Capítulo 10. Espadas sagradas

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Los personajes mostrados en esta historia no son de mi propiedad. Créditos a sus respectivos autores.

— Y esta es una foto de Ise cuando estaba en la primaria.

— Ara ara, así que fue a la playa desnudo.

— ¡Hey, Akeno-san! ¿Mamá, que le estás mostrando a ella? — Issei habló bastante avergonzado.

Las actividades del club se realizaron en su casa y estaba feliz por ello, sin embargo, todo se derrumbó cuando su madre llevó un álbum de fotografías. Una vez ella le dijo que cuando tuviera amigas les mostraría su álbum, y nunca se imaginó que en verdad lo cumpliría.

Los ojos de Asia brillaban al ver una fotografía de Issei pequeño. Rias también estaba disfrutando del momento, pero su expresión cambió a una de molestia cuando esos dolores invadieron su cuerpo nuevamente.

Todos se percataron de ello y la miraron un poco preocupados.

— Presidenta-san, ¿Se encuentra bien? — Asia le interrogó angustiada.

— No se preocupen no es nada, estoy en perfecto estado — les dijo mostrando una sonrisa.

Ninguno de ellos se tranquilizó por completo con su respuesta, estarían pendientes por si algo le está ocurriendo a su maestra.

Issei quería ver a Goku para agradecerle por ayudar a Rias y que salieran vencedores, no le habría gustado la idea de que en esos momentos ella ya estaría comprometida con el demonio Phoenix, aunque es seguro que no hubiera dejado que eso sucediera. A pesar de eso, no lograba sacarse de la cabeza lo que Ddraig le dijo sobre el pelinegro. Mientras indagaba en sus pensamientos, vio que Kiba puso una cara de sorpresa al ver una fotografía en específico.

Se acercó para mirar también, era una foto de él junto a un niño que parecía mirar a su padre. Era un chico que solía vivir cerca de su casa y en ocasiones jugaban a ser héroes. Se mudó a otro país debido al trabajo de sus padres, por lo que no lo ha visto desde entonces. Kiba señaló al padre del chico en la foto, más específicamente a una espada vieja que llevaba.

— ¿Te acuerdas de esto? — el rubio le preguntó seriamente, era la primera vez que lo veía actuar de esa forma, ya que normalmente sonríe la mayor parte del tiempo.

— Ummm, no. Era muy pequeño en ese entonces — le respondió.

— Ese tipo de cosas suceden, eh. No imaginé encontrarla en un lugar tan inesperado — Kiba se rio de si mismo, pero sus ojos estaban llenos de odio.

— Esta es una espada sagrada.




Raynare se encontraba muy nerviosa por tener delante suyo al dios dragón del infinito, en una ocasión escuchó sobre ella y el Gran rojo, pero nunca se esperó conocerlo en persona.

Los tres se encontraban sentados en el sofá de la sala, Goku estaba tranquilo con la situación, Ophis solo se mantenía en silencio y Raynare estaba comenzando a sudar por el incomodo ambiente.

— Como ya dije, Ophis estará viviendo algunos días con nosotros — Goku habló para confirmar lo que le había dicho a la chica de alas negras.

— ¿En verdad es el Dragón Ouroboros? — la pelinegra le cuestionó.

— Emmm no sabía que la llamaban así, ¿Ese es tu nombre Ophis? — inquirió Goku hacía la pequeña.

— Si, suelen llamarme de esa forma, pero tú puedes decirme como quieras Son Goku — Ophis comentó mirando al chico.

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