5. Repartiendo moretones como si fueran regalos

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En los dos años que Yuri llevaba estudiando en el internado nunca había tenido un compañero por tanto tiempo. A pesar de las quejas verbales que se encargaba de soltar cada vez que podía, después de una semana viviendo con Otabek era obvio que no era tan desagradable. Comenzando con el hecho de que Otabek casi nunca estaba en la habitación, y las pocas veces que sí estaba, era para dormir y de manera que Yuri apenas notara su existencia. Ni siquiera tenían clases a la misma hora, así que Yuri tenía pocos reclamos hacia él.

La mayoría de las veces el que se levantaba primero por las mañanas era Yuri, y cada vez que él salía de la habitación rumbo a clases Otabek seguía durmiendo.

Al menos, hasta que llegó el día cuando Otabek veía Literatura.

Esa mañana, Yuri se levantó y sorpresivamente Otabek estaba de pie, incluso antes que él se parara a hacer sus ejercicios —los cuales por cierto, eran menos constantes que antes, porque Otabek de verdad no le prestaba atención—. «¿Qué mierda?», pensó. Veía a Otabek moverse de un lado a otro, sin camisa y mientras organizaba su uniforme en la cama. Por su parte, Yuri, preocupado de que estuviese tarde, se sentó de golpe.

—¿Qué hora es? —preguntó.

Otabek no volteó a mirarlo.

—Un cuarto para las seis —dijo, con demasiada tranquilidad a lo que ameritaba.

—¿Qué mierda...?

Yuri se peinó el cabello y restregó sus ojos. Al ver a su lado, lo único que pudo visualizar fue la espalda de Otabek. De inmediato frunció el ceño. Estaba demasiado temprano como para tener que soportar eso. Se quedó viéndolo y a la vez no lo hacía, pensando en cualquier cosa para luego parpadear varias veces.

Por un momento, Yuri deseó tener una contextura menos... como la que tenía justo ahora, y más parecida a la de Otabek. «Otabek debe ser fuerte», pensó.

Lanzó un suspiro. Sin importar cuanto comiera Yuri no engordaba, y eso, sumado a las dietas estrictas que había seguido cuando estaba pequeño, le había quitado todo el gusto de comer comida chatarra. Además de eso, Otabek estaba súper bronceado, y Yuri se dio cuenta que era todo lo que él había querido ser alguna vez mientras crecía.

«Maldito idiota». Y es que a Yuri ni siquiera le salía vello facial. Por supuesto, no le salía en la cara, pero tenía un jodido matorral de vello rubio en la entrepierna, que tan pronto le había salido había decidido que se lo iba a dejar allí. Le hacía sentirse solo un poco más masculino. Solo un poco.

—No quise despertarte.

«¡Pues lo hiciste!», pensó con fastidio.

—Tengo Literatura hoy y no podía dormir —Otabek continuó—. Preferí bañarme de una vez antes de que despertaras y tuve que hacerlo aquí.

Yuri se tuvo que recordar que compartían un baño.

En realidad, dentro de la casa había gran cantidad de baños públicos, donde las personas iban a bañarse. En esa casa, su habitación era una de las pocas con baño propio, pero por la misma razón era una habitación mucho más pequeña, y además, era Yuri quien debía limpiarlo. Valía la pena, o al menos eso trataba de hacerse creer.

Hizo un gruñido para luego buscar una toalla y dirigirse al baño.

Ese día había llegado justo a tiempo al aula de clases porque a pesar de pararse demasiado temprano gracias a Otabek, poco después se quedó dormido de nuevo. Cuando se levantó y pudo ver la hora, faltaban quince para las ocho y él estaba acostado en la cama apenas siendo tapado por una toalla.

Handsome Devil [OtaYuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora