XIV

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Como venía ocurriendo las últimas semanas, Krista aguardó ávida a que el ruido del exterior fuera nulo para poder abandonar la cama. Con sumo cuidado se acercó a la ventana para ver la sombra de Mikasa deslizarse pegada a la pared, amparada en el cobijo de la noche.

Debía esperar otros cinco minutos antes de salir. Llena de zozobra, se paseó por la sección, pisando silenciosamente el entarimado de madera, estrujandose ocasionalmente las manos mientras contaba mentalmente los segundos.

Las reuniones en el establo se habían vuelto vitales luego de que Armin, Mikasa y Jean dieran parte de los hechos. Eren estaba en un apuro. Los necesitaba, contaba con el soporte de ellos. Y Annie, ella los había traicionado y vuelto la espalda. Les abandonaba como amiga para cumplir con su deber como soldado.

Desde que Annie se había enlistado, Krista recordaba haber sentido cierto grado de admiración hacia ella. La veía sola, siempre apartada del resto, silenciosa y esquiva. No había llegado a convivir mucho con ella, y no obstante le sabía terrible saber de boca de sus amistades lo mucho que Annie había cambiado.

Cumplido el tiempo de espera y con gran precaución, salió del sector. Armin lo había planeado de ese modo para evitar correr riesgos. Después de la cena, debían esperar al menos una hora a que el resto de sus camaradas durmieran para poder salir. Lo hacían en turnos, uno a la vez, y a espacios de cinco minutos entre cada salida. Primero era Jean, luego Armin, seguido de Mikasa, después iba Krista y al final Ymir.

Lo principal era descubrir la ubicación actual de Eren para poder ir en su ayuda. Las primeras reuniones habían sido un fracaso debido a la inconformidad en el grupo. A Ymir le costaba bastante confiar en ellos. Armin, Mikasa y Jean también ponían ciertas restricciones en cuanto a hacerlas partícipes de sus ideas. Luego del decepcionante encuentro con Annie, ya no podían fiarse de nadie.

Sin embargo también necesitaban apoyo en sus planificaciones. Entre más ayuda obtuvieran, mejor. Había sido por ello que Armin medió para permitirles ingresar a su reducido grupo de pseudo rescate. Todo iría bien si trabajaban en equipo, ya que el objetivo, al fin y al cabo, era el mismo.

Salvar a Eren.

A toda prisa y cuidando de no ser vista, Krista entró al establo. Sobre los bloques de paja, Mikasa, Jean y Armin discutían en voz baja los pormenores de la información obtenida hasta entonces.

La primicia de mayor relevancia dentro de la parcela había sido sin duda el retiro voluntario del Capitan del escuadrón 104. Levi Ackerman había presentado su renuncia y no se sabía mucho sobre las causas de un proceder tan atípico en una persona tan hermética como lo era Levi.

Krista fue a sentarse, aliviada del tenue resplandor que bamboleaba dentro de la lámpara de keroseno en medio del grupo. En menos de cinco minutos llegaría Ymir y podrían discutir al respecto.

El tiempo pasó, pero Ymir no daba muestras de aparecer pronto. La habían llamado horas antes al entrenamiento intensivo junto a Reiner y Bertholt, pero siempre volvía puntual.

—Ymir...— su mirada azulada estaba imantada en la puerta corrediza a su costado. Si en cinco minutos no llegaba, deberían empezar sin ella.

Armin se mostraba inquieto frente al silencio. Mikasa estaba sumida en profundas reflexiones, su mirada puesta en la lámpara y una tenue línea surcando su entrecejo. Jean parecía más bien confuso del inesperado cambio de planes y, en medio de su desespero, no dejaba de arrojar briznas de paja a una de las cuadras vacías.

—Es una tontería— bufó Jean, mesandose los cabellos y levantandose al saberse firmemente observado—. Todo esto es una tontería. Lo único que vamos a lograr es que nos manden al calabozo a todos juntos, y si tenemos suerte, no nos colgaran. No— le increpó a Mikasa, quien lo miraba ahora con un destello de furia—. Solo porque es Eren vamos a arriesgar el pellejo. Admítelo, tus planes no sirven, Armin. Todos han fracasado hasta ahora. Llevamos meses haciendo todo lo que nos has dicho para nada....para nada. Hasta donde sabemos, Eren bien podría estar muerto ahora— remató al borde de la histeria, y ni siquiera el dulce semblante entristecido de Krista o la mirada apagada de Armin lo suavizaron.

Liberty.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora