Inquisición

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Tenten salió de la iglesia mirando a ver por donde había venido, con la duda agitando su cabeza sobre qué era lo que había sido eso

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Tenten salió de la iglesia mirando a ver por donde había venido, con la duda agitando su cabeza sobre qué era lo que había sido eso. Contempló los árboles agitándose por el aire que transcurría, aún podía ver el sol en el cielo, a pesar de que descendía.

Ese día había salido temprano de trabajar, algo que no sucedía hace mucho tiempo.

Por lo que ver el sol aun en el cielo era algo sumamente extraño, aún así no le tomó demasiada importancia mientras salía fuera de la iglesia. Había visto volver a Kiba con un café en la mano, que se extrañó de verla saliendo despreocupadamente. No tenía muchas ganas de preguntas por lo que simplemente se despidió con la mano y se alejó antes de que Kiba pudiera interceptarla.

Escuchó el sonido de la guitarra bastante cerca y buscó con la mirada de dónde provenía aunque ya estaba bastante segura del origen. Captó a un par de metros, sentados a Konohamaru junto con los demás chicos que eran el coro de la iglesia. Hace tanto que no los veía, por lo que se acercó en un intento de distraerse.

―¡Hola chicos!

El coro dejó lo que estaba haciendo para saludarla con esa efusividad que los representaba.

―Tenten, hace un tiempo que no te veíamos.

―He estado ocupada... ¿Están ensayando una canción nueva?

Konohamaru asintió y Tenten se sentó a su lado, dispuesta a acompañarlos un rato, siguiendo la melodía que marcaba y leyendo la letra que Moegi tenía, mientras movía la pierna en conjunto. El cantar siempre había sido un escape en su mundo, un grito de su alma de sentimentalismo. Por lo que se entregó a las notas, cantando una canción y luego otra junto a los chicos, para después invitarlos a tomar algo.

Cuando el sol se ocultaba en el horizonte todos se despidieron y ella se quedó de pie, despidiéndose mientras pensaba que era lo que debía hacer en ese momento. No pensaba salir antes y por alguna extraña razón no quería regresar a casa. A pesar de su inconformidad siguió las calles que se sabía de memoria hasta que divisó la casa azul donde había vivido los últimos dos años, entrando con ayuda de su llave y encontrándose con Umi jugando a las cartas con unas amigas.

Le sonrió a todas y se adentró a la cocina, con un poco de compañía podría seguir evitando las cosas. Por lo que entregó a la experiencia culinaria, sazonó adecuadamente la carne, la selló y la metió al horno mientras hacía un puré de papas y un poco de verduras salteadas. Era viernes por lo que esos días solía hacer una cena más sustanciosa para Umi, a su petición. En ocasiones era complicado porque estaba demasiado cansada por sus largas jornadas en la iglesia, pero ese día se sentía con bastante energía aún, por lo que se esmeró un poco más y elaboró un pay de limón, el favorito de su empleadora.

Una vez que terminó se encargó de pedirle a las amigas de Umi que pusieran la mesa y finalmente se sentaron a comer todas juntas, embriagadas de una charla de sus propios juegos y viajes que habían hecho últimamente. Tenten pensó que necesitaba nuevos aires y un viaje fuera de ahí no le vendría mal. Antes no lo pensaba dos veces antes de tomar sus cosas y salir del sitio, sin voltear la cara o arrepentirse. Ahora, sabía que antes de hacer algo así debía ocuparse de demasiadas cosas. Y tenía ese sentimiento pesado en su pecho que no la había dejado en paz desde que había salido de la iglesia. Por lo que desechó la idea con rapidez.

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