29. Lazos

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Los pasillos estaban desolados y el silencio reinaba en ellos. La brisa que anunciaba el fin del invierno y el comienzo de la primavera recorría cada salón despacio dando escalofríos a todos los que vivían en aquella mansión.

Era tarde, pero no lo suficiente como para que el sol desapareciera. Como había sido común esos últimos días, el sol apenas y se asomaba, dejándolos en un constante día nublado.

Wooyoung y Beomgyu estaban custodiando la puerta del jefe Kim Honjou que aún seguía enfermo, pero que actualmente era utilizada por el señor Park cumpliendo el rol de jefe como medida temporal.

Ambos no hablaban y mantenían un rostro apagado. La ida de Yeji y todo lo ocurrido fue tan abrupto que no sabían cómo sentirse.

Wooyoung miró de reojo a Beomgyu, notando que nadie transitaba por aquel pasillo desde hace más de media hora.

—Pss... —intentó llamar su atención, pero este otro se mantenía con la mirada fija en un lugar de la pared frente a ellos adornada por un gran cuadro pintado del señor Kim en un traje negro pulcro— Beomgyu... Oye... —susurró.

El nombrado miró de reojo a Wooyoung, pero decidió ignorarlo.

—Vamos... Beomgyu... —insistió.

Él suspiró y finalmente decidió enfrentar a Wooyoung con cara de pocos amigos.

—¿Qué quieres? —preguntó Beomgyu exasperado.

Wooyoung le hizo callar desesperado haciendo señas de que mantuviera el silencio.

—Habla bajo, ¿no ves que algo está pasando en la oficina? Nos pueden escuchar —susurró asustado.

Beomgyu giró los ojos y volvió a su posición de antes.

—¿Entonces? —susurró aún interesado.

Wooyoung sonrió feliz, mas tuvo que contener aquella emoción en el caso de que alguien pasara por allí y los viera.

—Estoy feliz que sigas acá.

Al otro casi se le escapa una risa de lo inesperado de esa confesión.

—¿Qué se supone que significa eso?

—No lo sé... Creo que estoy feliz porque tú no hayas sido el traidor. Aunque también estoy triste que Yeji lo haya sido.

Beomgyu lo miró por largo rato intentando descifrar qué era lo que estaba pensando su compañero. Usualmente era así, enigmático, aunque simple.

—¿Eres idiota?

Wooyoung lo miró ofendido.

—¿Qué? ¿Acaso tú estás feliz de que ella nos haya traicionado...? Como mínimo han sido ocho años desde que nos conocemos. No sería tan amargo todo si fueran sólo meses de conocerla, pero han sido años... —su voz se cortó y tuvo que bajar la cabeza para evitar que un sollozo saliera.

—Ah, te entiendo —suspiró Beomgyu tomando una posición más cómoda frente a la puerta—. No ha sido fácil. También que el jefe esté enfermo ha sido un caos, el señor Park ya me ha gritado tres veces en la última hora.

—¿Cómo? ¿Pero si hemos custodiado la puerta por sólo veinte minutos?

—Es que lo hace telepáticamente, lo escucho cómo me grita en mi cabeza —le dijo Beomgyu creando un silencio que luego se llenó de pequeñas risas mudas de parte de ambos.

Las risas fueron transformadas en expresiones de miedo cuando un grito de dentro de la habitación los interrumpió. Se miraron entre ellos hablando con sus ojos, preguntándose qué estaría ocurriendo dentro de esas puertas. Poco después se movieron de las puertas mirando de reojo a la persona que estaba saliendo de ellas con la espalda encorvada y la mirada fija en el suelo que desapareció por el pasillo a paso lento.

hijos de la mafia » [seongjoong]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora