Capítulo 30

1.3K 109 17
                                    

Capítulo 30: Patrulla.

Narrador omnisciente.

A TN la cabeza le pesaba, sentía martillazos en sus tímpanos y pinchazos en su nuca.

Pero el deber es el deber y, muy a pesar de su cansancio, su resaca o su dolor, tenía que trabajar.

Por otro lado, Aizawa, más pálido de lo normal, se retorcía infantilmente en su saco de dormir, remoloneando a pesar de ser casi de noche.

—No voy a ir.

—Nadie te obliga, pero tendrás que soportar las repetitivas quejas de tus amigos.

Shouta gruñó, desperezándose y yendo a arreglarse junto a su pareja, sabiendo que estaba en lo correcto.

—Debería dejar el trabajo y vivir con lo que tengo ahorrado.

—Pero eso implicaría no volver a ver el miedo en los tiernos ojitos de tus estudiantes cuando anuncias un examen sorpresa nada más entrar por la puerta.

—Cierto, no creo que pudiese vivir sin sus lágrimas, son la miel con la que endulzo mi café todos los días.

A pesar de lo dicho, ambos sabian que Shouta realmente disfrutaba siendo maestro, le gustaba ver el progreso de los niños, ver como se convertían en adultos y personas a las que admirar.

No tardaron en marcharse cada uno por su lado.

Shouta fue con Mic y Nemuri a un bar y TN comenzó el patrullaje.

A pesar de lo largos que se le hacían, le gustaban mucho los turnos de noche, sobre todo cuando, al igual que ese día, el cielo estaba totalmente despejado.

Las farolas iluminaban la calle con tonos anaranjados, los gatos rondaban a su antojo por la mayor parte de los barrios, ellos pasaban a ser los dueños de la calle, las aves nocturnas eran las únicas que, mediante sus ululeos, impedían que el silencio reinase en la ciudad.

Una vez fuera de la zona residencial, un lindo y amplio parque era la siguiente parada, el olor a fresco y rocío inundaba sus fosas nasales, los caminos entre árboles y flores de diferentes especies simulaban un encantador bosque, en el cual se distinguía un claro desde el que, carecedor de luces artificiales en su inmensidad, llegaba a avistarse júpiter a un lado de la luna.

La siguiente parada antes de empezar de nuevo el recorrido era la zona de las fiestas, la cual contrastaba con las anteriores por su bullicio y estruendo. Se contagiaban la alegría y la diversión de los jóvenes cuya conciencia era dispersada lentamente en el ambiente por el alcohol que consumían.

Pero, claro, aquella era la parte buena, en la zona residencial había peleas, discusiones, quejas, niños que se escapaban, ladrones que consideraban a la luna como su mejor aliada...

En el parque solía haber personas sin hogar durmiendo en bancos, muchos de ellos no aceptaban la ayuda, aquello parecía una locura, pero tenían sus razones, algunos rechazaban por completo a las figuras de autoridad, consideraban que la anarquía sería un paraíso y no renunciarían a sus creencias por nada, ni siquiera por un techo. Otros, los más abundantes no se planteaban siquiera ir a un albergue, sabían que allí quedarían desprovistos de las sustancias que, a pesar de destruirlos, les hacían falta.

Por último, los bares y discotecas eran frecuentados por toda clase de personas, desde gente inocente que sólo trataba de divertirse, hasta violadores o asesinos. Las peleas abundaban y quedaba claro que era el lugar más agitado de los tres.

Los otros turnos, aquellos que ocupaban parte de la mañana, o de la tarde, implicaban más interacción social, niños perdidos, coches en la calle, carteristas...

Dulces sueños [Aizawa Shouta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora