Jodido

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Si hubiera sabido que la vida era así de jodida, se hubiese ahorcado con el cordón umbilical dentro del cuerpo de su madre desconocida.

—Scorp... ¿estás durmiendo?

—... si.

Tragó saliva mirando el techo, aunque en realidad, miraba la tela esmeralda que rodeaba su cama. Lo protegía del exterior, aunque no le evitaba escuchar y ser escuchado.

—¿Aún te duele el brazo?

—Está bien.

—...¿Rose te dió una pulsera?

Scorpius sonrió de medio lado, sin embargo, no se sentía para nada feliz ni juguetón. Su ánimo estaba por el suelo.

—Si, igual a la tuya.

—Lo sé.

Todo era tan jodido. Y su corazón estaba dispuesto a soportarlo hasta donde pudiera.

Rose le había dado una pulsera después del partido de Quiddicth. Slytherin contra Hufflepuff.

Habían ganado, ser Slytherin implicaba que debían luchar hasta lo último, además, tener a Rose como capitana de Quiddicth había ocasionado que el ser una serpiente no fuera pretexto para poder hacer trampa y jugar rudo. Debían ser fuertes, luchadores y perseverantes, pero no salvajes.

Sin embargo, los Hufflepuffs no parecían querer rendirse. Y por eso actuaron de forma inmediata, atacando y empujando con extraordinaria fuerza, buscando tumbarlos de sus escobas. Y si se rompían un hueso, mejor.

Scorpius se había lastimado el hombro cuando fue golpeado por una bludger, sus piernas y manos trataron de apresar la escoba en vano, escurriéndose de su agarre. Cayó en una cuestión de segundos, desde una altura de más de cincuenta metros, y cuando impactó contra el suelo se pudo escuchar el crujido de los huesos de su hombro izquierdo.

—¿Cómo estás?— le había preguntado Rose, luego de que el partido había terminado. Le tendió una botella de agua.

Scorpius se removió incómodo en las gradas mientras que la chica se sentó a su lado.—Bien. Gracias.

—¿Sabes? Me acordé de que te tengo un regalo— sonrió la chica sacando una pulsera de su bolso deportivo y se la puso en la muñeca.—¿Te gusta?

—Es lindo.

—Quería regalartelo antes, pero siempre te me escabullías.

El rubio lo sabía. Había visto cuando Rose se lo regaló a Albus, y había decidido irse antes de que su malestar aumentara.

Y cada vez que Rose hablaba con Albus, no podía evitar salir huyendo del lugar.

—Rose— al recibir un sonido afirmativo por parte de la chica, continuó.—¿Te gusta Albus?

—¿A mí?— Rose rió, pero aún así Scorp mantenía una expresión seria.—¡Hey! Albus es un amigo, igual que tú.

Scorpius mentiría si dice que esa declaración no le alivió. Aunque después de esa sensación de alivio, le siguió una inexplicable sensación de tristeza.

—¿Por qué preguntas? ¿Quieres coquetear conmigo?

—Uh...— el rubio rascó su oreja sin saber que decir, inconscientemente haciendo una mueca de incomodidad.

Rose sonrió sorprendida.—Uy, me estás haciendo sentir muy fea ahora mismo.

—No, no. Eres linda a tu manera.

—¿Estás tratando de consolarme?

—...Un poquito.

—¿Y la pulsera? ¿Te gusta? La vendo en Instagram.

—¿Cómo te atreves a vender esto?

La chica pelirroja soltó una carcajada y le golpeó el hombro, haciendo que el rubio soltara un quejido.—¡Oh!- ¡Lo siento! ¿Te golpeé el hombro lastimado?

—Tranquila, fue el otro hombro.

Y Albus los había visto a la lejanía, queriendo festejar con Scorpius al haber tomado la snitch y proporcionar la victoria minutos después de que el rubio fuera derribado.

Y ahí estaban, cada uno en su cama y en silencio. Scorpius no pudo controlar más su curiosidad y masoquismo interno, que pareció haber tomado de sus padres adoptivos.

—Albus.

—¿Qué?

—... ¿puedo preguntarte algo?

Ya lo estás haciendo, le hubiera dicho el chico en cualquier momento. Menos en ese.

—Yo también quiero hacerte una pregunta.

—Vas primero.

Estuvieron algunos minutos en silencio, en los que ya Scorpius creía a su amigo dormido.

—¿Te gusta Rose?

Sonrió sin ganas. Por Merlín bendito.

—¿Te gusta a ti?

—Te pregunté primero.

—¿Entonces?— Scorpius no iba a ceder.

—A la cuenta de tres, respondamos al mismo tiempo— dijo Albus.—1... 2... 3.

—No.

—Sí.

Scorpius sintió un nudo formarse en su garganta, mientras de Albus soltaba un suspiro de alivio.

—¿Ya le confesaste tus sentimientos?

—No, ¿crees que le guste?

Soltó una risa.—¿Cómo iba a saber eso?

—Seriamente— Albus se levantó de su cama y se escabulló dentro de la cama del rubio, como era costumbre.—¿Si fueras ella, te gustaría?

El rubio continuó con sus manos apoyadas debajo de su cabeza y mirando el techo. Parpadeó rápidamente alejando las lágrimas, sin dirigirle la mirada a su amigo.

—¿Alguien cómo tú? ¿Qué le va a gustar?

Albus hizo un puchero.

—Muchas cosas, piénsalo. Te conozco desde hace mucho tiempo, te ayudo en las peleas, cuido de ti y soy detallista.

Scorpius lo sabía. Y por eso estaba muy jodido.

—Scorp, ¿te gustaría?

—Yo...— murmuró mirándolo a los ojos.—Te odio.

Y se acostó en su cama dándole la espalda a Albus, mientras una lágrima silenciosa corría por su mejilla.

—¿Qué demonios? Consisto en muchas buenas cualidades, incluso a mí mismo me agrado— el chico le tocó el hombro con su dedo.—Ya veremos, si encuentras a alguien la mitad de bueno que yo.

Albus lo imitó, acostándose a su lado y cayendo rápidamente dormido en minutos. Sin ninguna razón para tener insomnio, como Scorpius.

El rubio se volteó lentamente, apoyando su mejilla en su mano y admirando el perfil relajado del moreno.

Secó sus mejillas con rudeza. No valía la pena llorar por alguien más que no fuese su familia. Y aunque Albus fuese muy importante para él, no era razón para ahogarse en miseria.

Aceptó que le gustaba Albus y no podía hacer nada contra eso. Ni a favor.

Qué jodida mierda.

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