Capítulo 16

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"Ellas no escuchan.

A ellas no les importa

si un hombre está desesperado.

Oh, oh, habitaciones cuadradas... "



Siempre había algo nuevo por conocer de Saitama, cada gesto y cada mal chiste que hacía, nada de eso cambió ahora que habían formalizado su relación.

Ambos eran discretos al respecto, la gente sospechaba, pero ellos desde un principio ya lo hacían.

Ante las cámaras, Fubuki mantenía su distancia y procuraba no verse demasiado cerca su novio que se suponía que era sólo su compañero de trabajo y su amigo. A Saitama simplemente le dio igual lo que la gente dijera; si él quería, tomaría su mano y la abrazaría por la espalda sin previo aviso, porque no se debería de avisar a quien es tu pareja para hacer esa clase de muestras de afectos.

Sin embargo, Saitama siempre fue un hombre blando y suave por dentro. Temeroso con cosas simples como los malos sueños o las películas de asesinos seriales, malo en mentir y pésimo en fingir; tampoco era demasiado listo, su memoria apestaba y no tenía tacto en decir las cosas como son, pero todo eso era algo que Fubuki siempre supo.

Lo que ella no sabía, y que él nunca le contó, fue sobre las pesadillas y el efecto que ellas, las pesadillas, podrían tener en Saitama.

En ese momento eran casi las cuatro de la mañana, Saitama se había sentado de pronto despertando a Fubuki en el acto. Luego de un rato él se volvió a recostar sobre el futón y con sus brazos buscó el cuerpo de Fubuki.

Ella, estando acostada a su lado mirándolo de frente, tomó sus manos en la oscuridad y los dirigió hacia su espalda, rodeando a Saitama también en un cálido y estrecho abrazo.

Él a veces soltaba un grito justo después de romper el sueño, a veces sólo se quedaba en silencio mirando la pared; nunca quería hablar de las cosas que soñaba y cuando lo hacía sólo eran pequeños murmullos y frases sin sentido lo que salían de su boca.

Podría decirse que ahora Saitama dependía de cierta forma de ella, ya que Fubuki era la única que había conseguido aliviar el dolor de cabeza y el terror que bañaba a Saitama justo después de despertar de una de las tantas pesadillas que lo atormentaban en las noches. Repentinamente cada vez más frecuentes y cada vez más dañinas.

Ella estaba segura de que habían empeorado porque no recordaba haberlo visto de esta manera antes, es como si cada noche sus sueños se empeñaran en hacerlo sufrir.

Fubuki, como buena amiga y novia que era, había decidido pasar la noche en su departamento junto a él de forma casi habitual.

Primero fueron unas dos veces por semana, ahora era cosa de todos los días. Era como si desde que comenzaron a salir, ambos hubieran vuelto a vivir juntos en el departamento de Saitama; esto no le molestaba para nada a ella, no obstante, hubiera preferido que la razón de eso hubiera sido una que en la que no tuviera con ver sufrir a Saitama de esta forma.

—Ya, ya, todo está bien... —Ella trató de consolarlo. Lo abrazaba con fuerza y enterraba la cabeza de él sobre su cuello y pecho para poder estrecharlo con más firmeza.

Saitama no respondió, probablemente porque se encontraba a punto de volver a quedarse dormido o quizás su garganta estaba demasiado seca para hablar o seguramente el miedo le impedía formular siquiera una oración simple.

Él sólo fortaleció el agarre. No había ningún espacio de separación entre ellos.

Entonces Fubuki acercó su boca al cabello de él, lo levantó y besó su frente con ternura, deseando con todas sus fuerzas que Saitama pudiera encontrar paz en su mente y corazón y que por una noche pudiera conciliar el sueño como era debido.

—No te preocupes, estoy aquí contigo, no me iré de aquí, todo está bien, sólo fue un sueño... —Decía una y otra vez Fubuki entre susurros pausados en su oído.

Saitama suspiraba profundo intentando calmarse mientras ella no dejaba de acariciar su espalda y sus mejillas y su cabello; si eso no era suficiente, también enredaría sus piernas y frotaría su nariz en el cuerpo de él.

Después de mucho tiempo haciendo esto, Saitama a veces gruñiría un poco como los gatos, pero nunca lucharía para evitar el contacto. Fubuki podía sentir la tensión alejarse de su cuerpo y su respiración volver a esa sintonía apacible.

Por el balcón la lluvia caía y el viento soplaba, las noches así siempre eran heladas pero esto sólo era una razón más para dormir en los brazos del otro.

A Fubuki le encantaría que Saitama le hablara sobre sus pesadillas, sus miedos, las preocupaciones que invaden su mente y le privan del sueño en arrebatos repentinos por las madrugadas. Pero él nunca podía recordar sus pesadillas con exactitud; era un recuerdo efímero que se esfumaba proporcionalmente inverso al volver a su forma consciente, como si con tal sólo despertar fuera suficiente para olvidar.

Y ese era el problema, porque las memorias se iban pero los sentimientos se quedaban impregnados en su cuerpo y lo hacían temblar y sudar y agitar su respiración mientras se aferraba al cuerpo de ella; como si Fubuki fuera lo único que lo mantenía atado en ese mundo, como si temiera que ella pudiera desaparecer en cualquier momento.

Fubuki deseaba poder simplemente adentrarse en su mente y ver qué había ahí.

—Tu departamento es muy pequeño como para tener un gato viviendo en él, tus vecinos son ruidosos y yo no puedo pasar todas las noches aquí. —Comenzó Fubuki en una protesta silenciosa y lenta, su voz calmada.

Saitama se removió un poco en sus brazos, tomando una de sus manos. —No tienes que venir todos los días si tanto te molesta...

—Vengo porque quiero y no me molesta.

—Pero no tienes que hacerlo, ¿sabes?

Fubuki presionó su mano contra la de él, sus dedos unidos. —Ni siquiera pienses en que te dejaré solo.

—¿Entonces a qué viene todo esto? ¿Me estás reclamando o qué pasa tan de repente? No te entiendo...

—Quiero que vivamos juntos en mi departamento. Yuuji, tú y yo. Los tres.

Saitama guardó silencio, se separó un poco y la miró a los ojos un poco sorprendido, Fubuki podía ver el sueño abandonándolo.

—¿Estás segura? ¿Qué harás si te digo que no?

—Buscaré un departamento donde podamos vivir juntos. Ya te lo dije, tu departamento es muy pequeño. No me gustaría vivir aquí, pero si no hay opción...

—¿Qué harás?

—Te llevaré a rastras a mi departamento.

Saitama entrecerró sus ojos e hizo una mueca, Fubuki le sonrió desafiante y posó una de sus manos en el cabello de Saitama, desenredándolos y volviendo a enredarlos, jugando con ellos para distraer un poco al chico malhumorado frente a ella.

—Después de que haga eso, porque es obvio que lo voy a conseguir, —continuó hablando Fubuki mientras Saitama rodaba sus ojos, — dormiremos juntos y te abrazaré todas las noches, ya verás que las pesadillas se irán pronto. Todo será como antes. Así que vayamos a vivir juntos.

Saitama bajó su mirada, observó sus manos unidas y dejándose acariciar por los dedos de Fubuki sobre su cabeza. Volvió mirarla y aunque la oscuridad reinaba en toda la habitación, Fubuki podía verlo sonreír dulcemente.

—Sé que aunque que te diga que no, tú terminarás haciendo lo que quieras, ¿no es así?

Fubuki sonrió triunfante ante la respuesta de Saitama. —Entonces está decidido.

Fubuki pegó su frente con la de él y colocó sus manos sobre sus mejillas, sus manos estaban cálidas. Ella se mantuvo así hasta que Saitama volvió a dormirse.

Fubuki lo veía respirar tranquilamente y sentía el calor de su cuerpo debido a la cercanía, ambos recostados frente a frente y cubiertos por la misma sábana.

Los cabellos brillando con la luz colándose por el cristal entre las cortinas dentro de la habitación, con sus ojos cerrados. Fubuki cerró los propios con su frente aún pegada a la de Saitama, concentrándose en dormir.

Por alguna razón eso se sintió como un déjà vu

Habitaciones Cuadradas (Saibuki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora