Capítulo 4

3.4K 255 93
                                    

Capítulo 4: Entre amaneceres.

Un tiempo después me desperecé.

—¿Ya te has despertado, Gatita?—. Me preguntó Aizawa. Creo que no, que sigo soñando, porque eso ha sido raro, muy raro. Vale, inspira: un, dos, tres; expira.

—Eh... Sí—. Él tampoco parecía muy cómodo con lo que acababa de decir, parecía querer que lo tragase la tierra tanto como yo.

—Toma, el café sigue caliente, creo que solo has dormido media hora—. Dijo tendiéndome un vaso.

—Gracias—, dije mientras me lo tomaba lo más rápido posible, tratando de no reparar en su amargo sabor—, bueno, vamos—, arranqué de nuevo el coche.

Pasó un cuarto de hora hasta que Aizawa volvió a hablar.

—Perdona por lo de antes, es que me acostumbré a llamarte así y me salió solo.

Ay no, que incómodo.

—No te preocupes. ¿Sabes?, me alegro de que fueras tú quien me encontró, si hubiese sido otro profesor probablemente hubiese tenido que comer asquerosidades—. Dije tratando de llevar a ese momento la conversación.

Aunque pensándolo bien, era igual de incómodo.

O quizá más.

Sí, definitivamente más.

—No quería que te acercases al gato de Midnight por si se ponía violento, por eso tuve que encerrarte en mi habitación.

—Ya, me pregunto si Sushi me hubiese reconocido—. Él se encogió de hombros.

----

Era nuestra primera semana como alumnos de tercer año, lo que implicaba que aún no habíamos iniciado las pasantías de ese año, no lo haríamos hasta después del festival deportivo, que se celebraría al mes siguiente.

Estábamos nerviosos y ocupados. La motivación de principios de año nos llevaba a estudiar al día y a entrenar durante nuestros tiempos libres, pero ya se estaba esfumando.

Una vez salimos de clase ese sábado, cada uno de nosotros se dirigió a hacer una actividad diferente, algunos hicieron deberes, otros fueron a entrenar con los del B, otros practicaron con sus quirks, otros se dedicaron a descansar... Yo decidí que iría a correr por los caminos de la UA, estaba cansada y no me sentía capaz de llevar a cabo un entrenamiento duro, pero sabía que si no entrenaba diariamente perdería el hábito, así que me puse en marcha.

Cuando pasé por el edificio de los del primer curso escuché gritos y, dispuesta a ayudar en lo que pudiera, me acerqué y traté de abrirme paso entre unos arbustos, intentando llegar lo antes posible.

Después me enteraría de que en esa clase había un niño cuyo don era el de transformar a la gente en animales, incluido a él mismo. También sabría que en función de su estado físico y de ánimo el efecto podría durar más o menos.

Resulta que no solo estaba en una excelente forma física, sino que también estaba rabioso. Sus amigos le habían gastado una broma y él trató de usar su quirk en ellos, con una puntería pésima, debo decir, ya que me dio de lleno a mí.

Yo estaba muy desconcertada y recuerdo vagamente lo que ocurrió, podía oír gritos de los niños, pero sonaban embotellados, después se unió una voz más grave que tiempo después se dirigió a mí.

—Pero bueno, ¿qué tenemos aquí?—, sentí como me levantaban del suelo—, ¿te han asustado esos idiotas?, no te preocupes, gatito—, me levantó sobre su cabeza—, no, gatito no, gatita.

Dulces sueños [Aizawa Shouta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora