VIII

165 14 6
                                    

Los tres días subsecuentes al profundo y deliberado beso fueron para Eren como un sueño. No solamente porque se había sentido irreal y extrañamente gratificante. Había aceptado de buenas a primeras el suave cosquilleo que se había expandido dentro de su estomágo. Era una sensación similar al ejercicio donde debía caminar sobre pilas inestables de tarimas para mantener el equilibrio. La sensación de adrenalina había sido parecida, y sin embargo, quedaba lejos de cualquier otra que Eren haya experimentado anteriormente. En su vida como civil, o dentro de la academia militar.

Por tres días sintió la ingravidez envolverle. Tenía más energía y denuedo que nunca. La misma Hanji se lo había hecho saber con alegría en las mediciones de velocidad al verle correr por el patio con una ligereza sorprendente, haciendole también notar que hacía tiempo que no le veía sonreír de aquella manera. Hasta entonces Eren ni siquiera había caído en la cuenta de ello.

Se sentía étereo, fortalecido, jubiloso, pero sobretodas las cosas...se sentía vivo.

Fue hasta el cuarto día cuando la burbuja reventó, haciendole caer de nuevo a su situación actual.

Durante tres días Levi se había ausentado para ir a una expedición al exterior de los muros. Eren había creído que las barreras entre ellos no existirían más. Pensó que Levi le daría un trato diferente tras haberle besado de una manera tan pasional que, no permitía cabida a la duda. La atracción entre ellos se había vuelto obvia y casi palpable.

No esperaba verlo sonreír, ni tampoco supuso que habría mayor efusividad que la mostrada hasta la fecha. No obstante, cuando El Capitán del escuadrón 104 llegó de su viaje, Eren notó un cambio demasiado significativo como para pasarlo por alto.

Levi había desmontado su caballo metros antes de llegar al castillo y, al ver su gallardo porte a la distancia, la explosión de alegría dentro de Eren fue casi incontenible.

Se había sentido confundido al principio, pero tras largos días de meditación, finalmente lo aceptaba. Le gustaba, Levi le gustaba mucho.

—Capitán.

Corrió a recibirlo, dejando la escoba tirada junto a la fortaleza para acudir con su superior.

La expresión ausente de Levi hizo a Eren retroceder un paso en automatico, asustado, casi a la defensiva.

Levi Ackerman miraba al frente como si estuviera narcotizado, sin pestañear. Su mirada vacía de sentimientos no evidenció mayor alteración ante el llamado, pese a llevar las manos a sus costados apretadas en firmes puños, ansiosos de descargar su furia en cualquiera que se le atravesara.

—Capitán— esta vez la voz de Eren se volvió un susurro apagado.

La enajenación de Levi tomó matices contradictorios. Hizo una mueca de molestia con los labios, escupió hacia un lado y sin siquiera devolverle la mirada a Eren, siguió su camino hasta la planta alta de la infraestructura.

Pasmado, Eren se llevó la mano al pecho, sin llegar todavía a entender qué era lo que pasaba.

No lo supo hasta el día siguiente. Levi había salido desde temprano. Eren había escuchado el resuelto trote de su caballo en las proximidades. No le había oído bajar desde su llegada. Levi no solo no había notado lo resplandeciente que había dejado cada parte del inmueble, sino que además, ni siquiera le había dirigido la palabra. Una mirada, un saludo, nada.

—¿Eren?

Cuando Hanji se presentó, Eren todavía estaba en el comedor, sentado frente a un plato de sopa sin tocar y sosteniendose la cabeza en un intento de aplacar el dolor que se había desatado por la madrugada. Había pensado en demasiadas cosas a la vez, sin llegar a ninguna conclusión favorable sobre el estado actual de Levi.

Liberty.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora