42: TERCER AÑO

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Para mi sorpresa, el dolor pasó. Parecía que mi cuerpo se había acostumbrado y ahora comenzaba a disfrutarlo. Primero fue un dedo, luego otro y otro hasta llegar a tres. ¿La pasé un poco mal? Quizás sí, ¿me gustó? No diré que no.

Cuando sus —malditos— dedos salieron de mi interior, solté el suspiro más largo de mi vida. ¿En qué momento había empezado a sudar? ¿Eso significa que me duché para nada? No es momento para pensar en eso, ¡concéntrate!

Realmente no sé qué hace Kageyama, porque mis ojos están cerrados mientras intento regular mi bendita respiración. Cuando vuelvo a sentir como el colchón se hunde entre mis piernas, abro los ojos. Kageyama tiene un pequeño frasco en sus manos y claramente un preservativo.

Volví a suspirar, así que viene "esa" parte.

—¿Eso es lubricante? —pregunté. Él asintió—. Oh, ¿y no pensaste nunca en usarlo cuando tenía tres dedos adentro de mí? —pregunté sarcástico.

—Lo siento —hizo una mueca—, si quieres podemos volver a hacerlo así te sientes más seguro y-

—No —sonreí forzado—, sigamos con lo otro.

—¿Estás ansioso? —preguntó ahora con diversión. Idiota.

Cerré mis ojos y volví a asentir.

Ahora, siempre es la misma posición. Kageyama se posicionó encima de mí y dejó un beso en mi mejilla. Yo abrí los ojos y llevé mis manos a su cuello.

—Pararé cuando tú quieras —susurró, aun dejando besos sobre mi piel—. Y si no quieres que hagamos esto, solo dime.

—Sí quiero.

—Júrame que me dirás si te duele o algo.

Asentí varias veces.

—Lo juro.

—Bien —dejó un último beso en mi mejilla.

Cerré mis ojos y tomé aire.

Aunque no pasó nada.

—¿Kageyama? —pregunté después de unos segundos, volviendo a mirarlo.

Él hizo una mueca.

—¿En serio estás seguro?

Rodé los ojos y solté una risa, golpeando levemente su hombro. Dulce idiota.

—Que sí, ya hazlo. Si me molesta o algo, te diré, no te preocupes.

Parecía estar un poco más tranquilo.

Todo lo que pasó después de eso fue lo mejor. Él fue dulce conmigo, me trató de lo mejor y paró todas las veces que se lo pedí. Se encargó de cuidarme y trató mi cuerpo con demasiada —y cuando digo demasiada, me refiero a demasiada— delicadeza. Más de una vez susurró que me amaba y claro que le devolví las palabras.

Así que cuando todo terminó, dormimos y claro que lo disfrutamos. Sentía mi cuerpo cansado y pesado, Kageyama dijo que no sentía las piernas y que quería dormir por el resto de sus días.

Solo espero despertarme antes de que lleguen mis padres.

No sé cuánto tiempo pasó, pero volví a abrir los ojos y toda la casa seguía en silencio.

—Kageyama... —susurré, dejando besos sobre su rostro para despertarlo.

Él durmió en mi pecho.

—¿Qué pasa? —preguntó con voz ronca, abriendo sus ojos—¿Estás bien? ¿Te duele algo?

Negué, soltando una risa.

—Estoy bien, tranquilo. Solo te quería despertar.

—¿Para qué? —soltó un quejido, alzándose un poco para rozar nuestras narices tiernamente. Sonreí, cerrando mis ojos.

—Para decirte que te quiero —respondí sin problema alguno, acariciando su cuello. Kageyama esbozó una sonrisa.

—Y yo te quiero a ti —bajó sus manos hasta mi cintura y la acarició lentamente—, pero quiero dormir.

Rodé los ojos.

—Yo no —me quejé, dándole un pequeño empujón y obligándolo a acostarse. Terminé sentado en su regazo. Kageyama me miró con una ceja alzada.

—¿No estás cansado? —preguntó colocando sus manos sobre mis muslos y acariciándolos. Negué.

—No tanto —me encogí de hombros.

Bajé mi cuerpo hasta que nuestros pechos se rozaron, pero lo importante fue que me dirigí a su cuello y comencé a juguetear con su piel. ¿Recuerdan cuando dije lo de las marcas y todo eso? Ahora era momento.

Lo escuché reír por lo bajo y luego sentí sus manos sobre mi cadera, acariciándola mientras su respiración parecía lentamente acelerarse.

—Mi madre me matará —susurró con diversión.

—No hables de ella cuando estamos así —reproché, sintiendo como él alzaba la cabeza para dejarme más espacio.

Sentí un apretón sobre mi piel, pero no me importó mucho.

—¿A qué hora vienen tus padres? —preguntó soltando un suspiro. Me encogí de hombros no muy interesado en la posible conversación.

—No lo sé, no hay ruido así que supongo que todavía no vienen.

—Genial, tenemos tiempo.

Fruncí mi ceño y alejé mi rostro, mirándolo. 

—¿Tiempo para qu-

De un momento al otro, fui yo quien terminó abajo de él.

—Para una segunda ronda —sonrió.

Crónicas de una Pareja Primeriza | KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora