La noche del domingo se había acabado casi tan rápido como un parpadeo. Eran las 5 de la mañana y ya el sueño se le había esfumado.
Sus amigos le habían dicho que no se preocupe, que verían la manera de sacarlo de ahí. Lo malo es que no aseguraron cuándo.
Sólo le quedaba esperar.
Ahora se debatía realmente si debería verse bonito, arreglarse como siempre. Pero eso implicaría demostrar que se estaba luciendo y no tenía un porqué. Sólo iba a trabajar para la asquerosa mafia.
¿Y qué diferencia había? Él siempre era bonito.
Se colocó unos jeans negros y una camisa blanca que en realidad le quedaba bastante grande, por lo que decidió fajarla en su cintura. Demonios, en serio era hermoso. Bueno, ese era otro tema.
Bajó hasta la cocina, encontrando allí a sus padres.
-Vaya... Ni siquiera te has esforzado en verte tan... Fabuloso, mi pequeño Sun. —halagó su padre—
-G-gracias...
-¿Dónde dices que vas a trabajar? —y sí, tal como lo suponía su madre iba a preguntar algo por el estilo—
-P-pues... Es una farmacéutica, mamá. Aún no salen al mercado...
-Por favor no preguntes más, por favor no preguntes más, por favor...
-Ya veo... Te deseo suerte pequeño, cuídate mucho de camino al trabajo. Ahora come, porque las mentes brillantes mueren sino se alimentan.
-Al igual que los rostros hermosos. —añadió SeokJin, haciendo reír a su esposa e hijo—
Después de comer con ellos no se sentía mejor, les iba a mentir sobre muchas cosas a partir de ese momento y la sola idea de ser descubierto le aterraba. ¿Por qué a la gente le gusta mentirle a sus padres? El terror de hacerlo y que te descubran para él era inmenso.
No iba a mentir, la adrenalina era algo totalmente nuevo que aún no sabía si lo hacía sentir bien o mal, pero tampoco sabía si quería averiguarlo.
Salió del vecindario con su mochila al hombro, caminó muchísimas calles hasta donde se le había dicho que encontraría a Hwang, pero como era de esperarse de un holgazán mimado este no se encontraba presente. Lo más probable era que se hubiera quedado dormido, lo mejor que podía hacer él en ese momento era esperar que se le diera la gana de aparecer.
Se distrajo viendo su teléfono en lo que esperaba al vago que iba a tener de "cuidador" como si no estuviera ya bastante grande. Los minutos pasaban y pasaban mientras que el otro no daba señales de querer aparecer.
Sunoo se dió la vuelta buscando con la mirada al insolente chico, cuando sintió una mano posarse en su fina cintura y otra sobre sus labios. Fue bruscamente jalado al interior de un vehículo azul eléctrico y ya no podía recordar más...
No supo qué hora era al despertar, pero se hallaba maniatado en una silla de escritorio.
-¿Pero qué...?
-Ya sé que te preguntas porqué estás ahí atado y seguramente quién soy yo.
Al inicio Sunoo creyó que el idiota que lo había tratado de esa manera era Riki, pero se dió con la sorpresa de que no era así. Aquella voz no la conocía, ni siquiera el rostro.
-¿Dónde estoy?
-Pues en un taller abandonado, niño.
-¿Dónde está Riki?
-¿Ese vago? Pues, me debe algunas... Justo ahora debería hacerlo pagar, ¿no crees? Ese chico... Es muy atrevido, ¿sabes?
El hombre chasqueó la lengua y se oyó como ingresaban otra silla al lugar, una que sostenía un peso un poco más grande por el sonido. Una luz se encendió, dejando ciega su visión durante unos segundos.
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You're My Criminal [SunKi]
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