Capítulo 12

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Después de haberse detenido a almorzar, la ronda de destrucción controlada y el llenado de los camiones continuó. Saitama siguió manteniéndose cerca de Fubuki, ella no se negó, tampoco se atrevió a mirarlo a los ojos por demasiado tiempo porque de alguna forma la hacía sentirse avergonzada de nuevo.

Tuvo que pasar toda una fracción limpia para que Saitama se animara a colocar su mano de nuevo en el hombro de Fubuki, insistiendo en que esto podría hacerla sentir menos agotada al final de la jornada.

Fubuki asentía en silencio ante el tímido toque, que poco a poco se volvió más firme y confiado.

El cielo comenzó a oscurecerse mientras hacían su trabajo en la última fracción. Ya era completamente de noche cuando terminaron. Saitama había colocado su capa en los hombros descubiertos de Fubuki, ella no había traído un abrigo consigo ni nada por el estilo debido a la esperanza que tenía en que terminarían antes del atardecer.

Esta vez, ninguno de los dos se mantuvo en silencio y sus voces parecían alzarse conforme los trabajadores abandonaban el lugar.

Uno de los supervisores de la obra les agradeció y se ofreció a escoltar a Fubuki a su casa. Saitama se negó al instante, Fubuki sonrió en agradecimiento, pero se negó también. Ahora ambos se dirigían hacia la ciudad, caminando por uno de los estrechos carriles rodeados de nada más que vegetación y campos abiertos.

Las estrellas brillaban más que nunca y la brisa era fresca, sólo estaban sus voces, el sonido de sus pasos y la hierba arremetiéndose entre sí debido al viento. Fubuki podía escuchar el canto de los grillos y algunas chicharras, Saitama parecía estar emocionado de escucharlas.

—El camino es muy estrecho. En cualquier momento podría venir un carro a atropellarnos. —Dijo Fubuki.

—Ya no pasan carros por aquí, sólo algunas bicicletas y gente como nosotros caminando.

Fubuki volteó a verlo, sus brazos cruzados y aferrándose a la capa de Saitama sobre su espalda. —¿Cómo sabes eso?

—Porque me gusta que así sea, el sonido de los autos sólo interrumpiría el canto de las chicharras.

—Y he pasado el tiempo suficiente contigo como para estar segura de que ningún auto pasará hoy, sólo porque así es como lo deseas. —Fubuki lo miró y alzó una ceja, sonriendo. —¿No es así, Saitama?

El aludido miraba hacia a los alrededores, como buscando algo.

Después se acercó a Fubuki, la tomó de los hombros desde atrás y habló en voz baja. —Creo que también dejan de cantar en presencia de los humanos, así que no alces tanto la voz y no pises tan fuerte.

Ella soltó una corta risa. —¿Qué clase de documentales has estado viendo ahora?

—Algunos de insectos, otros de ninjas y cyborgs. ¿Tú qué has estado haciendo todo este tiempo?

Fubuki miró hacia el camino, donde pequeñas flores resaltaban entre la hierba alta. Su rostro sereno y el calor del cuerpo de Saitama cerca de ella.

—Pensando... eso es todo.

Sintió la mirada curiosa de Saitama sobre ella.

Fubuki levantó su rostro y dirigió su mirada hacia las estrellas del cielo, siempre tan brillantes y dispersas, el cielo estaba despejado por completo y las luces blancas del camino no parecían tener la intención de opacar la luz de la luna sobre sus cabezas.

Pequeños tonos azules relucían entre la vegetación, pero Fubuki no podía ver qué había más allá de lo que les rodeaba.

Todo lo que había en el camino eran ellos, el suelo y el cielo; comparable a un pasillo o una habitación de paredes negras, la luna no es más que una lámpara y las estrellas elegantes decoraciones.

Habitaciones Cuadradas (Saibuki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora