Fruto prohibido

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El ronroneo del camino al recorrer las calles eran realmente tranquilizador, o tal vez el calor del cuerpo masculino que emanaba al estar recostada en su hombro o quizá la oscuridad interior del vehiculo lo que había adormecido a la castaña que estaba a su lado.

No era demasiado tarde, pero llegarían entradas las once a la ciudad. Su mano libre se alzó, acariciando el cabello oscuro que reposaba en su hombro. Tiempo atrás se hubiera alarmado de tal acto afectivo de la fémina, pero estaban en un autobús donde no había nadie conocido y lo suficiente oscuro para ver algo.

Miró a la ventana del cual se veían un par de luces de las casas que estaban en la carretera. Estaba cansado, el viajar el mismo día a su pueblo natal era bastante cansado. Pero una idea no había dejado de darle vueltas. La conversación que había tenido con su padre y el comentario que su abuela había lanzado antes de irse.

Había dudado demasiado sobre llevar a Tenten o no a la casa de sus padres. Siendo una relación normal, eso no hubiera tenido demasiado problema. Tal vez se hubiera sentido algo nervioso en qué pensaría su padre o si la aceptarían. Pero no estaban en una relación y mucho menos una vida normal.

Él era un sacerdote que estaba pecando descaradamente al estar con una mujer.

El pecado más grande que podía cometer un clérigo y de un tiempo para acá no parecía importarle demasiado. Más que nada guardaba las apariencias. Aunque la presencia de Sakura parecía complicar un poco las cosas. Pero sabía que al llevarla a su casa, podría desatar aquel tipo de comentarios.

Había sido confrontado en la cocina de la casa, con su abuela sentada en la mesa, con su tío Hiashi preparando un poco de café. No había visto a su padre, que era el que sabía que lo había estado buscando.

―Ella es tu asistente, Neji?

―Si, la secretaria de la parroquia.― Había intentado sonar lo menos culpable posible.

―No parece devota y mucho menos con esa ropa. ―Su abuela siempre solía soltar los comentarios más filosos, sin filtros.

Aun recordaba las palabras que solía decirle en su infancia y como lo había obligado a arrodillarse en la madera dura durante horas para rezar por su padre, a pesar que le dolían. Por eso mismo ese comentario no le extraño. Las normas de vestimenta y más aún para la familia Hyūga eran muy estrictas.

―Ha venido a ayudarme de último momento, no estaba planeado.

Su abuela lo había mirado con tanto reproche e intensidad y se había levantado con café en la mano, sin decir nada más. Saliendo de la cocina, siendo seguida por su tío Hiashi, que se había detenido enfrente de él antes de desaparecer.

― Ten mucho cuidado.

Más que un deseo genuino por su bienestar, sabía que era una clase de advertencia. Lo era por completo ridículo, porque jamás le había faltado a su puesto en la iglesia, jamás había hecho nada que ofendiera a su familia ni ido en contra de lo que le habían impuesto. Se había graduado del seminario con honores y había tomado su hábito sin decir nada. Siempre cuidado lo que decía, sus palabras y la manera en que actuaba. Nunca había razón por la cual dudar al respecto pero si traía una mujer a la casa ¿ya era razón para crucificarlo?

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