Artimaña

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Su pierna se movía inquieta al estar sentada en la jardinera a las afuera de la iglesia

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Su pierna se movía inquieta al estar sentada en la jardinera a las afuera de la iglesia. Hace bastante que estaba sentada ahí, aunque no sabía con seguridad cuanto ¿veinte minutos, una hora o tal vez tres? No estaba llevando la hora o eso terminaría desquiciándola más.

En primera instancia había querido ser la primera en entrar, pero lo consideró detenidamente aún recostada en su cama, mirando el techo, aunque su pecho vibraba por la ansiedad de levantarse e irse corriendo lo más rápido de la casa. Debía admitir que había dormido profundamente luego de aquella acción... quita estrés que había hecho en la oficina del párroco. Había sentido como sus hombros tensos y su sentido de alerta internos se hubiera dormido por un rato más.

Claro que se había sentido mal o hasta humillada al recurrir en darse placer a si misma, aún cuando regresaba a casa estuvo pensando al respecto de verse orillada a algo tan...decepcionante para ella. Aunque no podía negar que su propia imaginación fue enriquecedora. Eso y que durmiera profundamente esa noche. Eso parecía compensar las cosas un poco.

Pero ese día debía despertarse temprano para ir a la iglesia, ya que antes de irse Kiba había pegado un anuncio para informar que las confesiones empezarían desde las ocho de la mañana. Para recuperar el tiempo perdido antes de la misa del domingo. Se quedó meditando y coincidiendo que lo mejor sería esperar a ser la última persona en pasar para confesarse. No quería a nadie detrás de ella esperando y metiendo presión para acortar su tiempo con el padre. Quería una libertad absoluta.

Así que había ido ahí, a las diez de la mañana y aún había un par de personas esperando su turno. Había visto a la misma Sakura con una sonrisa torpe en el rostro. Esa mujer no se esforzaba en ocultar su fascinación por el Hyūga. Tenten se burló interiormente, ya que siempre tan correcta, jamás obtendría tocar ni un solo cabello del sacerdote.

Eso y el hecho de que Tenten había puesto sus ojos encima de él y se encargaría de eso.

Además, que sabía que la propia Sakura estaba bastante apegada a la religión, algo que imposibilitaba el hecho de que intentara hacer algo. Nadie estaba tan desesperada como ella, que no le importa que tuviera que hacer para conseguir al Hyūga. Por eso mismo estaba ahí, tan metida en la iglesia, ¡hasta ella misma se creía su papel como real!

Bufó fastidiada, mirando las aves juguetear en las ramas del árbol debajo del cual estaba sentada. Con la palma sosteniendo su mentón, tamborileo sus dedos en su mejilla, con los ojos castaños viajando cada vez en la entrada de la iglesia.

Vio a la ultima mujer mayor entrando a paso lento y demorar un gran rato. Umi la había acompañado hace un rato, se confesó y se había ido de ahí, diciéndole que no llegara tarde. Tenten siempre al terminar sus labores en la iglesia debía seguir trabajando para su empleadora. Preparando la comida, colocando las medicinas en sus contenedores de cada día, dejar todo limpio y a veces Umi le pedía dar un corto paseo en el parque cercano. Claro que había veces que era más ligero y su empleadora salía con sus amigas. Pero aún así Tenten a veces terminaba agotada. A pesar de que Umi no le exigía nada ni criticaba que estuviera haciendo esa labor en la iglesia. La motivaba a hacerlo. Algunos días la dejaba libre, era considerada.

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