18. Desierto

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—Señor Yeosang, ¿De qué quería conversar?

El de pelo cobrizo se giró hacia él, saliendo en sus pensamientos apenas. Estaba muy despistado, más de lo usual.

—Seonghwa, sí, lo lamento. Debió ser raro que te llamara —rió suave, una risa que le recordó a la de su jefe, solo que la de su jefe era más... macabra.

El pequeño se detuvo en medio del pasillo después de que estuviesen caminando por largo rato por pasillos y pasillos. Miró a todos lados, verificando que nadie escuchara, y le sonrió forzadamente mientras estrujaba sus manos entre ellas nervioso. Seonghwa se preguntó qué le tendría de esa manera.

—¿Cómo va todo? —preguntó sin real interés.

—Bien, supongo.

Después de un corto silencio que Yeosang aprovechó para mirar a todos lados asegurándose que no había nadie, tomó la mano de Seonghwa y lo acercó un poco más hacia él.

—Creo que recuerdas que me debes un favor, ¿no es así? —el otro asintió desganado, no quería recordarlo, pero un trato es un trato— Verás, ¿recuerdas a ese cantante de la última fiesta que fuimos todos?

Frunció el ceño. El pelinegro no esperaba esa pregunta, pero hizo memoria de todas formas. Un cantante, sí, lo recordaba, pero ¿no era...?

—¿El cantante estrella, Choi? —dijo más fuerte de lo que esperaba. Yeosang lo obligó a callar haciendo señas con sus manos.

—Cállate, sí, ese mismo —se alisó la ropa manteniendo la compostura—. Necesito un favor.

Seonghwa asintió esperando su orden.

—Necesito que me ayudes a dejarlo entrar mañana temprano. Vendrá cerca de las siete de la mañana y necesitamos a alguien que lo escolte y nos ayude a mantener el anonimato, ¿Podrías hacer eso por mi?

El mayor se encontraba aún en shock, incapaz de responder en un principio. Era una petición rara y que no tenía ningún sentido para él.

—Supongo que debo hacerlo. Te debo un favor, es lo justo.

La sonrisa del pequeño diablo se ensanchó lentamente al escucharlo.

—¡Eres el mejor, Seonghwa! —lo abrazó rápidamente dando pequeños saltitos que provocaba que chocara su cabeza contra su barbilla— Te espero mañana a las seis acá entonces, ¡Muchas gracias!

Y sin más, el pequeño salió corriendo y se perdió entre los pasillos, demasiado emocionado como para notar el rostro extasiado que tenía.

Seonghwa rió.

El atardecer se estaba acercando lentamente y los pocos rayos de sol le pegaron en la cara.

Viendo que no tenía nada más que hacer allí dio media vuelta y caminó de vuelta por los pasillos. La casa Kim era grande y no había mucha gente entre los pasillos, por lo que podía deambular en completa calma y soledad.

No sabía dónde iba, pero sus pies parecían reconocer el camino que todas las tardes tomaba, hacia la oficina de su —casi— jefe.

Suspiró.

Él nunca estaba allí cuando lo buscaba y hace unos días había pensado en rendirse, pero no se había percatado que su viejo hábito había vuelto. Hongjoong se había metido en su sistema tan profundo que ya no era capaz de sacarlo con nada.

Era raro como lo evitaba desde ese día. Él sólo quería estar con Hongjoong, pasar el rato, ver su rostro. Aunque tenía la sospecha de que el otro lo estaba evitando por alguna razón, como el haberse arrepentido o estar avergonzado, él quería estar junto a él. Quería que ese rubio que le volvía loco se hiciera responsable del efecto que tenía sobre él.

hijos de la mafia » [seongjoong]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora