Desiderátum

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La esponja con la espuma producida por el detergente se deslizó por todo el plato enfrente y por atrás, siendo dejado a un lado para repetir el mismo proceso con la docena de platos restantes que tenía

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La esponja con la espuma producida por el detergente se deslizó por todo el plato enfrente y por atrás, siendo dejado a un lado para repetir el mismo proceso con la docena de platos restantes que tenía. Cuando se aseguró de haber enjabonado cada uno de ellos, abrió el agua, enjuagando con maestría los trastes y colocándolos a un lado.

Pasó su antebrazo por su frente desechando el sudor que estaba en su frente.

―Qué día más largo ¿no?

Tenten miró al hombre a su lado, uno de los voluntarios que había entrado al comedor un mes atrás. Kankuro Sabaku No, un hombre bastante interesante. Bastante animado y conversador, desde el primer día la había tratado con total confianza. Y era evidente su atracción hacía ella, se apreciaba en su forma de mirarla, además de las sonrisas coquetas que solía dedicarle cuando mencionaba lo bien que se veía con un delantal.

―Sí, ya quiero irme a casa.

Le pasó el último plato, el castaño los secaba con un trapo, poniéndolos en su lugar. La fémina dio la vuelta apoyándose en el lavaplatos. La piel de sus manos se veía arrugada, por estar en contacto del agua tanto tiempo. El trabajo en la cocina siempre era el más complicado, inevitablemente le tocaba de vez en cuando, cuando no había suficientes voluntarios. Prefería estar adelanta, ordenando y llevando los platos atrás para que pudieran lavarlos.

―Podemos salir a algún lado a relajarnos, querida. ―Siempre usaba esos apodos cariñosos con ella, a pesar de que conocía muy bien su nombre.

Tenten se sentía halagada, como siempre que un hombre le hacía cumplidos, más cuando solía dudar de su propio encanto al no provocar que el hombre en el cual había fijado su mirada le dijera alguna palabra de afecto. Le otorgaba el poder que creía perdido. A pesar de que ahora la relación con el Hyūga era más amena y cálida, parecía como si aquel primer beso no hubiera sucedido. Tenía que volver a trabajar en eso.

Sintió súbitamente la mano masculina en su cadera y al hombre acercándose peligrosamente a su cuello, el aliento del hombre respirando en su oreja. Extendió ambas manos alejándolo a una distancia considerable, produciendo un gesto desganado.

Esa era la diferencia que tenían Kiba y Kankuro, el primero la mayor parte del tiempo estaba tranquilo. Respetando su espacio personal y de vez en cuando lanzaba unos comentarios insinuantes. Nada demasiado alarmante. Siempre estaba bajo raya. Kankuro por otro lado era bastante... intenso. Sabía que era lo que quería e iba por ello sin dudarlo. Eso le daba un aura bastante atractivo, por su completa seguridad. No dudaba que su lista de mujeres que había llevado a la cama fuera larga.

―Ya te lo he dicho Kankuro, controla esas manos, no va a pasar. ―Marcando una distancia instantáneamente.

―Lo siento, olvido que estas en abstinencia. ―El castaño sonrió divertido y acarició con el pulgar el rostro de la chica. ―Y sabes que estaré esperando cuando salgas de eso.

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