EPÍLOGO

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—Cuando adoptemos, te dejaré cargar a nuestro hijo primero.

—Sabes que eso no pasará. Te adelantarás.

—Cállate —solté una risa mirando al cielo y él rio. —¿Ahora qué se supone que haremos como esposos?

—Igual que ahora pero todo más romántico, supongo.

—Por suerte eres un hombre que nunca para de hablar, Kageyama.

—¿Por qué me sigues llamando así? Te recuerdo que tú también eres un Kageyama.

—Estoy seguro que hiciste trampa —Él rodó los ojos con una sonrisa—, seguro que escribiste más papeles con tu apellido porque eres un tramposo.

—Ya no puedes quejarte, pasaron dos años de eso.

—Sí... —suspiré—, sigo sin superarlo.

Ya habían pasado dos años desde que juramos amor eterno.

Dos años de pura felicidad, por suerte. Desde que nos casamos, todo resultó ser bueno. Es obvio que hubieron malos momentos pero juntos resolvimos todo.

En silencio, observé a Kageyama y sonreí.

Ahora, quien era mi mejor amigo y mi novio, terminó siendo mi marido. Me hago llamar el hombre más afortunado del mundo, porque Kageyama es un regalo del cielo.

Me casé con la persona que mejor me supo aceptar, aquella que me cuidó cuando estaba enfermo, quien me abrazó cuando lloraba y quien siempre festejó mis propios logros conmigo.

Desde que el anillo dorado brilla en mi dedo anular, tengo una promesa que no le he dicho a Kageyama. Una promesa que realicé cuando Miwa y Hayami me hablaron antes de que la boda empezara.

Cuidar y amar a Kageyama Tobio.

Esa fue mi promesa y no pienso romperla. Como dije antes, él es el amor de mi vida y me encargaré de demostrárselo todo los días hasta el final. Haré lo mejor que pueda para amarlo y cuidar de él.

Cuando llegamos a nuestra nueva casa, planto un beso sobre sus labios.

Luego de casarnos, nos mudamos a una casa real. Ya no es el apartamento que tanto amamos, es un hogar cerca de nuestros amigos.

¿Y por qué tenemos una nueva casa? Motivo que explicaré más tarde.

Hemos estado caminando hasta tarde, conocimos todo el vecindario y cuando llegamos a casa, comimos y fuimos a dormir. Mañana será un gran día.

Ahora nuestro nuevo hogar cuenta con más habitaciones y espacios más grandes. Nuestro cuarto es parecido al anterior, solo que tenemos un televisor y estanterías ordenadas porque, según Kageyama, ya estamos casados y por lo tanto, tenemos que ser más maduro.

Pero el tema es que la semana pasada, esas estanterías, estaban llenas de ropa sucia.

—Buenas noches, esposo —murmuré dejando un beso en sus labios. Él sonrió.

—Buenas noches, Shoyo Kageyama.

—Oh, cállate.

Dormimos abrazados mientras siento como Kei, nuestro nuevo gato rubio (Kageyama le puso el nombre solo para molestar a Tsukishima), se acomoda entre nosotros para dormir.

Al despertar, lo hago solo. Kageyama está preparando el desayuno y lo sé por el olor y por lo ruidoso que es.

Energético me levanto y me arreglo rápido para ir a la cocina.

Tomo a Kei en brazos y llego a la cocina en tiempo récord. Nuestra casa es de dos pisos por cierto.

—¡Hoy es el día! —grité caminando a él.

Crónicas de una Pareja Primeriza | KagehinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora