Delirium

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La guirnalda de flores de la entrada de la iglesia en forma de arco resplandecía con los tersos rayos del sol que acariciaban como un suave susurro los pétalos de las rosas blancas y rosas pastel brindando una apariencia romántica y enigmática al ...

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La guirnalda de flores de la entrada de la iglesia en forma de arco resplandecía con los tersos rayos del sol que acariciaban como un suave susurro los pétalos de las rosas blancas y rosas pastel brindando una apariencia romántica y enigmática al recinto. Las hojas verdes que estaba en la base fungían como enredaderas delicadas se contraponían en un vaivén eterno entrelazándose con gracia y elegancia, resaltar aún más los colores de los elementos principales.

Ino Yamanaka colocó una guirnalda en forma de arco en el centro del pasillo, esa ocasión serían tres arcos por todo el corredor. Por claras razones el de la entrada era más elaborado con todos los elementos entretejidos. Había dedicado dos días a que quedaron perfectos, además que había tenido varios pedidos en la florería. Le dolía el cuello por estar inclinada tantas horas.

Fastidiada giró la mirada donde se había ido Sakura hace un par de minutos, hizo una mueca. Se suponía que había ido ahí para ayudarla porque Sai tenía pendientes que entregar. Por eso aunque Sakura no contaba con mucha fuerza física, una mano no le vendría bien. Sin embargo, estaba demorando cuando lo único que le había pedido era que fuera a ver si tenían en la iglesia un rociador para mojar las rosas en las guirnaldas y así evitar que se marchitaran.

Tal vez estuviera intentando llamar la atención del sacerdote, como tantas otras veces había hecho desde que fue transferido a esa iglesia. Algo realmente absurdo, él jamás hablaba, cedía o le hacía caso a nadie, su devoción era tal que jamás se vería tentar por una mujer. Sakura debería tener eso en claro y dejar de perdiendo el tiempo.

Sus nervios se alteraron cuando la parte final de la guirnalda se deshizo, soltó un grito seco y movió sus manos con rapidez para reparar esa parte. De reojo pudo ver a Sakura llegar a su lado, inclinándose para recoger las rosas que habían caído al suelo. Ino le dedicó una mirada matadora, presa de la ansiedad por que las cosas no parecían estar saliendo del todo bien.

―Frentona ¿Dónde está el rociador? Te has tardado una eternidad, es impensable que no lo tengas.

La rubia volteó el rostro para dejar en claro que estaba furiosa, pero el gesto de Sakura estaba ausente, como si sus manos se movieran en el arco pero su cabeza estuviera en algún otro lugar lejano.

―Sakura ¿Qué pasa? Parece que viste un fantasma.

Su piel nívea se veía más blanquecina, dándole una apariencia enferma, sus pupilas estaban contraídas y tenía torcida la boca en una mueca de desagrado.

―No es nada Ino. ―Terminó de enredar la flor en el arco. ―No tenían rociador.

La dueña de la florería enloqueció, debía ir a buscar una y no tenía tiempo. Le encargó a su amiga poner la última guirnalda y ella salió corriendo hacia el local. Odiaba que ese tipo de cosas sucedieran, sentía que sus descuidos la hacían trabajar innecesariamente.

Pero más preocupante era ¿qué era lo que Sakura no le quiso decir?


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