Felicidad

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—No hemos hablado mucho últimamente, ¿no lo crees?

—Si... es cierto.

Teddy asintió lentamente a lo dicho por Rose, estaban sentados en el césped cerca del Lago Negro, observando a sus amigos jugar en el agua.

—Te he notado muy feliz con James, de verdad me alegra— le dijo Rose.—Ha valido la pena, ¿no? Yo te lo dije.

—Pf, si... me lo dijiste— se quejó el peliazul, pero sin evitar una sonrisa en su rostro.—¿Y qué hay de ti? Te he notado más sonriente...

Rose se encogió de hombros al mismo tiempo que trató de reprimir una sonrisa en vano. Teddy cruzó sus piernas repentinamente interesado.

—¿Quién es?

—Una chica de Hufflepuff, Ayana Mcmillan, empezamos a hablar y... bueno, es muy linda conmigo— respondió la pelirroja, con un peculiar brillo en sus ojos.—No habíamos hablado, pero nos encontramos en la clase compartida con Pociones y eso- es muy, muy bonita.

—Eso es increíble.

Teddy se abalanzó sobre su mejor amiga, ambos cayeron contra el pasto y se fundieron en un abrazo, el tiempo seguía corriendo sin esperar a nadie y eso provocó una pequeña separación en ellos dos, pero el cariño seguía ahí, no podía borrarse tan rápido.

Estaba orgulloso de su amiga, la vió sufrir por mucho tiempo por un enamoramiento no correspondido con Dominique Weasley, la brecha entre la edad y las casas le afectaron mucho, Rose, apesar de conocer todo esto, no pudo evitar caer rendida ante la chica con descendencia Vella.

Y ahora, volvía a sonreír, su corazón volvía a palpitar por alguien, sus emociones eran correspondidas y eso llenaba a Teddy de mucha felicidad, ya que su amiga merece a alguien que la valore por lo que realmente es. Se le hizo muy difícil no saltar sobre la familia Weasley-Delacour y pedirles que dejarán de joderles la vida, porque en ese entonces, los mejores amigos sufrían a causa de sus hijas.

Era increíble, en realidad, nunca pensó que estar en una relación le diese una dicha y felicidad inimaginables, hasta que James llegó para cambiar eso.

Y ahora Rose tendría la oportunidad de experimentar esto, al igual que su hermano Scorpius, le era difícil dejar ir a ese pequeño niño rubio que lloraba por las noches de tormenta para ser feliz en una relación en brazos de alguien más, y dejar ir a su mejor amiga que le acompañaba en todos los días de San Valentín, donde eran la compañía del otro, pero debía aceptarlo y convivir con ello.

—Estoy muy feliz por tí, por mí, por todos nosotros— murmuró Teddy algo abrumado y con voz suave. Rose lo ayudó a sentarse de nuevo y le revolvió el cabello.

—Yo también estoy muy feliz, por ti y por nosotros.

Soltó una risa suave. En ese momento, vieron como James se les acercaba a ellos, con el uniforme un poco húmedo y con una linda sonrisa.

—Hola, osito.

—Hola, bebé.

Rose hizo una mueca y fingió escalofríos.—Uy, demasiado dulce, iré a nadar con los demás chicos.

Y en un santiamén, se quedaron solos ellos dos. Teddy abrazó a su novio, quién se posicionó sobre su regazo y le devolvió el abrazo, apoyando su mejilla en su hombro.

Su corazón palpitó rápidamente, pero luego de un momento tomó un ritmo constante, respirando profundamente el aroma del champú y la colonia de James a coco, su fruta favorita.

—¿En qué piensas?

—En que... soy afortunado— susurró Teddy, acariciando la espalda de su novio.—De todo, de que seas mi novio, de mis amigos y mi familia. Gracias.

En ese momento, James escondió su  rostro en el cuello de su novio e hizo un sonido avergonzado.

—Cursi.

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