En ocasiones como esa Yuri se preguntaba por qué en su país había tantas vacaciones en el calendario escolar. No se quejaba, pero una que otra mirada a programas estadounidenses le hizo entender que no era lo normal en todo el mundo. Esa vez, como muchas otras veces desde que estudiaba ahí, decidió quedarse en el internado.
Era contradictorio, pero tener una semana libre era algo que odiaba casi tanto como tener que ver clases. En esos días se quedaba en el internado la mayor parte del tiempo solo, porque la familia que tenía —es decir, su abuelo—, no vivía en la ciudad, y tener que ir a Moscú solo para regresarse en un par de días no le parecía factible.
Así que en ese momento mientras se encaminaba para ir a la sala de la psicóloga, miraba tranquilo a los lados, sin preocupación de tener que encontrarse con alguien, tanto del alumnado como de los profesores. La mayoría se habían ido.
Entró sin necesidad de tocar la puerta, seguido de un saludo de manos.
—Yuri —exclamó ella levantando la mirada, para luego fijarse en su portátil—. Te quedaste de nuevo aquí.
Él se encogió de hombros y se sentó al frente de ella.
—Lo de siempre.
Minako asintió.
—Creo que tengo algo que podría ayudarte. Algo que puedas hacer.
Yuri frunció el ceño.
—¿De lo que hablamos la otra vez? ¿Lo de...?
—Lo de conseguir puntos extra, sí —completó ella, entrelazando sus manos encima de la mesa.
—¿Y bien?
—Puedes ser parte del comité organizador del baile —y dicho eso, esbozó una enorme sonrisa sarcástica. Yuri hizo un mohín de disgusto y negó.
—¿Por qué me suponía que era algo así?
Minako se recostó del asiento. Ella también esperaba una reacción parecida.
—¿Qué más te queda? No quieres formar parte de ningún club extracurricular oficial —dijo. Yuri suspiró—. Puedes aprovechar que la mayoría están de vacaciones. Nadie te verá haciendo recortes y usando glitter.
—Vaya consuelo.
De igual manera, Yuri tuvo que hacerle caso. No le quedaba otra alternativa.
Así que, con rostro ceñudo y unas ganas de arrancarse el cabello que no se quitaban, Yuri tuvo que dirigirse hacia el salón de manualidades, para encontrarse con un grupo de personas haciendo recortes, imprimiendo afiches y alguien que estaba viendo un tutorial en su portátil de cómo colgar una bola disco del techo sin que se cayera.
Yuri iba a desmayarse en cualquier momento.
«Solo hay perdedores aquí», se dijo. Se tuvo que recordar que él también era un perdedor y fue obligado a salir de su ensoñación cuando alguien le tendió un adorno.
Miró a la mano temblorosa que se lo había dado, para luego subir la mirada y encontrarse con un chico de suéter y anteojos que no miraba en su dirección. Si no conociera a las personas de su colegio mejor, apostaría lo que fuera que habían obligado al pobre chico a hablarle.
—¿Y eso qué es? —preguntó Yuri. Agarró entre sus manos el adorno—. ¿Qué hago con esto?
—Hay que... darle forma.
Yuri volvió a mirar el adorno, y luego al chico. Tenía rasgos asiáticos al igual que la psicóloga.
—Espera, ¿tú eres familia de Minako?
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Handsome Devil [OtaYuri]
Fiksi PenggemarComo cualquier adolescente, Yuri Plisetsky odia compartir su habitación. Medias sucias tiradas por doquier, bolsas de frituras que él no se comió regadas en el piso y madrugadas sin poder dormir por los ronquidos de alguien más. Es por eso que desde...