XVII

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De pie en el centro del patio y en posición de firmes, Eren no escuchó la primera orden de Kenny a sus espaldas, tampoco se molestó en preguntar o poner atención la segunda vez que la repitió momentos antes de situarse frente a él.

Craso error. La mano empuñada le acertó dura y fugaz a la altura del pómulo, impactando con la fuerza suficiente para hacerle trastabillar unos metros. El calor crepitante abrió paso al entumecimiento. Eren tensó los puños, pero no se movió. Ahora solo podía asociar la presencia de Kenny con la muerte injusta de su padre.

El miedo había desaparecido en lo más hondo de su ser, despejando el resto de emociones para que la furia ciega se elevara. No solamente detestaba a Kenny Ackerman. Quería matarlo. Sentía el deseo burbujeando imperioso por su torrente sanguíneo, unas ansias por destazarlo que no mermaban desde la última acción llevada a cabo. No podía detener esa senda peligrosa de pensamientos, no podía controlar su necesidad de infringirle algún daño.

—Mirada al frente, Jaeger, y que no vea resentimiento en esos malditos ojos tuyos.

Le costó tenerse en pie, pero lo hizo. Sus puños temblaban y se volvían blanquecinos a medida que las uñas se hincaban furiosas en la palmas. Las ganas por descargar golpes crecían conforme Kenny lo escudriñaba despectivamente al caminar en círculos alrededor suyo, como si buscara la mínima falla en su postura para seguirlo agrediendo física y verbalmente.

—Esta mañana trajeron más escoria a nuestras filas— dijo Kenny inconmovible, notando el ligero temblor proveniente de las manos empuñadas—. ¿Quiere golpearme, soldado?

Todas las fibras de su cuerpo se tensaron ante la aproximación furtiva de Kenny. Eren lo miró con profundo desdén, sin molestarse en ocultar lo mucho que lo odiaba.

—Le hice una pregunta, Jaeger.

Silencio. No iba a caer en sus provocaciones.

—La disciplina es la base fundamental de todo entrenamiento.

Los labios de Eren se entreabrieron en muda sorpresa al reconocer en la frase de Kenny las mismas palabras dichas por Levi en el pasado. De haber estado mas atento habría visto cuando Kenny se deshacía de su cinto para anudarselo en la mano.

El primer golpe silbó en el aire segundos antes de que el cuero atizara contra su muslo derecho. Fue apenas un cosquilleo punzante trepidando por la piel bajo el pantalón. Con los ojos bien abiertos, doloridos y espantados, Eren apretó los dientes para no gritar. Sus labios dibujaron una mueca de intenso suplicio.

—Habrás de entenderlo a la larga— las palabras cavernosas de Kenny fueron acompañadas de un segundo golpe, más fuerte esta vez. El cinto impactó en el costado de su brazo, lamiendo la dermis con un chasquido agudo, marcando la zona con una línea vertical rojiza. Y a ese le siguieron varios golpes más, distribuidos en una lluvia salvaje, estridente e ininterrumpida. Un golpe tras otro que le hicieron escocer la piel y gemir aturdido al tiempo que elevaba los brazos para protegerse el rostro.

Al sexto golpe siguió un empujón violento que lo mandó de sentón al suelo para que Kenny pudiera seguir golpeandolo con brutal encono, obligandole a retroceder al árbol más cercano impulsandose con los pies

La mirada cetrina de Eren se encendió con renovado desprecio. Antes de que Kenny blandiera otro golpe, ya había llegado al tronco de un robusto roble. El cinto emitió un restallido agudo al describir en arco en el aire. Está vez Eren sostuvo al vuelo el extremo opuesto del cinturón y lo enrolló en su muñeca en dos vueltas para evitar que siguiera descargando golpes a diestra y siniestra.

—¿Con qué nos ponemos impertinentes?

De pronto Kenny le pisó el tobillo y fue apretando el pie contra el suelo, descargando todo su peso como si de una prensa se tratara, hasta que a Eren no le quedó más remedio que soltar el cinturón antes de que le rompiera el hueso calcaneo. Cedió, ahogando a duras penas un chillido, pero no retrocedió. Sus pupilas se tornaron desafiantes. Kenny lo escrutó con infinita displicencia.

Liberty.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora