XXXIV

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Desembarcaron en el puerto de Liberio sin complicación alguna, respaldados en todo momento por los contactos de Yelena.

Eren no quiso volverse para mirar el mar. El habitual brillo de sus ojos había desaparecido. Quizá para siempre.

Había esperado mucho por ese momento. Toda la vida. Pero no de la forma en la que lo estaba viviendo ahora.

Habría querido que sus amigos estuvieran junto a él. Todos unidos, experimentando esa fresca brisa salada que genera la rompiente de las olas. Y sobretodo, esa surrealista sensación de libertad.

-Camina, Eren- siseó Levi a su lado, aferrandolo del brazo para obligarlo a andar por la plataforma que conectaba el buque con tierra firme.

Los dos iban ataviados con las mudas de ropa casuales dentro de la población. Sombrero de copa, pantalón de vestir y camisa holgada en tono claro.

Mientras se mezclaban entre las personas, Eren trató de quitarse a Armin de la cabeza. Mikasa y el resto estarían bien si lo que había dicho Levi sobre las facciones que apoyaban su causa, conseguían derrocar la corrupta soberanía en Paradis.

En silencio, caminaron por las tranquilas calles suburbanas. A lo lejos se distinguían las doradas luces de los edificios. Por lo poco que pudieron observar al paso, Eren corroboró que el avance tecnologico de Marley estaba muy por encima del de Paradis. Aquello le irritó. Todo le causaba molestia en ese territorio, pese a que ahora estaba al tanto de los hechos y sabía que la culpa no recaía totalmente en los habitantes de Marley.

Tampoco podía concentrar su odio en un espejismo. El rey Karl Fritz había sido el responsable de todo.

Y ya estaba muerto desde hace tiempo.

Una multitud de adolescentes uniformados enfilaban hacia otro punto cerca del puerto.

Eren y Levi no recibieron más que algunas miradas curiosas en tanto se dirigían hacia una de las estructuras.

**

Entraba la madrugada cuando Eren despertó agitado, merced de una desastrosa pesadilla donde veía el cuerpo de Armin en avanzado estado de descomposición ser devorado por las olas, llevado hacia el fondo del oceano, hacia el abismo.

Hundiendose.

Cayendo y cayendo.

Como ocurría en sus pesadillas que involucraban a Ymir. La hija legítima del rey Helos, y princesa heredera de Marley.

Ese había sido el plan de Fritz desde el inicio. Hacerse con el poder de otro reino al secuestrar a Ymir para poder desposarla en Paradis. Asi ambos reinos pactarían para ser uno solo, y su poder sería totalitario al convertirse en rey, tanto de Paradis, como de Marley.

Fue el secuestro de Ymir lo que ocasionó la guerra. Debido a que Helos, para evitar que Fritz se apoderara de su reino, decidió renunciar y desheredar a su propia hija.

Asi fue como el conflicto belico se había desatado. Sin embargo, al ser testigo de las muertes y el caos dentro de la isla por forasteros y guerrilleros de Marley, Karl Fritz optó por redactar el documento oficial que debía ser llevado ante Helos. Dicho documento había estado oculto en un libro, pero, al ser descubierto por sus familiares, Fritz fue asesinado y su lugar usurpado por un Eldiano cualquiera y al cual, la familia real se encargaba de manipular a su antojo.

Eren se revolvió inquieto, apartando las sábanas de su cuerpo para poder sentarse. Imaginó que Levi estaría durmiendo, pero el ruido incesante del rasgueo de la pluma sobre el papel, le demostró lo contrario. Levi estaba sentado cerca de la ventana, escribiendo sin cese bajo la luna de plata.

Pensativo, Eren se restregó las manos. Su padre se había enterado del plan de la realeza al encontrar parte del tratado junto al acta de defunción de Karl Fritz en un libro de medicina. Fue cuando trató de acercarse más a los familiares de Fritz. Trabajaba como médico de cabecera para ellos y asi había conseguido su confianza y la extracción segura de los documentos para después ocultarlos en su casa y aguardar el momento oportuno para entregarlos a las personas correctas.

Ahora Eren comprendía mejor aquellas leyes estúpidas que prohibían la posesión de libros, la represión del pueblo y el inesperado envío de su padre al frente de la guerra. Todo era producto del egoísmo de la supuesta supremacía en Paradis.

Los enemigos a final de cuentas, habían sido ellos mismos.

Hilarante vivir tanto tiempo cegado a la verdad.

Y doloroso el sacrificio para poder alcanzarla.

-¿Qué haces?- por fin se animó a preguntar.

Levi interrumpió la escritura para volver su inexpresivo rostro hacia la cama. Eren dejó de rascarse las manos y procuró mantenerse sereno a pesar de la bomba de sentimientos que amenazaba con implosionar en cualquier momento.

-Le escribo al rey- respondió, impasible-. No hay garantía de que reciba esto directamente, pero hay que empezar por lo sencillo.

-¿Cuanto tiempo nos quedaremos?- dudó Eren, perdiendose nuevamente en la nitidez de su pesadilla.

En Armin siendo absorbido por el agua. Igual que le pasó a Ymir cuando, años más tarde de estar cautiva, intentó escapar de la isla y terminó tropezando en uno de los acantilados laterales hacia el fondo del mar.

Fritz había redactado e ilustrado todo con un realismo dolente y abrumador. Y eran precisamente aquellas páginas las que mayor número de pesadillas le habían causado a Eren. Aún siendo un niño no había podido borrar esas imagenes de su cabeza, desde la primera vez que su padre se las mostró.

-...ren. Eren.

Eren parpadeó y alzó la mirada hacia la ventana. Se había perdido por un minuto, pero ahora Levi lo observaba con preocupación.

-¿Crees que el rey acepte firmar el tratado de paz?- retomó, ya sin querer saber la respuesta a su anterior pregunta.

Levi soltó un suspiro, mitad pesadumbre, mitad cansancio.

-No lo sabremos hasta que no nos responda la primera misiva- dejó la pluma en el tintero y se levantó para ir a la cama-. Ya terminé. La enviaré a primera hora de la mañana.

Eren asintió mecanicamente cuando Levi se sentó a su lado. Le debía demasiado. Había estado tan molesto con él desde su rechazo que, no se puso a reflexionar en todo el esfuerzo de Levi para protegerlo desde el juicio.

Sin pensarlo mucho, Eren pasó ambos brazos por los hombros de Levi y lo besó. Lo hizo porque lo necesitaba, porque lo quería y porque ansiaba aplacar de algún modo el profundo dolor que sentía por haber perdido a casi todos sus seres queridos.

Solo le restaba asegurar el bienestar y la libertad de quienes seguían con vida. Mikasa, sus amigos, y la población de Paradis que había depositado su confianza en él.

-Yo tambien, Eren.

Oyó que Levi musitaba al apartarse.

-¿Qué cosa?- preguntó Eren, confuso.

-Duerme- le amonestó Levi, acomodandose en su lugar-. Mañana nos espera un largo día.

Obediente, Eren volvió a acostarse. Media sonrisa se quedó grabada en sus labios por un largo rato.

Liberty.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora