Capítulo 8

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"Oh, oh.

Lo sé, puedo verlas.

Oh, oh.

Lo sé, puedo verlas."



Habían pasado tres meses desde que Fubuki llegó a la ciudad, en todo ese tiempo ella no había podido averiguar nada acerca de la familia de Saitama, él nunca hablaba y por alguna razón ella siempre olvidaba preguntar sobre eso justo era el momento indicado. La duda oculta y perdida que nunca quería salir de la boca de Fubuki.

Pero esa tarde era diferente porque, por primera vez, él le presentaría a sus mejores amigos.

Entre las calles, andando de prisa porque a Saitama se le hizo tarde de nuevo, ambos trataban de escabullirse de los fotógrafos y los fanáticos obsesivos. Fubuki debería estar furiosa con Saitama por hacerla casi correr por el pavimento en tacones, pero últimamente ella se había sentido mejor que nunca y de buen humor, así que decidió dejarlo pasar.

En estos momentos se encontraba más ansiosa, más motivada, feliz de caminar junto a Saitama.

Había tomado la decisión de usar sus poderes exclusivamente en el trabajo, en momentos de emergencias y sólo cuando Saitama estuviera cerca; porque esta era la única manera en la que su cuerpo no sentía las repercusiones que venían después.

Ambos se habían convencido de que esta era la forma correcta, la ideal y la única opción.

Fubuki miró a Saitama frente a ella, guiándola hacia el bar donde se encontrarían con sus amigos; ella confiaba demasiado en él; ella estaba segura de que podría simplemente cerrar sus ojos, tomar la mano de Saitama y dejarse guiar a donde fuera que él quisiera que fueran. Porque de cierta forma así es como se sentía en el fondo: encadenada a la voluntad de Saitama debido a sus poderes.

Pero también hacía esto las cosas mucho más sencillas, ella siempre se sentía segura a su lado y esta rutina compartida no hacía nada más que volverlos más cercanos el uno al otro, una compañía perpetua que disfrutaba.

Además, ya llevaba un mes viviendo de esta forma, no podría quejarse justo ahora.

Llegaron a un pequeño y sencillo bar, convenientemente solitario como para un establecimiento ubicado en el centro de la ciudad. Dos de los amigos de Saitama ya estaban ahí, ambos rubios y adultos jóvenes. Saludaron a Saitama al instante, como si él fuera la razón de la reunión, la fiesta andante. Fubuki se limitó a saludar y a presentarse.

Los chicos parecían amables, no más carismáticos de lo que podría ser Saitama, pero al menos no se comportaron de forma grosera con ella.

El último en llegar fue un chico de la misma edad que Saitama, usaba lentes y su cabello era corto y castaño. De los tres, él fue el más amable y agradable. Se describió a sí mismo como el mejor amigo de Saitama, un amigo de infancia.

—Él y yo fuimos a la misma secundaria y preparatoria. Salíamos juntos a pasear en nuestras bicicletas todas las mañanas... más bien era yo quien solía llevar a este héroe en mi bicicleta. —Dijo el chico castaño.

—Era divertido, —Saitama complementó, —recuerdo muchos de esos días, como ese día en la que le dimos una paliza a dos bravucones que intentaron robarle el dinero del almuerzo a los de primer grado.

Fubuki prestó atención, rara vez Saitama hablaba de su infancia.

También pensó que eso era predecible, Saitama siendo fuerte y defendiendo a otros desde que era niño, él nació para ser un héroe.

Habitaciones Cuadradas (Saibuki)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora