60: ADULTEZ

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—¿Estás seguro?

—Sí, pero hazlo lento.

—Bien.

Estaba entre mis piernas y yo temblaba. Sus dedos estaban bañados en lubricante y yo ya podía sentir el frío. Dejé caer mi cabeza en la almohada mientras soltaba un gran suspiro. Usualmente, sufro en esta parte.

Me pongo más nervioso de lo normal y no sé por qué.

—Sabes que si quieres que pare, lo haré —Yo asentí e hice un gesto para intentar restarle importancia. —¿En serio estás seguro? Podemos llegar hasta aquí y-

—Sí lo estoy —respondí—, sabes que siempre me pongo así. Será hasta que me pase.

—Pero...

Miré a Tobio.

—Te diré si me molesta, ¿está bien?

Asintió no muy convencido y se apoyó sobre mí con una mano.

—En serio, si...

—¡Tobio! —tomé sus mejillas y lo miré. Él hizo un puchero—, si necesito algo, te lo haré saber. ¿Está bien? —volvió a dudar. —¿Está bien? —repetí un poco más fuerte. Suspiró y asintió—. Genial, ahora hazlo.

Tobio unió nuestros labios y comenzó a besarme lentamente. Yo pasé mis brazos por su nuca, intentando pensar que esto no era solo distracción. Al sentir sus dedos rozar mi entrada, no pude evitar jadear y apretar mis ojos con fuerza.

El primero entró demasiado lento, torturándome en el camino. Mis piernas temblaron y me retorcí levemente, pero Tobio fue bueno para mantenerme.

—¿Estás bien? —preguntó alejándose. Yo asentí, soltando un quejido al sentirlo moverse adentro de mí. —¿Puedo no besarte?

—¿Q-qué? —hice una mueca.

—Te quiero escuchar —relamió sus labios, llevando su mano a mi muslo y apretándolo. Yo jadeé.

—¿Ahora? —asintió y sentí el dedo hundirse más. —¡Kageyama! No, mierda, ¡Tobio! —Él rio.

—Me gusta tu voz cuando estamos así.

—No me hables así cuando hay un dedo tuyo adentro mío —lloriqueé apoyando mi rostro en la almohada. Tobio siguió riendo. —¡Deja de reírte!

—Entonces haré esto —sacó el dedo hasta llegar, probablemente, a la mitad. Luego lo volvió a meter y yo ahogué un quejido en la almohada.

—No entiendo por qué disfrutas esto.

—Las vistas de arriba son buenas.

—Ya verás, te lo haré yo y-

Un segundo dedo.

Un maldito segundo dedo.

Las palabras quedaron a mitad de mi boca y obviamente el aire se fue de mis pulmones.

—¿Y qué? —alzó una ceja.

—Y nada...

Rio.

—Eso pensé.

Tapé mi boca y cerré mis ojos con fuerza mientras dos dedos se movían en mi interior de manera tortuosa. Entraban y salían cada vez aumentando más la velocidad.

—Oye, no —Kageyama tomó mi muñeca y alejó mi mano de mi boca—, te dije que quería escucharte.

Ni siquiera pude formular una palabra, seguí quejándome y retorciéndome. Era una sensación ardiente adentro de mí, incómodo y extraño y no era mi primera vez. De todos modos, la estaba pasando bien.

Mis ojos se llenaron de lágrimas al momento de sentir un dedo más sumarse. ¡Y lo peor es que este tipo tiene dedos largos!

Quiero matarlo.

—Kageyama... Kageyama —jadeé apretando las sábanas debajo de mí. Mi entrepierna comenzaba a doler.

Él me ignoró y comenzó a mover sus dedos más rápido. Sentía cómo golpeaban contra mi entrada.

—Por favor... —rogué con mis labios temblando y mi vista nublada—, Kageyama...

Más rápido. ¿Acaso se podía escuchar?

—T-Tobio —me quejé de manera chillona. Él pareció sonreírme y dio una cuantas pequeñas estocadas más para luego retirarlos lentamente.

—¿Qué pasa, cariño?

Estaba agitado y ya sentía mis mejillas húmedas. Hijo de puta.

—Muérete.

Él rio y besó cortamente mis labios. Yo respiré sobre él, intentando calmarme.

Lo vi inclinarse para tomar un preservativo e hice una mueca.

—Estoy limpio y lo sabes —me quejé. Él me miró con una ceja alzada.

—¿Y qué? Hay que usarlo de todos modos.

—Siempre usamos —seguí quejándome, dándome vuelta y enterrando mi cabeza en la almohada. Escuché a Kageyama suspirar—, todos los meses me hago revisión y tú también. Una vez no nos matará.

Giré mi rostro y miré a Kageyama. Él parecía estar considerándolo.

No sigan mis pasos, por cierto.

Sonreí con malicia.

—¿No te gustaría ver cómo acabaré después de ti? —pregunté mordiendo mi labio inferior. Lentamente, los orbes de Kageyama cayeron sobre mí.

—Sé lo que estás haciendo.

—¿Y está funcionando?

—Claro que sí.

Crónicas de una Pareja Primeriza | KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora