32. Olvida todas las estrellas fugaces y las lunas plateadas

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Yuri, aun cuando en su infancia pasó por una faceta de niño rebelde, en aquel entonces siempre tuvo que llegar temprano a todo lo que hacía.

Cuando tenía seis años, su madre trabajaba en un horario muy exhaustivo y que la despidieran no era una opción. Eso significaba que Yuri llegaba muy temprano a la escuela, a veces hasta una hora antes que el resto de sus compañeros, solo para que ella estuviese en la oficina de manera puntual. Él recordaba sentarse al lado de la profesora y apenas moverse de allí en todo el día. También recordaba comer solo en el recreo, aun cuando la maestra le insistiera en que fuera a comer con los demás. Una de esas veces en las que sí lo hizo, terminó haciendo llorar a otro compañero y ya ni siquiera recuerda por qué. Al final la maestra dejó de insistirle.

Con las clases de ballet era lo mismo. Recordaba levantarse muy temprano él solo, tocar la puerta de su madre y al ver que estaba dormida —probablemente con resaca por una fiesta de la noche anterior—, él le movía el brazo y le sacudía las zapatillas en su cara. La mayoría de las veces eso era suficiente para que Alina se despertara, encendiera el automóvil, y le sirviera un plato de gachas de avena mientras esperaban que el automóvil terminara de calentarse.

En la adolescencia, Yuri empezó a llegar tarde a todos lados; a veces incluso lo hacía a propósito. Por cada día que pasaba se sentía más cansado, y prefería dormir un par de minutos más a tener que verle la cara a sus compañeros.

Yuri relacionaba el hecho de ser impuntual con ser un completo desastre, al menos hasta ese día.

Ambos iban tarde al cine porque Otabek no dejaba de darle besos a Yuri por toda la cara.

Lo único que le pudo hacer voltear y por unos segundos desistir de su cometido fue la vibración de su teléfono contra la mesita de noche, y Otabek lo dejó así por varios mensajes hasta que le dio un beso en la frente a Yuri y fue a revisar.

Yuri vio la cara de Otabek suavizarse como lo hacía en ocasiones, así que se inclinó sobre él y apoyó la cabeza en su hombro, queriendo ver de quién era el mensaje.

Vera acababa de salir de la sala de cine, y le había mandado una foto a Otabek mientras fingía estar llorando. Luego envió muchos emoticones que parecían querer explicar la trama, pero sin usar palabras.

—En América se estrenó primero —dijo Otabek a modo de explicación. Luego, pulsó el icono de la cámara y antes de que Yuri se diera cuenta, tomó una foto y se la envió.

Estaban teniendo relaciones???

Estábamos hablando.

El cabello de Yuri me dice lo contrario

Cuando vea la película te escribo.

—¿Qué hora es?

—Tarde —dijo, y sacudió el cabello de Yuri—. Si nos vestimos rápido con suerte podremos ver mitad de la película. —Sonrió.

—A la mierda la película.

—¿Podrías dejar que me coloque un pantalón? ¿Por favor?

Yuri se separó y agarró el rostro de Otabek con ambas manos.

—No —dijo con una sonrisa. Otabek le miró con severidad por unos segundos—. ¿No podemos quedarnos aquí y seguir besándonos?

—Me gustaría llevarte a una cita real.

—Me gustaría seguir besándote —dijo Yuri, como si eso zanjara el asunto.

Yuri y Otabek se habían bañado. Después Yuri había querido elegir la ropa de Otabek, pero luego se había entretenido con su teléfono, y Otabek terminó por ponerse una camiseta cualquiera y le había pedido a Yuri que hiciera lo mismo, porque no planeaba que estuviesen semidesnudos por mucho más rato. Eso había resultado en los dos sin terminar de vestirse mientras hacían cualquier otra cosa.

Handsome Devil [OtaYuri]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora