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Para cuando la mordaza le fue retirada, Eren apenas estaba consciente de lo que ocurría. Sabía que Kenny Ackerman lo había trasladado hasta la muralla central. Habían descendido por un paraje yermo, cuya visibilidad era absorbida por altos álamos y abetos que rodeaban la zona.

Eren intuía que estaba siendo conducido hacia su propia muerte, aunque seguía ignorando el por qué el Rey había cambiado de parecer tras haber sido emitida la resolución del juez del distrito.

¿Qué había hecho mal hasta entonces?

Había obedecido a Levi en todo. Cumplía con el programa de entrenamientos, lo mismo que mantenía aseada la estructura dónde residía. Procuraba no quejarse demasiado cuando Hanji le hacía todas aquellas pruebas tras haberlo pinchado con aquella sustancia rara que lo dejaba terriblemente idiotizado.

Dejó de remover sus manos contra las cuerdas cuando el sopor se volvió más profundo.

Los estragos de la inyección se volvían más latentes, oprimiendole e inutilizando sus funciones motoras.

Era como ir cayendo dentro de uno mismo. Como si de repente empequeñecieras dentro de tu propio cuerpo y te deslizaras hacia las tinieblas de lo desconocido.

Las articulaciones entumeciendose.

La consciencia desconectandose.

Los pensamientos opacandose.

Las emociones marchitandose.

—Llego la hora de demostrar que no vales nada.

La sentencia de Kenny resonó en algún sitio lejano, un plano ajeno al que la mente de Eren residía actualmente.
*

Mantuvo los ojos cerrados hasta oír el suave chirrido de la puerta de los dormitorios. Solo hasta entonces Krista apartó la sábana que la cubría y abandonó la cama para ir detrás de su compañera.

Al igual que la vez pasada, titubeó en salir para dirigirse al sector de entrenamiento destinado a los soldados más fuertes de su respectivo escuadrón.
Krista quería convencerse a sí misma de que no se trataba de un simple sueño. Tenía que ratificar que todo era real.

Bajó cuidadosamente los peldaños de piedra y se ocultó tras las cajas apiladas de armamento para poder observar mejor el inmenso cubo de rejas metálicas.

"Una jaula"

Fue lo primero que le vino en mente. Una jaula construida sobre una especie de plataforma de granito con dos rampillas a los costados.

Krista ahogó una exclamación de asombro cuando vio a Reiner Braun entrar en el enrejado del extremo contrario. Sabía lo que venía a continuación pero ello no evitó el malestar que se produjo en su estómago una vez que ingresaron a quien sería su contrincante.

Un hombre fornido de la mediana edad, de escaso cabello castaño, entrecano y barba espesa que aún portaba el uniforme de su patria.

Los ojos azules siguieron atentamente los movimientos del rubio al introducir deliberadamente una jeringa en su brazo previamente anudado con una liguilla.

Era exactamente lo mismo que Ymir había hecho cuando decidió bajar la primera vez. Por ello Krista sabía lo que vendría a continuación.

Restregandose las manos con ansias, retrocedió un paso. Un vacío se instaló en su estómago cuando unos brazos la sujetaron a su espalda por los codos.

—¿Qué estás haciendo aquí?
*

Ante el primer golpe, su cuerpo se sacudió. El segundo puñetazo lo envió un par de metros hacia la derecha del enrejado. Al tercero trastabilló violentamente antes de caer de espaldas con un ruido seco que retumbó en sus oídos, primero como un chasquido, luego como un zumbido punzante y persistente que se mezcló con las bulliciosas ovaciones de las siluetas difusas que debían ser los espectadores.

Liberty.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora