XXI

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Su cuerpo golpeado rodó hasta la puerta del calabozo como si de una muñeca de trapo se tratara.

Su primer intento de abrir los ojos fue en vano. El dolor predominaba en cada delicada fibra de su sensible piel.

—Dos semanas.

Escuchó que dictaminaba aquella voz autoritaria segundos antes de que la puerta de metal fuera abierta. Un firme empujón con la punta del pie bastó para dejarla dentro.

Estaba tan lastimada fisicamente que no lograba concentrarse en nada más que esas terribles dentelladas que el escozor de los golpes le habían dejado.

El dolor la cegaba y la aturdía.

—¿Krista?...¡Oh, por Dios, Krista!

Afortunadamente sus ruegos internos fueron oídos por la única persona a la que tanto deseaba ver en esos momentos.

—Y...Ymir— susurró antes de perder el conocimiento.

***

Esposados, fueron conducidos hasta los calabozos de Sina so pena de ser juzgados en una semana por el delito de intento de fuga y traición a la patria.

El plan había ido a pedir de boca. Tal como Mikasa había dicho que ocurriría. Y no era que Jean no se fiara de ella, pero luego de tantos intentos fallidos para que los sacaran del sector de entrenamiento, ya no sabía qué mas esperar.

Mientras los guiaban a las celdas subterráneas, Jean se alegró al pensar que estaban más cerca de poder llegar a Eren. Ahora tendrían que averiguar cómo reunirse con él y el resto de sus amistades para ayudarlos.

Para salvarlos, como no pudo hacer con su amigo Marco. 

Como fuera, tendrían que resolver pronto el embrollo o acabarían siendo ejecutados. Seis días era muy poco tiempo para escapar.

Pero era el tiempo del que disponían.
***

—No estoy entendiendo nada.

Levi Ackerman exhaló con fastidio ante la mirada escéptica de Eren. Explicar, no, mejor dicho, hablar mucho, no era su fuerte. Y en cambio ahí estaba, tratando de que el mocoso comprendiera algo que a él mismo le había costado bastante entender.

Encantada de que Levi le diera un codazo para incitarla a explayarse, Hanji se frotó las manos. Los espejuelos de sus lentes resplandecieron bajo la luz de la lámpara de keroseno apostada al centro de la oficina. 

Eren yacía reclinado sobre un montón de papeles. Estaba esposado como correspondía al mandato real, pero en pocos minutos tendría que ser encerrado y no tendría noticias ni visitas hasta el amanecer.

Kenny había sido trasladado a otra sección para ser investigado después de que Levi testificara en su contra por abuso de poder. Pero aún así, tampoco debían bajar la guardia.

Entonces, ¿Por qué Levi insistía en perder el tiempo de esa manera?

¿Por qué le hacía preguntas tan extrañas?

¿Y por qué tenía que traer a Hanji?

No que a Eren le desagradara, pero había creído que hablarían a solas después de todo lo acontecido tras ser separados.

Cada vez entendía menos a Levi y, como buen rebelde impetuoso que era, empezaba a impacientarse.

—Emh, déjame ver, Eren— masculló Hanji con una sonrisilla traviesa—. ¿Recuerdas que tu papá tenía un cofre en el sótano de tu antigua casa?

El rostro de Eren se tensó ante la mención. Los ojos se le llenaron de lágrimas y tuvo que llevarse el brazo a los ojos para no dejarlas caer.

—¿Eren?— preguntó Levi, desconcertado.

Liberty.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora