"Si este es un sueño no quiero despertar" fue el pensamiento que me invadió, entrar a mi cuarto y verte sentada en la cama con ese conjunto semi transparente color blanco era un sueño hecho realidad.
Tu pelo caía por tus hombros cubriendo el delicado bretel de tu corpiño. Estabas recostada a lo ancho de la cama, tu cabeza reposaba sobre tu mano mientras mordias una manzana tan roja como tus labios y reías.
Te sentaste en la cama, dejaste la manzana a un lado. Te pusiste de pie y caminaste hacia mi, parecía que desfilabas, tus caderas se movían acentuando el encanto de tus curvas.
Apoyaste tu mano en mi pecho, caminaste al rededor mio haciendo que gire y me hiciste retroceder hasta caer sentado en la cama.
Dijiste que hoy serías vos quien tenga el control y que no tenía permitido tocar sin tu permiso. Subiste en la cama, tus piernas quedaron a los lados de mi cintura mientras me besabas y desprendias mi camisa. Eran besos suaves, lentos, pero a su vez eran largos y llenos de pasión.
Miraste mis ojos, sin quitar tu corpiño dejaste tus pechos descubiertos y seguiste besándome mientras sentía tus suaves y cálidos pezones en contacto con mi pecho, intenté desprender tu corpiño, pero quitaste mis manos y me dijiste que aún no tenía permitido tocar. Besaste mi cuello y diste algunas mordidas mientras sonreias. Te incorporaste y besaste mi pecho mientras bajabas y te parabas, quitaste mi pantalón junto a la ropa interior, te arrodillaste, me mirabas a los ojos mientras me sentaba. Tomaste mi erección y comenzaste un suave movimiento de sube y baja mientras me besabas, bajaste la cabeza y sentí tu cálida lengua en mi glande. Tu cabeza subia y bajaba mientras acariciaba tu pelo, era una sensación deliciosa tenerte así en ese momento.
Era imposible para mí no gemir al sentir tanto placer. Miré tus ojos luego de varios minutos y te dije que sentía que estaba a punto de acabar, sonreíste, lo sacaste de la boca y dando besos y mordidas por mi cuerpo subiste hasta que nuestras bocas se encontraron y pusiste tus piernas a los lados de mi cuerpo
Mordiste mis labios y me dijiste al oído que ahora sí te podía acariciar. Te movias sugerentemente rozando nuestros sexos por encima de tu ropa interior, mis manos recorrieron tus piernas, subiendo por tus muslos hasta tu cola, subiendo luego por tu espalda y quitando la parte superior de ese hipnótico conjunto. Lo quité por encima de tu cabeza para luego besar tus pechos mientras guiabas mi boca con tus manos. Te oía gemir mientras girabamos en la cama quedabas boca arriba con tus pechos descubiertos y tus piernas en mi cintura.
Bese tu cuello, tu perfume era totalmente embriagador, no me cansaba de sentirlo mientras recorria tu piel disfrutando de poder besar y morder cada centímetro de tu piel.
Mis manos recorrían el contorno de tu cuerpo, me detuve al llegar a tu cintura, tome tu ropa interior, levantaste un poco la cadera y deslice esa delicada pieza de tela por tus piernas hasta quitarla.
Bese tus piernas subiendo lentamente, mire tus ojos y los tenías cerrados mientras mordias tus labios. Bese la parte interna de tus muslos mientras abrías las piernas, bese esos delicados y dulces labios mientras mis dedos recorrían sus pliegues de arriba hacia abajo sintiendo tu calidez y humedad. Mi lengua recorria tus labios subiendo y bajando mientras mis dedos entraban en ti, hacían una leve presión y salían para ingresar una vez más. Tus gemidos suaves me guiaban para mantener un ritmo que te complaciera. Tus manos acariciaban mi cabello mientras el movimiento de tus caderas me enseñaban el camino a seguir. Tus piernas estában sobre mis hombros cuando dejaste escapar un gemido un poco más fuerte, tus piernas se tensaron un instante antes de temblar y sentir una ola del sabor de tu más profunda intimidad.
Miré tus ojos mientras quitabas tus piernas de mis hombros, con una sonrisa hiciste señas con tu dedo invitandome a besar tu boca. Subí por tu cuerpo besando cada pequea parte de tu piel. Al llegar a tus pechos aproveche a besarlos, mordí tus pezones y sentí tus piernas rodear mi cintura.
Nos besamos mientras nuestros cuerpos hacían contacto toalmente desnudos por primera vez en la noche. Me esestremeció sentír la calidez de tu piel en la mía. Tus brazos rodeaban mi cuello mientras nuestros labios chocaban en besos interminables. Nuestros cuerpos se hicieron uno mientras besaba tu cuello y dejabas escapar un suave gemido. Te mire a los ojos y te dije lo hermosa que te ves mientras empezábamos a movernos juntos.
No necesitábamos ni una sola palabra, era tal el deseo y el placer que con solo vernos a los ojos sabíamos lo que el otro quería hacer. Giramos en la cama sin salir de tu interior, te incorporaste y mientras acariciaba tus pechos comenzaste movimientos de cabalgata, te sentía subir, mover el cuerpo hacia delante, bajar y hacerlo hacia atrás, cada vez más profundo, más rápido. Cerraste los ojos, arqueaste la espalda hacia atrás mientras tomaba tu cintura y hacías movimientos más rápidos.
Te recosté una vez más, tome tus piernas y las puse en mis hombros mientras te penetraba cada vez más rápido y profundo. Bajaste una de tus piernas dejando tu cuerpo de costado, haciendo que sea estimulado tu punto g con mayor intensidad. Tus gemidos eran acompañados por el ruido de nuestros cuerpos chocando mientras mis manos recorrían tu piel.
Nuestros cuerpos eran uno solo, nuestra piel nos quemaba con el deseo de cada caricia, nos miramos a los ojos y sentimos como nuestros pulsos estaban acelerando, nuestra respiración se hacía cada vez más agitada mientras acariciaba tus pechos. Con tus piernas rodeaste mi cintura mientras me dejaba caer sobre tu cuerpo para besarte, tus uñas se clavaron en mi espalda, mordí tu cuello mientras sentíamos como nuestros cuerpos temblaban y con la respiración agitada nos mirábamos a los ojos. Nos besamos mientras empezábamos a respirar con normalidad y al oído me preguntaste si había disfrutado mi regalo de cumpleaños...