64: ADULTEZ

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—Hola, quisiera comprarte. ¿Cuánto tengo que pagar?

Él alzo la vista y me miró cansado.

—Sonríe un poco, sabes que eres muy lindo —me alcé sobre el mostrador para unir cortamente nuestros labios.

La adultez. Qué fea etapa de la vida.

No pensé que sería tan cansadora, pero aquí estoy.

Lo malo de vivir lejos de tus padres es que nadie te abraza cuando te sientes triste o no te consuelan cuando lo necesitas. Otra cosa negativa de esto es que todo tienes que llevarlo tú mismo, ya no hay nadie que pueda apoyarte. ¡Ahora tengo impuestos! Odio todo.

Kageyama trabaja en un almacén, de vez en cuando es cajero y yo trabajo en una tienda de alimento para mascotas. Por suerte sabemos utilizar el dinero correctamente, pero sigo queriendo volver a ser adolescente.

—Quiero dormir por lo que resta de mi vida —dijo un puchero.

—Cuando llegues a casa lo harás —acaricié su mejilla y él suspiró—, pero, para mejorar tu humor, te traje algo.

—¿Una cama?

—¡Comida! —dejé el recipiente enfrente de él y sus ojos brillaron.

—Tenemos que ir atrás.

Cuando visitaba a Kageyama, comíamos en el almacén junto. Eran pocas las veces, usualmente iba cuando no tenía clases y hoy justo pasó eso.

Se sentó en el piso y yo me senté a su lado entregándole su comida.

—¿Qué tal tu día?

Kageyama comió y se encogió de hombros.

—Una mierda.

Asentí apretando mis labios.

—Mi día estuvo bien hasta ahora... —dije luego de unos segundos de silencio—, la clase de psicología me aburre pero hablar con mis compañeros es divertid- Oh, ¿ya vamos con eso? Está bien, está bien, llora, cariño, llora.

De un segundo a otro, mientras hablaba, Kageyama alzó la vista. Sus ojos estaban cristalizados y tenía un puchero en sus labios, sabiendo el procedimiento, solo abrí mis brazos para que él se acomodara contra mí.

—Solo es un mal día... —susurré acariciando su cabello—, mañana será mejor y lo sabes.

La adultez es estresante y está llena de problemas.

Mi novio está estresado y cree que estamos llenos de problemas.

—Es que todo está saliendo mal —dijo entre lágrimas. Para mi sorpresa, él más llorón entre los dos es él—, y hoy un cliente se peleó conmigo porque tuvo un mal día.

—Era un imbécil, olvídate de eso —murmuré meciéndolo.

—Lo peor es que tú viniste con esta comida y yo... yo te respondí como si no me importara, perdón —sollozó apretándome. Yo suspiré y negué.

—Está bien, todos podemos tener un mal día.

—Pero es que todos los días son malos.

—Y ya vendrán mejores, ¿sí? —lo alejé para limpiar las lágrimas en sus mejillas. Rompió mi corazón verlo tan triste—, sabes que se mejorará y solo estás estresado y cansado, cariño.

—Quiero irme a casa ahora.

—Tu turno termina como en una hora.

Y él volvió a llorar.

Cuando llegamos a casa, Kageyama se tiró en el sofá y yo solté una risa. Intento tomarme todo con alegría ya que he estado en la misma situación que él y él es quien ha debido cuidarme.

¡Es mi turno!

A esto le llamo: "La semana en la que soy lo más dulce y cariñoso con mi novio para que su bajón emocional se pase y volvamos a la normalidad".

—Prepararé algo de cenar y luego tomaremos una ducha, ¿Si?

Él me miró por encima del sofá.

—¿Juntos?

—Sí, pero no habrá nada sexual.

Lo escuché quejarse y reí.

Cuando Kageyama tiene malos días y se encuentra cansado, estresado o simplemente triste, es más vago de lo normal y también se irrita más fácilmente, pelea por tonterías o se enoja hasta por la más mínima cosa.

Y yo... yo intento hacer lo que puedo. Lo soporto pero cuando dice una estupidez que me molesta, no puedo evitar contestarle mal.

Y eso conlleva a una pelea.

Aunque no son tan graves... creo.

La última vez no le hablé por dos días.

—¿Ochazuke?

—Está bien.

Comimos en silencio.

Luego de eso, le avisé que iría a preparar el baño. Sabía que, en el momento en el que nos acomodáramos, Kageyama volvería a llorar. Es más sensible de lo que alguna vez pensé.

—¿El agua está bien? —pregunté sentándome sobre él. Kageyama asintió, apoyándose contra el costado de la tina—, está bien, ahora hablemos.

—¿De qué quieres hablar? —acarició mi cintura con sus ojos cerrados.

—De lo que tú quieras hablar. Sé que has estado estresado esta semana.

—Esta semana ha sido una mierda.

—¿Y...?

—Y odio mi trabajo.

—Te quedan dos años para recibirte.

—Quiero volver a casa.

—Estamos en casa.

—Entonces extraño a mi madre.

—Puede venir la semana que viene.

—¿Me sigues amando?

—Claro que sí.

Estas charlas eran normales en estos tiempos.

—¿Incluso malhumorado?

—Siempre estás malhumorado.

—¿Pero así?

—Te amo de cualquier manera, ya basta.

—¿Y si soy pobre?

—Seré pobre contigo.

—¿Y si soy rico?

—Seré tu esposo —sonreí divertido y Kageyama soltó una risa, abriendo sus ojos—, mira el lado bueno... no lloraste.

—Gracias por esto.

—¿Por qué?

—Por haberme ayudado. Mejoraste mi día.

Solté una risita y tomé sus mejillas, plantando un beso en sus labios.

—Para eso estoy.

—Y pensar que solo lo hiciste con una comida y una ducha. ¿Te casas conmigo?

—Sería un honor —Él dejó un beso en mi frente.

—Gracias, en serio.

Crónicas de una Pareja Primeriza | KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora