Obcecación

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Sus parpados se abrieron cuando la alarma de su móvil sonó indicando que era momento de preparar las cosas en la casa antes de partir a la iglesia

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Sus parpados se abrieron cuando la alarma de su móvil sonó indicando que era momento de preparar las cosas en la casa antes de partir a la iglesia. Se levantó a preparar el desayuno y servírselo a su empleadora. Colocó las pastillas que debería tomar en el día en el pastillero, porque Umi siempre era indiferente con esos asuntos.

Colocó un poco de la comida en unos recipientes y sonrió al cerrarlo con una tapa, adicionando un poco de tarta de manzana que había horneado el día anterior.

Sus ojos se dirigieron hacia el reloj en la pared y con rapidez se adentró al baño, dejando que el agua de la regadera mojara su cuerpo. Cerró los ojos sintiendo el líquido vital acariciaba su piel, bajando por sus labios, los recuerdos comenzaron a llegar a su cabeza. Los eventos que habían pasado el día anterior, en el retiro religioso. Aquello que le había dado un poco de esperanza en todo este asunto, de que estaba yendo por un buen camino, que las cosas estaban avanzando y no estaban estáticas como había estado pensando hace un tiempo.

Rememoró la textura y sabor de los labios masculinos encima de los suyos. Tenían un sabor exquisito, dulce, tan suave y sutilmente ácidos, justo como aquel fruto que marcó la perdición. Había resultado mejor de lo que había pensado. Ese simple gesto había hecho estremecer todo su cuerpo al grado que esa noche había pensado en esa misma escena pero yendo a niveles más calientes. Enjabonó su cuerpo lentamente con una sonrisa tonta en los labios, repitiendo la misma escena una y otra vez en su cabeza, de cómo sus cuerpos habían estado tan cerca al grado de sentir el calor corporal del párroco. Un delirio total.

Peor no podía intentar nada como eso en ese lugar y a en esa instancia, era demasiado pronto. Pronto para él, no para ella. Además que en ese momento algo como eso no había cruzado su mente, se había entregado al momento del beso y eso había sido suficiente para ella. Ahora mismo su mente parecía exigirle más una vez que el obstáculo más fuerte había sido atravesado. Anteriormente había contemplado que había dos barreras que debía pasar del sacerdote.

La primera era su religión y la siguiente él como hombre. Había apostado a la segunda como más sencilla, de que Neji se sintiera cómodo a su alrededor y hasta que en algún momento la necesitara a su lado. Algo que había intuido había logrado cuando le pidió que fuera al retiro con él. Un paso enorme a su parecer. No tenía ni idea de cómo pasar la barrera de la religión, pero los actos del día anterior le hicieron constar que de alguna manera, ya la había atravesado, ahora mismo ya no había impedimento alguno para ir más allá. Neji Hyūga estaba al alcance de su mano.

Salió de la casa Umi, una vez que la vio desayunar y tomar sus medicamentos, hacia la iglesia. Con una bolsa de desayuno en la mano para compartir con el párroco antes de iniciar los labores. Pasó primeramente a la residencia que estaba detrás de la iglesia, tocando la puerta varias veces, aunque no obtuvo ninguna respuesta. Pensó que tal vez ya estaría en la iglesia, así que se encaminó hacia ahí. Ingresó al complejo de habitaciones que estaba a un costado del recinto, donde estaba la bodega, varias habitaciones y la oficina hasta el fondo.

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