Nada más despertar, Levi contuvo el impulso de levantarse. Respiró hondo por la nariz y estiró el brazo para descorrer un poco la cortina que le restringía la vista.
Detrás de la tela plisada estaba el comandante Erwin Smith, sentado en la silla de madera, sosteniendo en sus manos un ejemplar que Levi reconoció a simple vista.
—¿Cómo te sientes?
Levi exhaló ante el tono de reproche. Se quitó la sábana y constató la venda que le cubría gran parte del tórax.
—He estado peor— aseveró, entornando la mirada hacia el periódico.
Erwin dobló el ejemplar para guardarlo, pero pareció cambiar de opinión y se acercó calculadoramente para extenderlo frente a Levi, mostrandole la primera plana.
—¿Tienes idea de lo que hemos provocado, Levi?
—Si.
Con media sonrisa autosuficiente, Levi repasó los titulares que hablaban sobre las múltiples revueltas, huelgas y demás disturbios suscitados en Rose tras darse a conocer los registros de la corrupción que la familia real había liderado los últimos años.
—Un golpe de estado.
***Siguió a Hanji con pasos regulares, fingiendo tranquilidad cuando por dentro los nervios lo estaban dominando.
Siete metros.
Catorce metros.
Poco más de veintinueve pasos y ya estaban en la carpa de la enfermería.
Eren suspiró de alivio al hallarse dentro. Y Hanji le sonrió despreocupada, como si no estuvieran rompiendo las reglas ni exponiéndose a ser descubiertos.
Todo lo que ella había dicho a Marlowe era que tocaba revisión médica y tenía que hacerle unos exámenes especiales a Eren, que estaban vinculados a los sueros que la realeza había aprobado como base de experimentación para la mejora de la calidad física en los soldados.
Todo mentiras.
Patéticas, repugnantes y necesarias mentiras.
Estarían bien mientras Marlowe no preguntara a algún superior. De cualquier modo no tenían mucho tiempo.
—Bien, Eren— dijo Hanji, subiendose el cubrebocas y colocándose los guantes—. Ya hice esto demasiadas veces. He practicado sin parar, así que solo necesito que te recuestes boca abajo, te relajes y hagas un conteo mental regresivo en lo que te aplico un sedante.
Maquinalmente Eren obedeció. Se recostó en la camilla y se mordió las comisuras del labio ante el súbito pinchazo en su hombro derecho.
Quería preguntar por Levi, pero no sé atrevía. No quería importunarlo más.
—Levi...— pero su boca lo traicionó igualmente.
—Aunque lo dudes, Levi te quiere mucho— mencionó Hanji mientras aguardaba a que la sustancia se esparciera adecuadamente en el torrente sanguíneo—. Renunció a su antiguo puesto para llegar hasta aquí y cuando le pusieron más obstáculos, hizo un trato con la realeza. No se si debería decirte esto, pero puede que no lo recuerdes al despertar, asi que lo haré de todas formas. Levi accedió a que lo enviaran al frente si conseguía un efectivo traslado dentro de la policía militar. El cargo que más ha odiado en su vida. Y si, puede que no esté presente ahora, pero lo estará cuando abras los ojos. Te prometo que todo saldrá muy bien, Eren.
Las palabras de Hanji lograron su cometido. Poco a poco Eren se relajó, dejó de sentir y de pensar.
Solo naufragó en el lago de quietud que era la nada.
***El entrenamiento matutino había terminado. Krista, Ymir y Armin se disponían a volver al subterráneo cuando Armin distinguió la silueta difusa de Annie recortada bajo uno de los cipreses a pocos metros de ellos.
—Annie...
Estaba cruzada de brazos, con la cabeza ladeada en la dirección opuesta y uno de sus pies apoyados sobre el tronco.
Tan indiferente, tan fría, distante y fuera del entorno.
Tan ella.
—Annie— dio un paso hacia ella cuando Ymir lo detuvo del hombro.
—Ya no es tu amiga. Recuerdalo.
—Claro que lo es.
—Es el enemigo— lo contradijo ella con la mirada relampagueante, doblando su puño en la abertura frontal de la chaqueta de Armin y estampando su cuerpo contra la estructura de piedra a su costado. Armin apenas se quejó, aturdido por la respuesta violenta.
—¡Ymir!— saltó Krista, conteniendola en un abrazo.
—¡¿Por qué tanto alboroto?!— se oyó la voz de Hitch a lo lejos.
Venía caminando hacia ellos. Iba a mitad del patio cuando Annie le dio alcance, murmuró alguna frase y Hitch se devolvió para dejar que su compañera se hiciera cargo.
—Adentro— ordenó Annie nada más llegar.
La media sonrisa de Armin se esfumó.
—Annie, tienes que ayudarnos— pidió, pese a la mirada de advertencia de Ymir.
—No tengo que hacer nada, excepto lo que me atañe como miembro de la policía militar.
Palabras huecas.
Armin ahogó un respingo de sorpresa al ser esposado.
—Te dije que no era de fiar— gruñó Ymir, pasando de largo a los presentes para ir por su cuenta. Krista dudó en seguirla pero al final corrió tras ella.
Armin se fijó en las esposas y después en el semblante neutro de Annie.
—Con tu ayuda, Eren podría escapar— intentó a media voz.
—¿Crees que porque fuimos juntos a la academia no te voy a delatar?
El rostro de Armin perdió color. Estaba caminando por un sendero inestable, lleno de minas. En lugar de sumar ayuda, podía terminar estropeando el plan. Lo sabía mejor que nadie, porque él mismo lo había ideado. Pero tenía que seguir tratando.
—Actúas y te ves como ellos, pero en el fondo sigues siendo la misma, Annie.
Una risa histérica se dejó oír de labios de la susodicha. Se le veía tan ridículamente divertida, pero solo era una fachada. Armin bajó la mirada, avergonzado.
—¿Crees que me conoces, Armin?
—Si— apretó los puños y alzó la mirada con determinación—. Y esta Annie falsa no me gusta para nada.
Annie torció los labios para escupir, después trató de asirlo del codo para llevarlo a su celda, pero Armin se le adelantó para zafarse por debajo, simuló dar un golpe con las manos esposadas y Annie adoptó de inmediato su posición de pelea favorita. Aquella que la había vuelto tan popular en la academia.
Al darse cuenta de su postura, Annie bajó los brazos, hizo un gesto como si renegara de si misma, cuanto y más al ver la sonrisa bobalicona de Armin.
—¿Lo ves?...no importa cuanto finjas, sigues siendo la misma.
