66: ADULTEZ

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Vamos otra vez.

Tengo 24 años y mi novio también, parece ser la edad promedio en donde la gente comienza a tener hijos. Yamaguchi y Tsukishima —luego de que se legalizó todo—, adoptaron un niño de 2 (actualmente 3) años, Issei. Es rubio y por suerte no se parece a Tsukishima.

Luego siguieron Bokuto y Akaashi (una pareja que nos hicimos amigos cuando éramos más jóvenes, gracias a Kenma y Kuroo los conocimos) actualmente tienen tres hijos. Un par de gemelos y una niña.

Y claro, Kiyoko y Tanaka pero no asistieron a la boda porque simplemente no son amigos de la pareja.

—¿Qué tal, vida? —pregunté abrazando al menor. Issei se colgó de mi cuello y frotó su mejilla contra la mía.

—¡De extadé!

Te extrañé.

—Y yo a ti —morí de ternura.

Kageyama llegó atrás con Kuroo y Bokuto.

—Oh, Issei. Hola —saludó con una sonrisa leve y mi ahijado pareció olvidarse de mí.

Estiró sus brazos de manera desesperada y yo se lo entregué a Kageyama. Issei lo abrazó con fuerza, dejando besos sobre su rostro. No pude seguir contemplando una imagen tan tierna porque Kuroo y Bokuto me abrazaron con fuerza.

Hablamos un rato y luego fuimos a la mesa. Recordamos los viejos tiempo y los mayores se rieron de Kageyama por la manera en la que intentó pedirme ser su novio.

—Oye —Yamaguchi llamó mi atención. —¿Han pensado en tener hijos? —preguntó con una sonrisa leve.

Negué.

—Ni siquiera lo hemos hablado seriamente.

—¿Y tú quieres? —Kenma, a mi lado, preguntó.

—No sé cómo decírselo —solté sincero con un suspiro incluido—, bueno... no he pensado tanto en eso, ¿saben? —reí, ganándome miradas de ellos.

Está bien, sí lo hecho.

¡Es como si el universo estuviera conspirando para que solo piense en eso!

Voy por la calle y ¡Pam! Una pareja joven con un niño. ¿En mis clases? En psicología hablan de la familia y si no es eso, algunos profesores cuentan cosas sobre sus hijos. No he dejado de pensar en lo tierno que se vería una foto de nosotros dos y un posible niño en el pasillo de nuestra casa o si una cuna de madera blanca o de manera oscura quedaría bien en el actual estudio de Kageyama.

—Sí, ¡he pensado en eso! Es un pensamiento que me sigue a todos lados y que no sé cómo decirlo porque no quiero que él se incomode y... Oh, estoy hablando sin pensar, ¿cierto?

—Sí. Por suerte Kageyama está lejos de nosotros.

—Solo háblalo, Kageyama te entenderá —aconsejó Akaashi desde el otro lado de la mesa—, es tu pareja después de todo.

Solté un suspiro.

—Supongo que esta noche le diré.

—Solo... deja que todo fluya.

Fluya. Fluir.

Una mierda.

Esto es más difícil de lo que pensé.

Estoy parado en la puerta de nuestro cuarto, Kageyama está acostado mientras termina de leer un libro de teoría matemática.

Es muy difícil, demasiado difícil.

—¿Te vas a quedar parado ahí toda la noche o qué?

Doy un salto en mi lugar, asustándome con sus palabras. Kageyama alzó la vista y una ceja sin dejar su libro.

—¿Quieres tener hijos conmigo? —solté de la nada.

Ah, mierda.

Yo y, otra vez, mi gran boca.

Quiero morirme.

Él no se lo esperaba, claro que no. Se sorprendió y el libro cayó de sus manos.

—Lo siento —solté de manera ahogada y me di vuelta, dirigiéndome a la sala de estar.

—Oye, no, ¡espera!

Esto fue una muy mala idea. ¿¡Por qué seguí los consejos de mis amigos!? Mierda, mierda, mierda.

Me detuve en medio de la sala y tape mi rostro con mis manos, avergonzado.

—¿Cómo puedes irte así después de preguntarme eso? —Kageyama reprochó llegando atrás mío. Yo negué.

—Olvídate de lo que dije. Fue una mala idea.

—No, no lo fue —tomó mi brazo y yo lo miré.

—¿Qué? ¿Quieres tener hijos conmigo?

—No... —mi mirada lo alertó. —¡No! ¡O sea sí pero no!

Ah, él también era un conjunto de nervios.

—¡Digo! —me tomó de los brazos, yo lo miraba con una mueca. Estoy a punto de llorar, ya lo sé. —¡No lo hemos hablado! ¡Necesitamos hablar! ¡Quiero decir! ¡Un niño suena bien y también he pensado en eso pero necesitamos discutirlo seriamente porque no es como un perrito! ¡Es peor que un perrito!

—Hablar, suena bien. Sí, hablemos.

Yo me senté en el sofá, Kageyama se quedó parado mordiéndose las uñas.

—Un niño. ¿Quieres un niño?

—¿Tú quieres un niño?

—Yo quiero todo lo que tú quieras pero un niño es... mucho. ¿Estás seguro que no quieres un perrito?

—Es que todos nuestros amigos tienen hijos y me siento extraño...

—¿Estás seguro que no es envidia?

—Sí. ¿Acaso no has pensado en tener un hijo conmigo?

—Lo he pensado muchas veces.

—¿Entonces?

—¿Entonces qué?

—¿Por qué no tener un hijo?

—Porque es mucha responsabilidad, Shoyo —dijo moviéndose de un lado al otro, claramente estaba nervioso. Peor que yo, en realidad—, no sé... hay que pensarlo mucho.

—Muy bien, pensemos juntos —suspiré, tapando mi rostro con mis manos. —¿Qué tal si buscamos requisitos para adopción y ahí empezamos a hablar?

—Suena bien. Déjame ir por mi computadora.

Crónicas de una Pareja Primeriza | KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora