28. Lealtad

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El día solo parecía oscurecerse cada vez más, provocando que una tarde se viera como la más oscura noche con un frío que no se sentía hace un tiempo.

Seonghwa, estaba desesperado y ya no le quedaban uñas por morderse.

Su padre conducía el auto sin decir palabra mientras los otros de la familia estaban en la parte trasera del auto hablando casualmente o más desesperados, todos entre recargando sus armas o revisándolas.

Seonghwa tenía una mala sensación. Sabía que lo más probable es que estaba bien, pero algo dentro suyo simplemente no le dejaba estar tranquilo.

Tenía distintas imágenes mentales y odiaba pensar que cualquiera de ellas podían ser probables escenarios de cómo lo podrían encontrar. No podría resistir ver a Hongjoong de esa manera, no sería capaz de seguir viviendo con eso. Al menos su corazón, que ahora funcionaba como brújula buscándolo, quedaría totalmente desorientado sin su norte, Hongjoong.

—¿Por qué andas tan nervioso, hijo?

Él salió de sus pensamientos y lo miró perdido.

—¿Ah?

—¿Por qué estás tan nervioso? —repitió sin expresión alguna en su rostro y totalmente fijo en la carretera por la que iban— ¿A la derecha dijiste? —confirmó con alguien atrás que tenía el GPS de Hongjoong.

—Sí, señor —su padre asintió comprendiendo.

Seonghwa se quedó mirando a su padre sin saber si podía responder o no. Prefirió hacerlo.

—Yo sólo quiero que el señor esté bien. Es nuestro futuro jefe y no puedo pensar en que puede que todo resulte mal.

—No pienses de más. Eso no te ayuda.

Seonghwa asintió sin más. Creía que eso era lo más alentador que le había dicho su padre desde que nació y, aunque era lo mínimo, agradeció mudo que intentara animarlo.

Poco después, para fortuna de los nervios del pelinegro, llegaron a un edificio que lucía abandonado y custodiado por un auto donde unas pocas personas conversaban, algunos dentro y otros fuera del auto. Algunos se giraron hacia el automóvil en el que estaban, pero no parecieron darle mucha importancia. Lucían amenos y hasta entretenidos hablando.

Al pelinegro le hirvió la sangre al ver esta escena.

—¡Todos a sus posiciones! —exclamó tomando el control de la situación.

—Hijo, ¿Qué haces? —le reclamó su padre, pero lo ignoró.

—Una división, la encargada de mi padre, se encargará de los del auto al frente y la otra división nos encargaremos de entrar y sacar a Hongjoong, ¿Entendido? —no escuchó ninguna indicación afirmativa con todo el auto en silencio por al menos un par de segundos. No le importó y prosiguió— No mueran, ¡En marcha!

Todos, sin más remedio, siguieron órdenes.

Salieron del gran automóvil con rapidez. Los encargados de eliminar a los guardias de afuera dispararon al auto sin dudar y pendientes de cualquier respuesta, divisando a otro auto que no habían visto antes de los Song que se disponía a responder también mientras los otros caminaban detrás de Seonghwa quién no podía quitar su vista de su camino, sintiendo sus entrañas quemar.

Hongjoong era todo lo que su cerebro podía pensar en ese momento.

Escuchó una gran cantidad de balas ser disparadas de un lado a otro hasta que entraron a la recepción donde Seonghwa examinó rápidamente la fachada y se quedó mirando hacia abajo donde varias pisadas se podían dilucidar gracias al polvo que ese lugar acumulaba.

hijos de la mafia » [seongjoong]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora