Que hago acá... Es la pregunta que recorría mi mente mientras caminaba hacia la barra. Era una fiesta de disfraces como nunca había visto, estaba lleno de gente, muchos disfraces llamativos aunque a su vez repetidos. Era imposible caminar con normalidad, si no había un empujón había un tropiezo. Supuse que haber elegido ir vestido de negro tenía mucho que ver con el hecho de que me choquen seguido.
Una vez en la barra, luego de haberme servido algo para tomar decidí rodear la pista de baile, por los cables de la iluminación mal instalados era difícil caminar, lo cual llevó a qué inevitablemente, mientras caminábamos en direcciones opuestas aún sin habernos visto, tropezaras con un cable. Al intentar no caerte chocaste de frente conmigo, haciendo que se me cayera la bebida, por puro instinto atiné a sujetarte y así evitar que cayeras. Te ayude a incorporarte y por primera vez en toda la noche ví una chica vestida de Caperucita roja.
No podía creer lo que veía, una capa roja que no hacía otra cosa más que acentuar tu figura. Usabas zapatos rojos con tacones, medias largas color negro hasta la rodilla, una pollera tableada en colores negros, una camisa blanca que con el primer botón desprendido dejaba ver un interesante escote, todo eso acompañado por tu cabello suelto, labios rojos como el fuego y unos ojos hermosos.
Agradeciste por la ayuda a la vez que te disculpabas por lo de la bebida, le reste importancia mientras entablabamos conversación. Te llamo la atención que no usará disfraz a lo que respondí que al no haber luna esa noche no podía mostrarme como el lobo que soy en realidad. Reíste por el chiste y seguimos hablando de varias cosas sin importancia
La noche pareció volar, se cortó la música y las luces se prendieron, revelando así tu gran belleza. Ambos vivíamos cerca del lugar por lo que me ofrecí a llevarte ya que la gente con la que habíamos ido habían desaparecido y aunque yo andaba en moto a ti te habían llevado. Te puse mi campera para que no te hiciera mal y te preste el casco extra que había llevado.
Llegamos a tu casa en 5 minutos, te acompañe hasta la puerta y notamos que estaba abierta, me aseguraste que la habías cerrado bien antes de irte por lo que ingresé con vos para ver qué no faltara nada ni hubiera nadie dentro. Luego de recorrer el lugar vimos que estaba todo en su lugar y no parecía haber nadie dentro, decidiste revisar las cámaras que estaban en la enana para estar segura mientras yo preparaba algo caliente para ayudarte a calmar los nervios. Una vez listo lo lleve donde estabas y aliviada me decias que en el apuro por salir cerraste la puerta pero no chequeaste que hubiera quedado bien asegurada. Reímos y nos dirigimos a la cocina para tomar las infusiones.
Estuvimos hablando de varias cosas mientras pasaba el tiempo, hasta que en cierto momento nos reímos al notar que aún tenías puesta mi campera, te la quitaste y pude apreciar una vez más tu figura dibujada bajo esa hermosa capa roja. Me diste la campera, la tomé y acaricié tu mano al hacerlo, casi sin darnos cuenta dejaste caer la campera mientras tomaba tu mano y te acercaba a mi.
No dejabas de sonreír, tome tu cintura mientras miraba tus ojos, bajaste la mirada y miraste mi boca mientras mordias tu labio. No lo pensé, me acerque y cerrando los ojos nos fundimos en un beso suave. Mis manos recorrían tu cintura mientras tus brazos tomaban mi cuello
Fue un beso suave, largo, sentí la suavidad y calidez de tus labios mezclado con el aroma de tu perfume. Mordí con suavidad tu labio y reíste, sin apartarte mordiste mis labios mientras mi mano subía lentamente por tu espada acariciándola sobre la tela de tu camisa. Mire tus ojos, no hicieron falta palabras, me besaste una vez más mientras comenzabas a desprender los botones de mi camisa. Mis manos recorrieron tu espalda hasta tu cintura acercándonos aún más. Recorri tu cintura hasta encontrar el broche que sujetaba tu pollera y lo desprendi. Dejaste que la misma cayera por tus hermosas piernas hasta tus tobillos revelando así esa hermosa pieza de ropa interior roja que cubría tu cola. Quitaste mi camisa y la dejaste caer al suelo, tomando mi mano nos dirigimos a los sillones que estaban en la sala de tu casa. Nos besamos una vez más mientras desprendia tu camisa sin tocar aún tu capa, nos miramos y mordiendo tus labios me preguntaste si acaso era el lobo del cuento, a lo que te respondí si te cabían dudas o si debía esforzarme más para comer mi Caperucita.
Dejaste escapar una suave risa mientras me acercaba y comenzaba a besar suavemente tu cuello, tu camisa se deslizo por tus brazos dejando al descubierto ese hermoso corpiño que hacía juego con tu tanga. Tu respiración era pausada, buscabas disfrutar el momento mientras mis manos recorrían la piel desnuda de tu espalda, subiendo desde la cintura hasta tus hombros, tus manos recorrían mi pecho mientras mi boca bajaba hasta tu clavícula haciendo que tu espalda se arqueara levemente hacia atrás. Te sentaste en el sillón mientras me arrodillaba delante tuyo, mi boca paso a tu esternón, lo besé bajando lentamente hasta estar entre tus hermosos pechos, subí lentamente hasta tu cuello una vez más mientras desprendia tu corpiño y lo quitaba sin prisa alguna. Recorri tu piel con mi lengua bajando una vez más hasta estar entre tus pechos, los besé con delicadeza, mire tus ojos desde ahí y mientras mordias tu labio mis manos comenzaron a acariciar no solo tus pechos sino también tus piernas. Recorri su blanca piel con mis labios, los mordi, succione y besé en cada centímetro hasta llegar a tus pezones, estaban duros, hinchados, y por como reaccionaste cuándo los tomé entre mis labios estaban muy sensibles.
Tus manos acariciaban mi cabeza mientras mis manos recorrían tu cuerpo, dejando aún puesta tu capa, la tanga roja que me había fascinado, tus medias negras y ese par de tacones que hacían juego con la capa. Baje sin prisa por tu piel besando tu vientre hasta llegar a esa pieza de tela que ocultaba aquellos labios que tanto deseaba besar, besé la parte interna de tu muslo, luego la del otro muslo mientras rosaba la tela con mi nariz, sintiendo a cada instante tu calidez, humedad y aroma de mujer.
Tomaste mis pelos, hiciste levemente a un lado la tela y casi como rogando me pediste que comiera ese delicioso manjar. Mi lengua recorrió los lados de tus labios, subiendo y bajando mientras disfrutaba tu sabor, acomodaste tus piernas a los lados de mi cabeza, dejando que descansen en mis hombros haciendo que tuviera no solo mejor vista de tu hermosa íntimidad sino que fuera más más fácil poderte devorar.
Los pliegues de tus labios parecían humedecerse aún más en respuesta a las caricias que les daba con la punta de la lengua al pasar. Vi que permanecias con los ojos cerrados y mordiendo tus labios mientras acariciabas tus pechos y movías tus caderas buscando sentirme aún más. Mi lengua ingreso en tu intimidad mientras mis dedos recorrían esos húmedos labios e ingresaban lentamente en ti. Dirigí mi lengua directo a tu ya hinchado clítoris para comenzar a succinarlo y estimularlo mientras mi dedo ingresaba en tu vagina, hacia presión en la pared mientras salía lentamente y luego aflojar para volver a ingresar. Mis movimientos eran cada vez más rápidos, más profundos mientras eran acompañados por tus gemidos y guiados por el movimiento de tus caderas.
Aprisionaba tú clítoris con mis labios mientras lo succionaba, mis dedos se movían cada vez más rápido en tu interior sin dejar de hacer presión cuando sentí como tú cuerpo parecía hervir, abriste tus piernas y con tus manos tomando mi nuca hundiste mi cara en tu sexo a la vez que un gemido ahogado salía de tu boca, tus ojos se cerraron con fuerza y acompañando un leve temblor de tus piernas conocí por primera vez ese delicioso sabor que da tu intimidad ante el placer.
Un respirando algo agitada quitaste tus piernas de mis hombros, miraste mis ojos y sin decir nada me acerque a besar tus labios una vez más. Tus manos desprendieron mi pantalón y lo bajaste junto a mi ropa interior. Sin dejar de besarnos sentí como tus manos tomaron mi miembro ya erecto y con algo de líquido en el y comenzabas a subir y bajar despacio buscando que se mantenga esa erección. Tome tu tanga y la deslicé por tus piernas hasta quitarla quedando así de rodillas delante tuyo.
Tus piernas rodearon mi cintura y me acercaste a ti, nos fundimos en un beso apasionado y mientras nuestras lenguas se enredaban tus brazos rodearon mi cuello, te recostabas suavemente en el sillón llévando mi cuerpo con el tuyo haciendo que nuestros sexos se encuentren por primera vez. Sentía con el glande la calidez y humedad de tus labios a la vez que un gemido escapaba de tu boca.
Comenzamos a movernos lentamente, tus uñas se clavaban en mi espalda mientras mis manos recorrían tus piernas, subiendo desde tus rodillas hasta tu cintura tomándote de la cola y dando una firme nalgada. Aprovechabamos la forma del sillón para cambiar nuestras posiciones buscando aquellas que lograban hacer que me sientas de manera más profunda. Giramos en el sillón y quedaste arriba mío, tus piernas aún con esas delicadas medias negras y tacones rojos con tus rodillas a los lados de mis piernas teniendo el total control del momento. Te movías haciendo movimientos circulares con las caderas, arriba, adelante, abajo y atrás, repetias esos movimientos sin parar, era cada vez más rápido a la vez que aprovechando esa posición disfrutaba de tus deliciosos pechos que habían quedado a la altura de mi boca. Mis brazos tomaban tu cintura mientras arqueabas la espalda y mi boca besaba la suave piel de tus tetas.
Una vez más cambiamos de posición, estabas de rodillas en el sillón con el pecho apoyado en el respaldo, tome tu cintura y entre en vos, me miraste sobre el hombro con una gran sonrisa y cerrando levemente los ojos me pediste que no me detenga.
Mientras nos moviamos tome tu cabello y lo jalé a la vez que daba una fuerte nalgada dejando de un suave color rojo esa zona. Tome tu cintura y comencé a moverme más rápido
Oiamos nuestros cuerpos chocar, ambos gemiamos de placer mientras recorría tu cuerpo desnudo bajo esa delicada capa roja, empezando desde tu cintura hasta tus pechos para luego tomar tus hombros para poder morder tu cuello y luego besarte de forma apasionada.
De alguna forma nos arreglamos para volver a quedar de frente. Tus piernas descansaban en mis hombros mientras nuestros sexos chocaban cada vez más húmedos, más calientes.
Tomaste mi rostro y nos fundimos en un beso sin fin. Nuestras lenguas se enredaban entre nuestras bocas, un temblor recorrió nuestro cuerpo, cerramos fuerte los ojos, tus piernas apricionaron mi cintura haciendo que quede dentro tuyo al momento de acabar, temblamos, sentimos en nuestros cuerpos calientes el pulso acelerado, la respiración entrecortada y totalmente empapados tras haber sido presas del deseo
Nos miramos a los ojos, nos besamos y aún dentro tuyo sonreímos sabiendo que no era la última vez que este lobo se comería ésta deliciosa y delicada Caperucita