San Valentín

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Solo quería estar solo, y ni ese derecho se le era otorgado. Bueno, más que derecho, era un capricho.

—Scorpius.

El rubio lo ignoró, continuó mirando el cielo oscuro de la medianoche, en el balcón de la Torre de Astronomía. Escuchó como Albus caminó sobre la crujiente madera y se posicionó a su lado.

—Scorpius.

—¿Qué pasó?— el rubio le dedicó una mirada cansada, sin soltar su agarre del barandal.

—¿Por qué hiciste eso?

—¿Por qué hice qué?

Albus se acercó, tomándolo del hombro y girando su cuerpo, haciendo que lo mirara de frente. Se pudo observar con más claridad la mejilla izquierda hinchada y púrpura de Scorpius.

—¿Por qué te interpusiste?

—Por supuesto, debía quedarme mirando cómo iban a golpearte por estar coqueteando con la novia de un idiota que no me interesa.

—En realidad sí. Yo podía hacerme cargo, porque no estaba conqueteando con ella.

Scorpius tragó saliva y parpadeó rápidamente, frunciendo el ceño. —Intervine porque quise.

—¡Y ahora estás lastimado! ¿Qué te sucede?

—¡No me sucede nada! ¡¿Sabes qué?! ¡Tal vez no me hubiera lastimado si alguien no estuviese de aquí para allá con esa chica!

—¡Oh! ¿Así que ahora es mi culpa?

—¡Sí! ¡Mierda, es tu estúpida culpa!— Scorpius alzó sus manos y empujó los hombros de Albus, haciéndolo retroceder unos pasos.—¡Deja de ser tan coqueto! ¡Deja de tratar tan dulce a cada chica que veas! ¡Y mucho menos en San Valentín! ¡Ya detente!

—¡¿Y quién mierda eres tú para reclamarme?!— el moreno lo tomó del cuello de su pijama y lo zarandeó enojado.—¡Tú eres el menos indicado para intervenir! ¡No hablas con nadie más que tus amigos! Apuesto a que no sabes cómo es dar un beso, como es que alguien te guste o estar enamorado. ¡Lo apuesto!

Scorpius le dió un manotazo en el pecho, pero su fuerza ya era nula, lo miró con los ojos cristalizados y rojizos, iluminados levemente por la luz de la luna.

—Tú, Albus Weasley, te puedes ir a la mierda— le señaló con un dedo acusador, sus rostros a centímetros de distancia y con sus respiraciones agitadas.—Seremos mejores amigos, pero no lo sabes todo. Joder, no puedes hablar como si supieras todo.

—Y tú no puedes reclamarme, nosotros no somos nada más que amigos, ¿entiendes? No somos una cosa, Scorpius. Ya detente con este teatro.

—¡Tú detente! ¡Idiota! Tú... tú eres tan malditamente exasperante...

Una lágrima rodó por la pálida mejilla del rubio, y Albus aflojó el agarre de su cuello. Los ojos grises de Scorpius lucían tan atormentados y tristes, y realmente se preocupó.

—¿Scorp...?

El rubio posó su mano en la nuca de Albus, sus alientos calientes se mezclaban en el frío clima de la noche, el moreno sintió un escalofrío recorrerlo cuando los ojos grises de Scorpius se fijaron en sus labios moverse. Y cuando menos lo supo, sus bocas estaban juntas.

Albus sujetó los hombros de Scorpius, quién solo hizo un leve movimiento. Sus labios se encontraron torpemente, el contacto les hizo acelerar el corazón y nublar su mente, ansiando algo que no sabían.

—Lo siento...— murmuró Scorp sobre sus labios, intentando separarse.

El moreno lo tomó de la mejilla derecha y no lo dejó seguir hablando. Scorpius jadeó y ladeó su rostro, profundizando el toque, acarició el labio superior de Albus con su lengua y este entreabrió la boca, recibiendo lo demandante que estaba siendo el rubio, mordieron y lamieron sus labios por minutos, respirando y jadeando entre el beso.

Hasta que Albus se separó.

—Deberíamos detenernos— setenció el moreno, tratando de ser el más razonable, y tratando de no caer ante la necesidad que mostraba el rubio en su mirada.

—¿Por qué?— suspiró Scorpius, con su mano en los cabellos revueltos de Albus.

—Porque se nos está escapando de las manos, no somos ese tipo de amigos y lo sabes... además, hoy me le declaré a Rose, dijo que podíamos intentarlo, no puedo hacerle esto.

—... entiendo.

Scorpius se separó del moreno, no supo cuando, pero lo había acorralado contra el balcón y su cuerpo, dejando a Albus algo sofocado por el repentino calor que sentía en esa fría noche.

—Buenas noches, amigo.

—Sí.

Albus se fue, dejando a Scorpius solo. Tanto como quería, estar solo, pero repentinamente, ya ese sentimiento había sido reemplazado por la tristeza. La tristeza y el rechazo.

—Que imbécil soy.

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Maratón 1/5

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