XXXIII

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Mientras viajaban por las tranquilas aguas de la costa, Levi no podía quitarse aquella inquietud de encima.

Eren seguía en estado de shock, como ausente, mostrando una calma impropia en él. De vez en cuando le dirigía a Levi una mirada helada y especulativa, pero era todo.

Desde que dejaron Paradis Eren no había pronunciado una sola palabra. Y para alguien tan poco comunicativo para Levi habría estado perfecto, de no ser porque conocía sobradamente a Eren y sabía, por consiguiente, que su silencio escondía más de lo que podía externar con palabras.

Había visto morir a su mejor amigo y había perdido todo lo que le quedaba en aquella isla. En cierto modo, Eren había dejado atrás parte de su propia esencia. Ahora parecía un simple contenedor sin alma. Era como si nada más le importara en el mundo. Otro punto más que irritaba a Levi a niveles insospechados.

El primer día le había dado a Eren su espacio. Cada quien durmió en su propio camarote, aunque ello no evitó que Levi se levantara al menos diez veces durante la noche para ver cómo se encontraba el mocoso.

A casi dos días de travesía, Eren seguía reacio en cuanto a tocar cualquier comida o bebida. Pasaba la mayor parte del tiempo encerrado, durmiendo o cavilando. Después salía a la cubierta por algunas horas para ver el océano metálico y centelleante, actuando como un autómata programado para ir y venir de un punto al otro.

La situación estaba exasperado a Levi. Comprendía la dura situación que estaba pasando Eren. Y odiaba no poder hacer nada para aliviar esa pesada carga que lo atormentaba desde la muerte de su madre.

La vida de Eren tampoco había sido fácil, y era por ello que se entendían tan bien. Sin embargo ahora mismo a Levi le parecía imposible llegar hasta él.

Barreras habían tenido varias en el pasado. Obstáculos a montones. Conflictos, distanciamientos, pero esto era diferente.

Era como si esta vez Eren se hubiera roto totalmente y ni siquiera se tomaba la molestia de intentar poner las piezas en su lugar. Puede que se negara a hacerlo porque sabía, desde la muerte de Armin Arlert, que ya no estaría completo...nunca.

-Eren- trató Levi una vez más al entrar a su camarote.

Sentado a la orilla de la cama, Eren le daba la espalda, Tenía la mirada vuelta hacia el ventanal circular que reflejaba parte del espumoso oleaje que los rodeaba.

-Tienes que comer...¿Quieres morirte?- le acercó la bandeja intacta con la comida, pero Eren se rehusaba a deshacer su estado de perenne apatía-. No queda mucho para que lleguemos al puerto de Liberio y todavía no te he puesto al día con la información que hallamos en el cofre.

-No me interesa- siseó Eren, con la mirada ausente.

Levi chasqueó la lengua con enfado, pero internamente se alegró de al menos obtener una respuesta esta vez. Iban mejorando. Solo había que presionar más.

-Entonces la muerte de Armin habrá sido en vano- sabía que era un tema delicado, pero Eren lo estaba forzando a llegar a esos extremos.

Visiblemente afectado por el comentario, las lágrimas acumuladas descendieron como una cascada por los ojos esmeraldas.

-Yo no quería que esto pasara- repitió Eren, aferrando el borde del colchón con los dedos-. ¿Usted lo sabía?, ¿No es así?, por eso me envió por ese sendero.

Levi inspiró hondo ante la cruda acusación.

-Yo tampoco tenía idea, Eren. Si quieres puedes creerme o tacharme de mentiroso, en realidad no me interesa lo que pienses. Todo lo que me dijeron fue que debía llevarte hasta el buque sano y salvo. Cada quien hizo su parte para colaborar. Todos sacrificaron su seguridad a cambio de la tuya.

-Pero Armin no...- y entonces Eren se quebró. Chilló, gimió al revivir la escena en su cabeza, la voz de Armin y sus últimas palabras. Quiso arrancarse la piel de los brazos, pero Levi impidió que la crisis fuera mucho más allá al tomar a Eren en brazos y permitirle descargar su llanto sobre su hombro.

Era todo cuanto podía ofrecerle de momento. Su compañía.

Pero eso para Eren, fue más que suficiente.
***

-Idiota- murmuró Annie al ver la insignia del chaleco de Armin en la palma de su mano.

Había sido la única persona a la que Armin le había confiado todo su plan y no solo la parte que le correspondía saber.

Al principio no lo entendió, y tampoco quiso inmiscuirse demasiado, pero Armin tenía esa peculiaridad en su dócil y simpático carácter que, te obligaba a ser participe, por la nobleza de sus actos.

Había sido un soldado inteligente y tenaz, pero también bondadoso y extremadamente confiado con quienes creía sus amistades.

Si Annie así lo hubiera querido, podría haberlo delatado realmente y desbaratar su plan. Pero ¿Para que lo haría?

Ella en realidad no respetaba bandos y esas cosas. Eran ridiculeces propias de los altos mandos.

Había elegido unirse a la policía militar para estar más segura. Un camino fácil que le permitiera seguir con vida.

Camino al parlamento de Sina, Annie pensó que nada de lo que había hecho en su vida tenía sentido.

Había tomado una postura evasiva. Hasta que Armin le ayudó a abrir los ojos y darse cuenta de que eran como aves en cautiverio y, que si realmente lo deseaban y unían sus fuerzas, podían ser libres.

Pese a todo Annie no era ingenua. Sabía que Armin había escogido decirle la verdad para convencerla de unirse a su causa. Quería darle un motivo que validara su existencia como soldado. Al final Armin la conocía mejor de lo que ella misma se conocía.

Quizá por eso decidió ayudarlo.

Lo primero había sido poner en la mira a Jean para que soltara información mixta sobre el escape de Eren. Mitad verdad, mitad mentira. Los Comandates tenían que saber que Eren pretendía escapar, pero no por donde exactamente.

Yelena ayudaría a abrir las celdas..

Ahí era donde entraban Krista e Ymir, haciendose pasar por Armin y Eren. Quienes serían ejecutados afuera del palacio de justicia de Rose.

Y mientras los militares tomaban el rumbo falso, Eren y Levi se desviarían hacia su auténtico destino.

El plan pintaba bien hasta ese punto. Pero Armin había expuesto tantas variables y peligros a tener en consideración. Uno de ellos era la posibilidad de que los siguieran fuera de las murallas.

Y él fungiría entonces como el elemento de reemplazo para encubrir a Eren en caso de ser necesario.

Cuando Kenny Ackerman retornó a Sina, jactandose de haber asesinado a Eren, Annie supo que le correspondía hacer su siguiente y última jugada.

Ya no por ella, y ni siquiera por la nación de Eldia, a quienes no debía nada.

Lo hacía por él. Por Armin.

En memoria de la única persona que creyó en ella.

Decidida subió los peldaños de piedra y fue directo hacia la sala de reuniones, esquivando a los pocos guardias que quedaban y que no estaban tratando de proteger la fortaleza alrededor de la infraestructura, sino simplemente de custodiar la entrada de los Jaegeristas.

Inexpresiva, abrió la puerta, retiró el seguro de la granada para accionar el mecanismo de activación. Después cerró las puertas por fuera y aguardó a la detonación.

En menos de diez segundos todo quedó cubierto de una densa nube de humo y escombros.

Liberty.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora