VII

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Ya era hora de alistarse para los entrenamientos. Krista lo supo al abrir los ojos y notar la ausencia de sus compañeros. Poco después oyó el ajetreo proveniente del patio. Se sentó rápidamente para tallarse los párpados en un intento por espabilar. Estaba a punto de salir del cuarto cuando sintió la intensa mirada sobre ella.

—Ymir.

La joven de nariz respingona y pecas le dedicó una sonrisa exenta de hilaridad, era un gesto genuino, casi simpático. A diferencia de ella, Ymir ya vestía el uniforme de la milicia, parecía más descansada y fresca que en días pasados.

Krista bajó las piernas de la cama. La sección de los dormitorios estaba vacía a excepción de ellas.

Se había quedado dormida, pero ¿Ymir?, ¿Acaso la estaba esperando?

Con pasos vacilantes, Krista se acercó a la otra cama. Ymir clavó su mirada en ella, invitandola a sentarse con un ligero golpe de su palma sobre el colchón. Krista acató el pedido mientras trataba de aplacar su revuelto cabello dorado con los dedos.

—¿Nunca te has preguntado cómo es el mundo fuera de aquí?

Krista parpadeó confusa. Había pasado gran parte de su vida omitiendo varias cosas, siempre queriendo alcanzar un idealismo rayano en la perfección, reprimiendo innumerables veces lo que sentía, pensaba y quería. Los únicos recuerdos de su familia estaban ligados a borrosos encuentros esporádicos con una mujer que, pese a ser su madre, no la quería. Un padre siempre ausente y una hermana bondadosa y cariñosa que se había enlistado en el ejército a corta edad para satisfacer los deseos de su padre.

Desde el inicio ella había estado destinada a correr la misma suerte.

—Antes me daba curiosidad saber que había detrás de los muros— reconoció en voz baja. Sus labios se curvaron en una tenue sonrisa al saberse tomada de la mano.

Quería abrir su corazón a Ymir para que ésta hiciera lo mismo.

—Vine aquí sin saber realmente lo que buscaba. Solo pretendía hacerme más fuerte para poder ser reconocida, para no sentirme inferior al resto del mundo.

Ymir la escuchaba atentamente, a pesar de que el tiempo apremiaba a que se apresuraran, ya que, las primeras ordenes acababan de atronar en el centro del campo.

—Quería ayudar a las demás personas y tener una muerte digna, pero desde que nos conocimos he podido ver las cosas desde otra perspectiva. Yo...— bajó la mirada y movió sus pies de arriba a abajo, nerviosa. —Quiero vivir para mi, aunque suene egoísta. Me gustaría salir y recorrer el mundo a tu lado. Olvidarme de todo. No quiero ser recordada como la chica buena que se sacrificó por otros.

Lentamente la sonrisa de Ymir se ensanchó. Soltó su agarre de la mano de Krista y se cruzó de brazos.

—Deberíamos largarnos de aquí.

Los ojos de Krista se abrieron al máximo ante semejante propuesta.

—Pero Ymir, es peligroso. No sabemos que peligros nos esperan afuera.

—¿Aún confías en mi, Krista?

Krista la examinó atentamente con la mirada. Había algo en la expresión de Ymir que no sabía interpretar.

¿Sería miedo?

—Claro que confío en ti.

—Entonces promete ser paciente, deja de meterte en problemas y no cuestiones nada hasta que yo decida que es el momento.

A Krista no le quedó más remedio que asentir. Por extraño que pudiera resultar, junto a Ymir no sentía miedo de nada. Podía ir contra el mundo entero si sólo podía estar a su lado.
*

Liberty.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora