25. Un compromiso, un pretendiente, un consejo

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Los días de vacaciones después de eso fueron muy distintos a lo que Yuri estaba acostumbrado. Esta vez tenía mucha más tarea, y además, sus planes de quedarse en el internado por una semana se habían esfumado por completo. Al parecer ahora su madre se preocupaba por él, y le pedía por mensajes y llamadas que apenas pudiera se pasara por Moscú.

Pero, de entre todas, la diferencia más notoria es que no podía sacarse de su mente la idea de haber besado a Otabek.

Ese mismo domingo fue el primer día que tuvo que ir a cumplir la tarea de visitar a su familia, y era obvio que llegaba tarde para el almuerzo. Encontró a su abuelo y a su madre charlando con un desconocido de manera muy alegre en el comedor, y apenas cruzó la puerta, todos se quedaron viéndolo, encantados con la sorpresa.

—¡Yura! Gracias al cielo estás bien —dijo Alina, quien se levantó para abrazarlo—. Pensé que no llegarías hasta mañana. Nos hubieses avisado y pudimos ir a buscarte.

Yuri se sentía algo cohibido. Incluso, casi dudó de ir a abrazar a su abuelo, principalmente porque las muestras de afecto eran extrañas en él de por sí, y más aun con los otros dos pares de ojos viéndolo como si nunca lo hubiesen hecho antes.

—Almuerza con nosotros, Yurochka. Iré a servirte la comida —dijo su abuelo al separarse de él, y empezó a levantarse del asiento cuando el desconocido le detuvo.

—Por favor, siéntese —dijo con una sonrisa mientras se ponía de pie. Yuri no pudo evitar ver el anillo de compromiso, más brillante que nunca cuando el tipo apoyó sus manos en la mesa—. Lo haré yo.

Yuri frunció el ceño y se negó a hacer contacto visual con su madre. No era necesario que nadie le dijera lo que pasaba, pero aun así sentía que alguien allí debía explicarle la situación. Nikolai pareció darse cuenta del asunto y le habló un poco a Alina acerca de Yuri y su vida en el colegio. Ese parecía ser el tema de conversación que nunca fallaba al hablar de tus hijos, según Yuri se daba cuenta. El problema es que Nikolai no era su padre, y alguien que escuchara la conversación jamás adivinaría que Alina era su madre.

Cuando minutos después el tipo trajo la comida, Yuri ni siquiera se molestó en ocultar su sorpresa. Habían ordenado comida rápida, así que todos sus platos eran iguales. Su madre tampoco sabía cocinar, eso lo recordaba bien.

—Yura, él es Pyotr.

El hombre sonrió y le extendió la mano. Yuri removió la comida en el plato por unos segundos antes de devolverle el saludo.

—Es un gusto —dijo con ironía—. Soy Yuri, hijo único de la mujer con la que te vas a casar.

Pyotr se rio un poco, y Alina pareció aliviada de que él se lo tomara a modo de chiste.

—He escuchado de ti, Yuri —dijo, y bebió un poco de jugo. Era un hombre muy alegre, y Yuri en serio esperaba que el tipo le diera una razón para comenzar a odiarlo lo más pronto posible—. Hablaba con tu madre de que hace algunos años llegué a ver una de tus presentaciones bailando ballet. Eras muy conocido en aquel entonces.

Yuri miró a su madre y ella apretó los labios, quizá consciente de que su hijo no querría escuchar de eso.

—Lo era —dijo Yuri—. Pero un día mi profesora se dio cuenta de que vomitaba todo después de comer, así que mamá tuvo que sacarme.

Pyotr mantuvo su sonrisa, un poco más incómodo ahora.

—Me alegra que se haya tomado la mejor decisión con respecto a tu salud.

Yuri no se esperaba una respuesta de ese tipo, pero no se lo hizo saber.

Esa tenía que ser la primera vez en todo el mundo que alguien le decía algo parecido. Además de su profesora de ballet, quien por obligación siempre se preocupó por su bienestar, o de su psicóloga, quien siempre le recordaba como su salud mental era mucho más importante que ninguna otra cosa, nadie fuera de su círculo cercano le había dicho algo de ese estilo. Todos se preocupaban mucho más por el hecho de haber perdido a una estrella, por perder al chico prodigio con cara de ángel que iba a tener un buen futuro.

Handsome Devil [OtaYuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora