70: FINAL

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Recuerdo verlo llegar a la escuela, siempre escondía sus lindas manos en los bolsillos de su chaqueta, caminaba lentamente porque sabía que estaba llegando una hora antes y siempre tenía un rostro serio, demostrando que era alguien "maduro" para su edad.

También recuerdo su primera visita a mi casa.

Cuando me pidió —o intentó— ser su novio... La manera en la que me miraba. Aún recuerdo ver sus ojos brillando bajo la luz de la luna, la manera en la que sus frías manos temblaban sobre las mías y la forma en la que se movían sus labios cuando me decía su gran discurso.

Recuerdo verlo llorar enfrente de mí, su voz molesta y la manera en la que defendía lo indefendible. Recuerdo los días tristes de nuestra relación a lo largo de los años; la manera en la que nos sostuvimos el uno al otro, como, de manera inconsciente, siempre estuvimos juntos incluso en los peores momentos.

Cada vez que veo a Kageyama pienso que he encontrado a la persona indicada. El amor de mi vida, alguien que logra entenderme hasta en los días más horrorosos de mi vida. Alguien que siempre tendrá sus brazos abiertos para que yo me acurruque entre ellos y que siempre permitirá que llore con él.

Supongo que la boda no cambia nada. Solo son dos anillos y un papel que te declara, legalmente, que estás con alguien. Kageyama y yo no necesitamos eso para ser felices, no necesitamos ni un papel ni anillos. Sabemos que somos felices y que nos amamos y estamos bien con eso.

Aun así pensando de esa manera, no puedo evitar sentir nervios.

Me voy a casar con Kageyama. Y eso conlleva que lo aceptaré en todo lo que se venga. No tengo problema, realmente, pero suena aterrador pensar que diré eso dentro de veinte minutos.

—¿Cómo está el novio? —Unos golpecitos en la puerta hacen que me despierte de mi nebulosa. Papá entra vestido de traje, con una flor blanca en su bolsillo. Yo sonrío de manera débil y es suficiente para que él me atrape en sus brazos—. Yo estaba igual que tú, tranquilo. Solo son nervios.

—Creo que me voy a desmayar —lloriqueé.

—Lo sé, lo sé. Solo respira —dijo suave acariciando mi espalda.

—Papá, tengo miedo. No quiero que esto cambie algo entre Kageyama y yo —dije con mi corazón latiendo rápidamente. Él soltó una risa tranquila y me alejó solo para observarme.

—Lo único que cambiará será el apellido —acarició mis hombros—, todo lo otro será igual.

—¿Qué tal si nos separamos al mes?

—Imposible. Se aman mucho.

—Tengo miedo —hice una mueca.

—Y eso lo sé muy bien —tomó mis manos dándole un gran apretón. Yo tomé aire—, y sé que estás pensando que lo más aterrador del mundo es salir de este cuarto y caminar al altar... pero no lo pienses así. Este será uno de los momentos más hermosos y únicos de tu vida, velo de esa manera.

—Pero...

—Hoy es un día muy especial —negó, interrumpiendo lo que iba a decir—, este día marcará tu vida. ¿Lo entiendes? —asentí temblando—. Quiero verte sonreír, Shoyo —subió sus manos y acarició mis mejillas. Yo tomé aire y mordí mi labio inferior para no llorar—, quiero que seas feliz y que disfrutes tu vida al máximo, que disfrutes estar al lado de Kageyama y todo lo que pase.

¿Cuánto tiempo quedará?

—Estoy muy orgulloso de ti.

Y eso fue lo que me hizo llorar.

Hoy me casaré y no puedo terminar de procesarlo.

Aun así, en ese estado de emoción, nervios y terror, papá me avisa con la voz quebrada que ya es hora. Es hora de que su hijo mayor sea acompañado hasta el altar, el hijo mayor será entregado a las manos de otro hombre y esposará su vida a él. Papá está emocionado y yo igual, pero limpia mis lágrimas susurrándome cuánto me quiere.

En el camino a las puertas para entrar, veo a Kuroo. Él me sonríe con orgullo y hace un gesto para que siga caminando hacia adelante. Yo, temblando, asiento y mi padre tira de mí para seguir caminando.

El altar se ve muy lejano.

Hay mucha gente pero realmente no me importa nadie.

Mis ojos se fijan en los de Kageyama, causando que las mariposas vuelvan a despertarse en mi estómago y todo mi cuerpo tiemble. Me casaré con aquel hombre que me espera de manera impaciente en el altar, seguro es un manojo de nervios.

A su lado están Kuroo y Nishinoya. De mi lado están Yamaguchi y Kenma.

Con todo mi cuerpo temblando, dando pasos lentos junto a papá, caminamos en silencio mientras la música suena. Se siente como un sueño.

Mi corazón sigue latiendo con rapidez pero se detiene por un segundo cuando me paro enfrente de Kageyama. Él se me queda viendo con una sonrisa orgullosa, sus ojos están cristalinos y está a nada de llorar.

—Suerte... y no te olvides de tus votos —Papá me susurra al oído mientras entrega mi mano a la de Kageyama—. Y tú no te olvides de lo que hablamos —Le dice a mi prometido de manera seria. Luego le preguntaré qué le dijo.

Sentir las manos de Kageyama sobre las mías ahora mismo se siente distinto a todas las veces. Quizás es el sudor de los nervios o la emoción del momento, pero es diferente.

No presto atención a lo que dice el juez (Ya saben, la iglesia no nos acepta así que nos estamos casando por civil). Simplemente me concentro en el rostro de la persona frente a mí, Kageyama me sonríe mientras aprieta sus labios. Yo ni siquiera sé cómo reaccionar.

Vuelvo al mundo cuando él comienza a hablar.

—Eres el amor de mi vida —Oh, son los votos matrimoniales—, y estoy muy feliz porque... porque hayas aceptado pasar tu vida junto a mí —apretó mis manos y yo reí con lágrimas acumuladas en mis ojos—. Yo... yo prometo hacerte pasar los mejores días de tu vida, siempre te haré sonreír y... y eso, que te amo.

Quiero besarlo. ¿Podemos saltar los pasos?

Él me mira esperando a que yo hable.

Y cuando abro la boca para decir lo que estudié por dos noches seguidas, mi mente queda en blanco. Olvidé todo.

Mierda.

Esto es incómodo.

Uh...

Improvisa, Shoyo. Vamos, no es momento para entrar en pánico...

—Olvidé mis votos —dije sincero haciendo reír al público e incluso al juez. Kageyama me sonríe negando—, así que improvisaré... —reí más nervioso que la mierda—. Te amo, en serio, te amo mucho y lo sé desde que tengo como 15 años —expliqué olvidándome de todo a mí alrededor—, tengo mucha suerte de estar contigo aquí y ahora, así que quiero prometerte que... seré el mejor marido del mundo y que lavaré los platos si tú lavas la ropa —La gente volvió a reír pero yo iba muy enserio—, y que te amo, eso. ¿Ya puedo besarlo?

El juez ríe y niega.

—Solo falta una cosa... —yo asentí impaciente y volví a mirar a Kageyama—. Hinata Shoyo, ¿aceptas casarte con Kageyama Tobio en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza, hasta que la muerte los separa?

—Sí, sí. Acepto.

—Y tú, Kageyama Tobio, ¿aceptas casart-

—Sí, ya déjeme besarlo.

Kuroo comienza a reír y eso desata risas en el público.

El juez ríe otra vez y asiente.

—Muy bien, los anillos, por favor —Akemi se acerca a nosotros con una almohadilla y dos anillos dorados. Cada uno toma el correspondiente y con las manos temblando, nos lo colocamos—. Y ahora, yo los declaro, marido y esposo.

—¿Ya puedo besarlo?

—Que sí.

Sin pensarlo dos veces, me tiro encima de Kageyama. Unimos nuestros labios con lágrimas corriendo por nuestras mejillas. Él me sostiene como siempre mientras intenta hablar durante el beso.

—Te amo, te amo, te amo.

—Y yo a ti, y yo a ti, y yo a ti.

—Eres el amor de mi vida, te amo.

—Bienvenido a la familia Kageyama, por cierto.

—Ya cállate y mejor besame.

Crónicas de una Pareja Primeriza | KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora