"Los paseos largos y prolongados aclaran
la visión de uno a uno mismo
y aun así me conmueves,
tú me deshaces como siempre lo has hecho."
Su nueva casa se ubicaba a las afueras de la ciudad en una zona residencial bastante tranquila y, sobre todo, segura. Era un punto cercano a cualquier vía de transporte público que les permitía moverse rápido por toda la ciudad en caso de la aparición de algún monstruo.
Fubuki había escogido esa casa porque amaba las paredes de cristal que separaba la pequeña sala de visitas del jardín trasero.
A Saitama le dio casi igual, él de todas formas se habría conformado con cualquier lugar seguro que le garantizara un poco de privacidad; lejos de las cámaras, de los fanáticos y de los monstruos vengativos.
Así que era perfecto para ambos.
Dicha casa no sólo se había convertido en todo lo que podría hacer considerar a una casa como un hogar, sino que también era un lugar donde Saitama podía encontrar paz mientras admiraba la vista desde el balcón, ya sea el paisaje de las montañas o el del cielo despejado y lleno de estrellas en la noche, lejos de los edificios y las luces de las calles. Donde la brisa corría con más velocidad y el aire olía a nada más que frescura.
El lugar favorito de Saitama era ese balcón del segundo piso.
Desde que Fubuki puede recordar, él siempre ha tenido un extraño gusto por admirar las estrellas al aire libre y pareciera que quería transmitir ese mismo gozo a sus hijos, porque él podía pasar largas noches con ellos sentados en el balcón mirando hacia el cielo y hablando de su juventud y encontrándole formas divertidas a las luces del cielo.
Su hija mayor, tan elocuente como su madre, sería la primera en dormirse en sus brazos y luego quejarse por haberse perdido el resto de la noche; su hijo era mucho más tranquilo y atento, él podría resistir el sueño y mirar al cielo junto a su papá sin decir una sola palabra hasta altas horas de la madrugada o hasta que Fubuki decidiera que era suficiente y que necesitaban dormir.
Para alguien que nunca perdió la oportunidad de mencionar lo insoportables que eran los niños, Saitama resultó ser un buen padre. A decir verdad, él era demasiado bueno, "más de lo necesario", diría Fubuki.
Él era severo con los buenos valores que inculcaba y estricto con las rutinas de salir a correr y ejercitarse, pero demasiado blando cuando se trataba de hacer cumplir las responsabilidades o castigos o tareas escolares o reprender las malas notas en los exámenes; lo cual era sorprendentemente cínico viniendo de alguien al que nunca le gustaron los niños, sobre todo los niños malcriados.
No es que su hija fuera malcriada de nacimiento, era Saitama que no soportaba escucharla llorar y hacía todo lo que ella le pidiera desde el primer día. La niña lo hacía a propósito.
Fubuki lo sabía, Saitama también pero nunca dijo nada al respecto.
Ella era hermosa con delicadas facciones y con cabellos de tonalidad verde y unos ojos grandes y bonitos; ella se parecía demasiado a Fubuki. También era fuerte, una esper muy poderosa, incluso siendo bebé ya era capaz de decapitar muñecas y peluches formando un pequeño tornado con sus cabezas de felpa usando sus poderes.
Pero también había muchas cosas en donde Saitama era capaz encontrarse a sí mismo reflejado; su forma de comer, su forma de dormir, la forma en la que hacía pucheros y rabietas y gruñía molesta también eran idénticas a las de su padre. El que Saitama se dejara exprimir cada gramo de paciencia que tenía sólo por ella pudiera deberse a que se trataba se su primera hija, su única niña; eso y el hecho que ella, a sus ocho años de edad, era una muy buena chantajista.
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Habitaciones Cuadradas (Saibuki)
FanficSaitama ha caído en un sueño profundo y ninguna cosa lo ha podido despertar, Fubuki está dispuesta a salvarlo a toda costa siguiendo su plan, pero, ¿cómo podrá lograrlo en un mundo donde sólo existen ellos dos? Sin querer, Fubuki termina volviéndose...