30. Sangre

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Sangre, mucha sangre.

Los pasillos de la gran mansión Kim siempre permanecían en una calma y silencio que muchas personas pensarían que nadie vive allí. Claro, en todos los lugares de aquel hogar menos en uno donde la puerta que daba al sótano que, a pesar de ser contra sonido, ciertos gritos se escapaban de aquellas paredes.

Hongjoong caminó por el lugar sintiendo nostalgia y un dolor en el pecho que se asimilaba a una herida que no dejaba de sangrar por más que intentara curarla. Su padre había sufrido graves secuelas del disparo y su salud había desmejorado a pasos agigantados.

El subjefe no sentía el peso de la responsabilidad de su padre como una carga, era la última de sus preocupaciones. Actualmente su preocupación se centraba en perder a su padre, a su compañero, su mentor y, aunque obvio y redundante, su querida figura paterna. Aunque como padre había varias cosas que pudo hacer mejor, sentía que su mundo se desmoronaba sin aquel hombre sabio y amable que era capaz de hacer su trabajo con profesionalidad y guiarlo hacia la mejor ruta a seguir.

El padre de Seonghwa había asumido el poder momentáneamente, pero sabía que eso era temporal. Hongjoong debía asumir su cargo pronto.

Pero... eso podía esperar.

Hongjoong tenía frente a él, en el mismo sótano donde se había enterado a qué se dedicaba su familia como negocio, el mismo lugar donde su padre había amenazado a uno de sus colaboradores que trabajaba para los Song en secreto a dos invitados muy especiales.

Cuando era pequeño aquello le parecía abominable e injustificable, una escena digna de una película de terror. Odiaba siquiera pensar en que su padre, tan cariñoso como era, era capaz de hacer algo así. Su mente dulce de poco más de una década no era capaz de entender cómo era posible esa clase de brutalidad, especialmente que está ocurriera en la mansión justo debajo de sus pies. Toda esa sangre derramada en el piso como si de simple agua se tratara y la agonía del hombre sentado solo un sonido de fondo.

Ahora, era una historia completamente distinta.

Las personas sentadas en aquellas sillas eran Song Mingi y Yeji, inmovilizados. Ambos peleaban contra las amarras mientras miraban con ponzoña en sus ojos a los colaboradores, pero especialmente, a Hongjoong.

—No sonrías así, maniático —le dijo entre dientes Yeji.

Hongjoong notó en ese momento qué expresión tenía en su rostro y casi se asustó al no notarlo. Estaba sonriendo, pero no de manera natural, sino que emocionado. Parecía que su propio cerebro le traicionaba y le convencía que aquello le generaba satisfacción.

—Querida Yeji, es casi irónica la manera en que nuestras posiciones han cambiado, ¿no lo crees? —estiró su cuello, relajando la tensión que estaba acumulando en este mientras intentaba ocultar la expresión en su rostro—. Por qué no nos saltamos las presentaciones y vamos directamente a la parte entretenida.

Sacó de la mesita quirúrgica un bisturí muy parecido al que Mingi le había mostrado aquella vez.

—Comencemos por nuestro invitado especial, Song Mingi, ¿Alguno de ustedes quiere decirle algo o hacerle algo antes de que me encargue de él? —preguntó mirando hacia atrás y la fila de colaboradores, en su mayoría jóvenes, detrás de él.

Todos se miraron entre ellos, pero sólo unos pocos levantaron la mano. Hongjoong se salió del camino y les dio la oportunidad de que hablaran.

Heejin fue la primera.

—¡Hiciste que Yunho me golpeara en la cabeza y que quedara fuera del trabajo por al menos un mes! —dijo ella con los brazos cruzados y fulminando con la mirada. No daba miedo en absoluto, pero ella no parecía consciente de ello—. ¡El dolor de cabeza que me quedó como secuela espero que lo consideres en las noches que no puedas dormir!

hijos de la mafia » [seongjoong]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora