Le había costado trabajo llegar al patio de entrenamiento por su cuenta. Aún le molestaba el costado izquierdo, pero el dolor era lo de menos. Estaba hastiado de estar él solo en el mismo lugar, sin tener conocimientos de nada ni de nadie.
Trece días así y Eren sentía que enloquecería si acaso debía pasar más días inactivo. Era la desesperación y la impaciencia lo que le movían. No se encontraba del todo bien pero había aparentado que si porque necesitaba la mínima excusa para poder salir del castillo. Marlowe no había dejado de custodiar un solo día la entrada para impedirle salir de la construcción. Las visitas de la enfermera se habían reducido considerablemente con el paso de los días, contrario a las dosis de su medicamento que se iban incrementando a diario.
Eren no había querido seguir tomando la porquería que le dejaban con la comida, asi que se las había arreglado para hacer como que las tragaba y enseguida las escupía en su mano por debajo de la mesa antes de que se disolvieran bajo su lengua.
Ya podía caminar. A pasos lentos, pausados y cortos consiguió llegar al terreno desolado cerca del sector al que solía acudir con Levi.
Levi...
Era inevitable evocarle a diario. Una de sus mayores agitaciones era él. No sabía si le habían liberado, ni cómo se encontraba. Mejor que él, eso seguro. Esperaba que Mikasa y Armin también se encontraran a salvo, pero no tenía forma de averiguarlo. No se lo iban a decir. Tendría que buscarlos o informarse por algún otro medio, aunque lo escencial ahora era mantenerse con vida.
El espacio terroso y abandonado lo recibió en un recóndito silencio al abrirse paso entre los matorrales. El claro se extendía en forma de parábola, rodeado de arces, hierba muerta, hojas secas y algunos guijarros esparcidos a las orillas. Habían preparado el sitio con mucha anticipación, lo constató al ver a Kenny apoyado de espaldas frente al roble más próximo. Brazos y piernas cruzadas y el sombrero bajado hasta la barbilla. Reaccionó tan pronto oyó el crujido de la rama que había trozado Eren bajo sus inestables y errantes pasos.
—Más de media hora de retraso, niñato estúpido— fue el saludo que le dio. Eren contuvo apenas el insulto que le cosquilleaba la lengua. Quiso gritarle que se había demorado por su imposibilidad para andar, pero entonces se delataría y lo obligarían a quedarse en la fortaleza derruida por más días.
Aunque sus reflejos eran torpes, alcanzó a atrapar al vuelo la semiautomatica que tan descuidadamente Kenny le arrojó.
¿Practicarían con blancos de nuevo?
Ya lo había hecho antes con Yelena. Era sencillo.
—Te voy a dar la oportunidad de que devuelvas el daño que se te infrigió.
La contundencia del aforismo no podía augurar nada bueno. Un vacío insondable fue abriendose paso en su estomágo cuando Annie salió de la vereda y se posicionó frente al roble en el que había estado recargado Kenny anteriormente.
—¿Q-Qué?...¿Qué es esto?— un sonido quebrado salió de su boca. Intentó controlar el malestar de su cuerpo y el suave temblor de sus manos. Tenía el arma apuntando al suelo y no pensaba levantarla por nada del mundo.
—Dispara.
No. No podía estar hablando en serio. Se supone que iban a entrenar, a prácticar su puntería nada más. Procuró contener su enfado. Apretó los dientes y cerró los ojos, pero los abrió pasmado al segundo en que el chasquido métalico tras su nuca lo puso sobre alerta.
—Te ordené disparar. Soy tu superior, no cuestiones mis ordenes.
Solo podía concentrarse en el cañon frío apuntandole directo a la nuca. Se le formó un nudo en las entrañas. No podía. No iba a hacerlo.