Estaban sentados uno frente al otro, separados por poco menos de un metro de distancia. Esposados, atados de pies y amordazados. Eren se había acostumbrado a ello, pero Armin había sufrido un ataque de pánico horas antes, cuando lo obligaron a entrar a la celda y los dejaron a merced de la oscuridad. Y aunque Eren había intentado por todos los medios ayudar a su mejor amigo a calmarse, fue inútil. Armin se removió agitado, gimoteó y jadeó aterrado por lo que a Eren le pareció una eternidad. Hasta que finalmente se cansó y se durmió a su lado. Hombro con hombro. Ambos forzadamente silenciados y con tantas cosas por comunicarse.
Hasta que amaneció, Eren volvió a sentirse inquieto. Los primeros rayos de sol asomaban al final del corredor como diminutas luciérnagas bailoteando en el suelo.
La mordaza estaba tan apretada que le era imposible articular nada. Así que se limitó a golpear a Armin con el hombro para despertarlo.
Iban a ejecutarlos ese día. Y Armin ni siquiera le había dicho bien el plan. Aquel tan difícil y confuso y del cual Eren apenas si tenía un superficial y vago concepto.
Habría odiado a Levi por lo que le restaba de vida de no ser por la nota que le entregó Yelena al llevarlo de vuelta a su celda. La carta especificaba que no se impacientara y que confiara en la decisión de Levi. Después había un trazo desdibujado e indefinido de lo que parecía ser un croquis de las murallas. Un recorrido evasivo. Nada más terminar la lectura, Yelena había quemado el papel y se había retirado en silencio para ser reemplazada por Hitch.
¿Realmente podrían escapar?
Armin era muy inteligente y Eren no dudaba de sus tácticas estratégicas, pero la situación era demasiado peligrosa.
Tenían a toda la policía militar y la familia real encima.
Parecía estar todo en contra y...aun así, Eren quería y necesitaba pensar que, ese, no era el final.
**Sabía lo que estaban apostando desde antes de subir al carruaje. Aún así Krista no permitió que la desmotivación la embargara.
Pensaba en el presente y nada más que eso. Ya habría tiempo para ocuparse de lo demás.
Primero fue Ymir quien se acomodó del lado de la oscura cortina corrida. Ella tomó asiento a su lado, con la mirada al frente, nerviosa, pero decidida a apegarse al plan.
Ademas, todo resultaba más fácil cuando la persona que amas está a tu lado.
"Ustedes pueden, chicos"
Minutos más tarde llegó el cochero.
Discretamente, Ymir trató de asirle la mano. Sólo unos segundos. Las cadenas de metal de las esposas tintinearon con el roce. Fue cuando el carruaje avanzó bramando por las callejuelas de cantera, rumbo al palacio de justicia de Rose. No transcurrió más de una hora antes de que el cochero cambiara la ruta, torciendo en una vereda y tirando de las riendas para tomar impulso y velocidad.
A menos de dos kilómetros de llegar al distrito Stohess, el carruaje frenó de manera repentina. Los caballos relincharon por el brusco tirón, apoyándose sobre sus cascos traseros al tiempo que el cochero intentaba hacerse nuevamente con el control del carromato. Poco a poco logró estabilizar el medio de transporte.
Ymir frunció el ceño al asomarse por la ventanilla..
El perímetro del dañado distrito Stohess estaba sitiado. Una fila completa de más de veinte miembros de la policía militar, todos en posición de firmes y con sus armas a punto.
—Que panda de idiotas— resolló Ymir, pateando la puerta para salir.
—Notifiquen a la primera cuadrilla— vociferó uno de los uniformados nada mas verlas bajar del carruaje—. Son dos mujeres...¡Es una trampa!
