42. Puede parecerte genial pero (aún) no estoy muerto

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—¿Habías entrado aquí antes? —preguntó Georgi mientras miraba a su alrededor—. Esta ala la remodelan casi todos los años. —Hizo una pausa y miró a Yuri, este negó—. Pensé que sabías cuál era la habitación de Viktor.

Yuri se quedó viéndole, porque ir a visitar a su medio hermano dentro del colegio nunca había estado en sus prioridades. Si fuese por él, evitaría a Viktor en la medida de lo posible.

Él planeaba salir esa noche, por muy raro que se sintiera decirlo. Los padres de Leo iban a vender la casa, y Leo, quien parecía feliz porque había engañado a la muerte o algo así, decidió de la nada que harían una fiesta de despedida, tan simple como eso era.

Hasta ese entonces no había ningún problema. Yuri se llevaba bien con todos y todos irían. Además del privilegio inherente, que cada uno de sus compañeros tenía ya fuese por riqueza o contactos, haber «casi muerto» también le daba algunas ventajas, a Leo y a él. La nueva normativa se regiría a partir del lunes, lo que significaba que ese sería su último fin de semana libres de ir a donde quisieran y sin necesitar la gran cantidad de papeles firmados por sus padres que les pedirían después.

Todo siguió su curso al menos hasta el viernes por la mañana, cuando Leo le dijo a Viktor que debía darle permiso a Yuri por las buenas. Lo dijo medio jugando, porque era Leo, y el jamás iba a amenazar a alguien y mucho menos a un profesor. Pero Viktor puso una cara de no saber qué mierda estaba pasando —y Yuri sabía cuál era esa cara porque él mismo la ponía a menudo—, y cuando todos se fueron, Viktor le dijo a Yuri que hablarían después. Yuri no quiso preguntarle de qué se suponía que iban a hablar, o en dónde, y eso había resultado en Yuri tuvo recurriendo a Georgi para poder visitar las habitaciones de los profesores.

—¿Cuál se supone que es la organización aquí?

Georgi lo miró y de inmediato se puso recto en el sitio y se llevó la mano al pecho, dispuesto a dar una explicación.

—Cada uno de los profesores tiene un despacho que a su vez sirve de habitación. ¡Y claro, son habitaciones mucho más grandes que las nuestras!

Yuri hubiese sabido que eran las habitaciones de los profesores sin que nadie se lo dijera. Las puertas, blancas e impecables, eran bastante diferentes a lo que él estaba acostumbrado a ver en su dormitorio: pósters de cantantes, pizarras con dibujos obscenos y calcomanías de colores. Una vez Yuri había visto un peluche con una soga en el cuello colgando del pomo de una puerta y hasta ahora, esa se llevaba el premio de «decoración para una puerta más desquiciada que jamás haya visto».

Cuando llegaron al final del pasillo, Georgi se detuvo al frente de una habitación, tocó la puerta y luego se echó hacia atrás. Al cabo de un minuto, Yuri, quien tenía poca paciencia, se acercó y golpeó mucho más fuerte.

—¡VIKTOR!

A Viktor le tomó un par de minutos más en abrir la puerta y cuando lo hizo, tenía toda la ropa arrugada y se restregaba los ojos, como si recién se levantara. Yuri frunció el ceño en desagrado. Él estaba seguro que apenas eran las seis de la tarde.

—¿Estabas dormido? —preguntó, y sin darle tiempo a responder, se abrió paso en la habitación.

—Se llama siesta —dijo Viktor, y le indicó a Georgi que entrara para cerrar la puerta detrás de él—. Los adultos las necesitamos para poder subsistir.

Yuri arrugó la nariz como si la idea fuese repulsiva de solo pensarla.

—En serio no puedo creer que te hayan contratado como profesor.

Viktor parecía estar a punto de reclamarle y decir que en realidad era un asistente, pero al final decidió no hacerlo. Yuri pensó que tenía que ser extraño, porque los profesores no lo reconocían como uno de ellos, pero algunos estudiantes sí que lo hacían. Para Yuri, seguiría siendo igual que Viktor tuviese veinticinco años o diecisiete, si fuese profesor o asistente, si fuese su hermano o no.

Handsome Devil [OtaYuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora