Capítulo 11

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Capítulo 11: Cortes.

Aizawa neutralizó el don del hombre que nos había dado la droga y el de otras tres personas que había allí, yo aproveché su estado de confusión para inmovilizarlos con mi don.

Estábamos atándolos cuando sentí varios cortes por mi espalda, en su mayoría no eran muy profundos, pero sí dolorosos. 

Levanté una pared de agua que sirvió de escudo para las siguientes oleadas de armas que llegaron.

Varios metros después de nosotros había dos personas que parecían tener dones similares: ataques a larga distancia que consistían en el lanzamiento de materiales afilados, uno cuchillas, el otro vidrios. Una vez Aizawa los vio, anuló sus quirks y solo fue cuestión de tiempo atraparlos.

Poco tiempo después, cuando Aizawa estaba dando el aviso a la policía, sentí como la adrenalina abandonaba poco a poco mi cuerpo y comencé a marearme. Me había equivocado al evaluar mis heridas en un primer momento, un corte situado en mi espalda baja era más profundo de lo que pensaba.

Siendo consciente de que podría desmayarme en cualquier momento me senté en el suelo y llamé la atención de mi compañero.

—Aizawa, creo que...—. Y todo se tornó oscuro.

No pasó más de media hora hasta que llegaron los policías con una sanitaria, que utilizó su don para devolverme la consciencia. Nos desinfectó las heridas y me puso puntos.

Una vez acabó, uno de los agentes nos informó de que el inspector Kokatsu  nos esperaba en comisaría y que el era el encargado de llevarnos hasta allí.

Aizawa parecía molesto, decía que era el inspector el que debería movilizarse hasta nosotros, ya que estábamos heridos.

—Buenos días, lamento que no pudiéramos ayudarles en su pelea contra esos criminales, les perdimos la pista, probablemente debido al don de uno de ellos, ¿tienen la droga?— Nos recibió Kokatsu.

Puse la bolsita con los polvos rosados sobre su mesa.

—No entiendo nada, ¿por qué nos darían la droga para perseguirnos después?— Pregunté.

—No lo sé, en cuanto los interroguemos os contactaremos y os daremos la fecha y hora de la próxima reunión.

Llegados a ese punto, cansada, con heridas y con unas ganas inmensas de acostarme, decidí no darle más vueltas al asunto.

<<Que le den a los polvitos rosas de las narices>>.

—Vamos a mi casa, está más cerca y necesitas descansar—. Decidió Aizawa en cuanto salimos del edificio.

—Creo que no soy la única, a penas hemos dormido estos días—. Comenté yo.

Era cierto, camuflarse en diferentes ambientes era mucho más cansado de lo que parecía. Por un lado, era muy estresante, el miedo a ser descubiertos era un estímulo desagradable; por otro, había que dedicar mucho tiempo al estudio de los lugares a los que íbamos, para buscar salidas por las que escapar en caso de que hubiera problemas, la elaboración de personajes y la creación de disfraces. 

—Pero yo no me he desmayado por pérdida de sangre.

Tres cuartos de hora más tarde llegamos a su piso, era un lugar minimalista, solo había lo más estrictamente necesario, podría contar los muebles con los dedos de las manos. Lo más personal que había era una fotografía en la que salían Eri y él dándose un abrazo.

Él me llevó hasta el salón, en el que lo más destacable que había era un gran ventanal, por lo demás solo había un sofá y una mesa en la que puso algodones, vendajes y clorhexidina.

Dulces sueños [Aizawa Shouta]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora