¿Quieres tomar una ducha? —preguntó Kageyama sacándome de mis pensamientos. Di un salto en mi lugar y me di vuelta, él estaba atrás mío, con su típico rostro serio.

Oh, no. Oh, no. ¡Oh, no! Él quería que estuviera limpio...

Sonreí nervioso y asentí.

—Está bien, espera que iré a buscarte una toalla.

Cuando se volvió a ir, me permití pensar otra vez.

¡No estoy preparado para nada! Soy joven... ¿Soy joven? Bueno, cada quien pierde su virginidad a la edad que quiere y es muy probable que en la adolescencia eso pase pero... ¿Realmente estoy preparado? Digo, si pasa... pasará. ¡Es decir! No haré nada para detenerlo a él o a mí pero... Qué vergüenza por su familia. Quiero morir.

—Aquí está.

Sacudí mi cabeza y lo miré.

—La toalla. Aquí está la toalla. —repitió, entregándomela. Lo miré confundido y asentí—. Puedes ducharte en mi baño, si quieres.

—¿Baño...? —murmuré. Al instante fruncí mi ceño. —¿Tienes un baño propio? —pregunté casi indignado.

—¿Sí? —respondió confundido. —¿Estás bien? —preguntó acercándose.

Di un paso hacia atrás y asentí rápidamente.

—Sí, sí, estoy bien. Muy bien. Iré a baño- ¡Digo! A bañarme. Eso.

Noté la mirada confundida de Kageyama, sin embargo corrí hacia la única puerta que había dentro del cuarto y me encerré, apoyándome contra esta. Justo me topé con mi rostro frente al espejo: Estaba rojo, bañado de la vergüenza.

¡Es solo una noche más! Tengo que dejar de pensar.

¡Pero se me hace imposible!

La ducha fue corta, cuando salí, me aseguré que Kageyama no estuviese cerca. No pensaba cambiarme adentro del baño: ¡Está todo húmedo y odio eso! Pensaba en cambiarme adentro de su cuarto, hasta que lo vi...

Estaba tirado en su cama, con su vista clavada en su teléfono.

Y yo estaba solo envuelto en una toalla.

—¡Kageyama! —exclamé ardiendo de vergüenza. Él levantó la vista y me miró con una ceja alzada, indiferente—. No me gusta cambiarme en el baño, ¿puedo aquí?

Asintió encogiéndose de hombros.

—Está bien. —dijo—. Puedes usar algo mío, si quieres. El uniforme es incómodo para dormir.

Luego se levantó de su cama y en silencio, salió del cuarto.

Yo me quedé congelado en mi lugar.

¿Usar algo de él...?

Quise soltar un grito de la emoción, sin embargo mordí mi labio inferior y me calmé. No puedo festejar por algo así... no en su casa, pero cuando llegué a mi cuarto saltaré y gritaré porque... ¡usaré algo de él!

Caminé hasta su armario con una sonrisa y lo abrí. Su perfume invadió mis fosas nasales y aspiré con fuerza sonriente. Podría acostumbrarme a usar su ropa.

Camisetas azules, negras y blancas, una que otra camisa celeste y pantalones deportivos. Cielos, ¿este chico no conocía los colores claros? Suspiré y comencé a buscar algo viejo, tampoco usaría algo nuevo para dormir.

Tomé una camiseta oscura y le robé unos pantalones que se podían ajustar a la cintura atándolos.

Luego me miré en el espejo que tenía en su baño.

La ropa de Kageyama lucía bien en mí.

Crónicas de una Pareja Primeriza | KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora